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Untitled - Wuala

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ganan dinero por el alquiler. A cambio, Macair se queda con el diez por ciento de<br />

las ganancias.<br />

Un día de marzo de 2008, en Pepino, Colunga le dio a Vázquez una idea<br />

práctica y brillante.<br />

—Manuel, ¿por qué no hacés una vaquita con tus amigos para comprar un<br />

avión? En el mercado hay algunos que están en precio. Además, ustedes usan<br />

muchos aviones privados. Se compran uno. Y me lo dan para explotar. Es un<br />

negocio que nos conviene a todos.<br />

Está claro que, cuando Colunga dijo "ustedes", ya sabía que, además de<br />

Vázquez, los viajeros frecuentes de vuelos privados eran Ricardo Jaime y su familia.<br />

De hecho, en su declaración ante el fiscal Garrido, Colunga dejó en claro que<br />

Vázquez era uno los mejores clientes de Macair, y que Jaime, aunque no pagaba las<br />

facturas, se comportaba como el verdadero comandante de la tripulación.<br />

Un sábado, en la misma mesa de Pepino, Vázquez sorprendió a Colunga:<br />

-Carlos, me compré un avión.<br />

Colunga se entristeció porque él pretendía hacer las gestiones para la<br />

adquisición y obtener a cambio la explotación de la aeronave.<br />

Pero unos cuantos sábados después le volvió el alma al cuerpo cuando<br />

Vázquez lo sorprendió otra vez:<br />

-Se me cayó la financiación: voy a perder la seña.<br />

La crisis financiera mundial se expandía peligrosamente. Entonces Colunga<br />

sacó otro as de la manga y lo conectó con Robert Foster, de la inversora Elkrest, y<br />

con Brett R. King, su contacto en el Banco de Utah. La inversora le financiaría al<br />

asesor de Jaime la operación. El banco garantizaría la transacción.<br />

Al poco tiempo, Vázquez, en vez de agradecerle, le comunicó:<br />

-Ya mandé a buscar el avión.<br />

Sin embargo, Colunga volvió a tener revancha: el abogado y el piloto<br />

enviados por Vázquez a la fábrica Bombardier, en Connecticut, muy cerca de Nueva<br />

York, no lograron traer el aparato. Adujeron que no superaba las condiciones<br />

técnicas y que, además, estaba flojo de papeles.<br />

Colunga hizo entonces el último sacrificio por su cliente habitual: lo<br />

contactó con el piloto Enrique García Moreno y con el ingeniero Jorge Arbaiza para<br />

que ambos revisaran y trajeran el avión a la Argentina.<br />

-Lo hicieron por cuenta propia, no por encargo de Macair -se defendió<br />

Colunga ante el fiscal Rívolo y el juez Oyarbide, quienes investigan a Jaime por<br />

presunto enriquecimiento ilícito.<br />

García Moreno y Arbaiza lo consiguieron.<br />

El piloto argentino contrató a otro colega norteamericano, el comandante<br />

Richard Valdés. De otra manera no habrían podido traerlo, porque el aparato tiene<br />

licencia de los Estados Unidos.<br />

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