LO MONSTRUOSO EN DOS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS: UNA ...
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que lo rigen y le dan cohesión al grupo se mantienen más o menos sólidos. Pero en una<br />
tierra lejana el tejido social por necesidad se debilita y se relaja, la matanza es entonces<br />
posible; las víctimas, dada su lejanía al propio horizonte cultural y espacial, son vistas<br />
como extrañas y...<br />
se las extermina sin remordimientos, equiparándolas más o menos con<br />
animales. Por definición la identidad individual de una víctima de una<br />
matanza no es pertinente (de otro modo sería un homicidio): uno no tiene<br />
el tiempo ni la curiosidad necesaria para saber a quien mata en ese<br />
momento. . . . las matanzas no se reivindican nunca, su existencia misma<br />
generalmente se guarda en secreto y se niega. Es porque su función<br />
social no se reconoce, y se tiene la impresión que de que el acto<br />
encuentra una justificación en sí mismo: uno blande el sable por el gusto<br />
de hacerlo, corta la nariz, la lengua y el sexo del indio, sin que al<br />
cortador de narices se le ocurra que está cumpliendo rito alguno. . . . Es<br />
como si los conquistadores obedecieran a la regla (si es que se le puede<br />
dar ese nombre) de Iván Karamazov: “todo está permitido”. Lejos del<br />
poder central, lejos de la ley real, caen todas las interdicciones, el lazo<br />
social, que ya estaba flojo, se rompe, para revelar no una naturaleza<br />
primitiva, la bestia dormida dentro de nosotros, sino un ser moderno,<br />
lleno de porvenir, al que no retiene ninguna moral y que mata porque y<br />
cuando así le place. (156-157)<br />
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