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—Están bien, no te has quemado —musitó aliviado.<br />
—No, pero nos hemos quedado sin asado —le hizo notar ella con un mohín, sin apartar la vista de la carne.<br />
—No te preocupes, no tengo hambre.<br />
—Puedo preparar un sándwich…<br />
—No es necesario.<br />
—¿Una ensalada, tal vez?<br />
—Verás, Kate, tengo un pequeño problema con la comida —dijo él, sosteniendo aún sus manos. Las apretó un instante y<br />
las soltó despacio—. Hace tiempo que desarrollé cierta intolerancia a algunos alimentos, y debo tener mucho cuidado con<br />
lo que como. Así que … sigo una dieta estrictamente líquida.<br />
—¿Solo te alimentas de zumos y cosas así? —preguntó un tanto perpleja. No entendía cómo podía tener aquel cuerpo<br />
escultural alimentándose solo de batidos.<br />
—Sí, más o menos —le contestó de forma evasiva. Suspiró al darse cuenta de que el sueño acababa de terminarse—. He<br />
de marcharme.<br />
William comprobó, una vez más, que era inevitable que surgieran temas personales entre ellos, temas de los que él<br />
jamás podría hablar con sinceridad; ni siquiera sobre algo tan simple como la comida. Otro motivo más por el que debía<br />
desaparecer de la vida de Kate, antes de que fuera demasiado tarde para ambos.<br />
—¿Tan pronto? —preguntó ella, sin poder disimular su desencanto—. Me he divertido mucho —admitió, encogiéndose<br />
de hombros con timidez.<br />
—Yo también —dijo William, clavando sus ojos azules en los de ella—. Bueno… adiós —se despidió. Le resultaba<br />
difícil marcharse, y alargar la despedida no lo iba a mejorar, así que sin más salió de la casa.<br />
Kate se quedó inmóvil bajo el marco de la puerta, y observó con el estómago lleno de mariposas cómo William se<br />
marchaba. Habían estado juntos casi dos horas, las mejores de toda su vida.
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