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podía pasar tanto tiempo con Jill, y que sus expectativas con William se habían desvanecido.<br />
—¡Vaya, llueve más que antes! —dijo Justin mirando al cielo gris. Debían cruzar todo el patio para llegar al edificio<br />
donde estaba el aula. Se quitó la chaqueta y cubrió su cabeza y la de Kate con ella—. ¿Preparada? —Una gran sonrisa se<br />
dibujó en su rostro. Kate asintió, devolviéndole la sonrisa con ojos chispeantes—. ¡Corre!<br />
Cruzaron el patio tan rápido como se lo permitían los grandes charcos que había en el suelo. Pese a todo, estaban<br />
empapados cuando llegaron a la entrada. Las mejillas de Kate brillaban por el rubor de la carrera y de su nariz caían<br />
pequeñas gotas que se deslizaban desde el pelo de su frente. Justin sacó un pañuelo del bolsillo y le secó las mejillas,<br />
acariciándole la piel con las puntas de los dedos.<br />
—Gracias —dijo Kate sujetando su mano, y retrocedió un paso. De pronto el contacto de sus dedos le había hecho<br />
sentirse incómoda y, sin saber por qué, la imagen de William había acudido a su mente como una sombra. Se sentía como<br />
si lo estuviera traicionando, y se molestó consigo misma por tener ese pensamiento. A William le traía sin cuidado con<br />
quién pudiera estar, de eso no tenía la menor duda.<br />
De repente se le erizó la piel, con la extraña sensación de que alguien observaba aquella escena. Recorrió con los ojos<br />
todo el espacio abierto que los rodeaba, comprobando que allí no había nadie salvo sus compañeros, y que ninguno de<br />
ellos les prestaba demasiada atención. Aun así, la impresión de ser vigilada persistía y un escalofrío le recorrió la<br />
espalda.<br />
—¿Te encuentras bien? —preguntó Justin cogiendo su mano. Se preocupó al ver lo caliente que estaba su piel y le rozó<br />
la frente.<br />
—Sí, solo es un escalofrío —contestó vacilante, y forzó una leve sonrisa.<br />
—Será mejor que te lleve a la enfermería, creo que tienes fiebre —sugirió él. Le rodeó los hombros con el brazo y la<br />
hizo girar para conducirla al interior del edificio.<br />
William rechinó los dientes, enfadado. Los celos lo estaban consumiendo. El azul de sus ojos destellaba mientras<br />
contemplaba cómo Kate entraba en el edificio abrazada por ese chico. Dio un paso al vacío desde la copa del árbol y su<br />
cuerpo aterrizó de forma grácil en el suelo; por un momento pensó en seguirlos, pero ¿para qué? ¿Para seguir torturándose?<br />
Se alejó del instituto de regreso al lugar donde había aparcado el coche. Caminaba deprisa, con la frustración dibujada<br />
en el rostro y con la mente desbordada por las contradicciones entre su juicio y su corazón. Sabía que jamás estarían<br />
juntos, que estar con él la ponía en peligro y que nunca podría ofrecerle una vida normal. Sabía que llegaría un momento en<br />
el que ella encontraría a alguien con quien compartir sus besos, sus noches, su vida. Alguien que la amaría, pero nunca<br />
tanto como él. Porque la amaba. ¿A quién quería engañar negando esa idea? Solo a sí mismo, porque estaba loco por ella<br />
por más que intentaba ignorarlo.<br />
Dos horas después, y tras haber recorrido media montaña en busca de más rastros, William aparcó frente a la residencia<br />
de los Solomon. Descendió del coche y se encaminó a la casa sin preocuparse en rodear los grandes charcos, en los que<br />
sus pies se hundían hasta los tobillos. Se quitó las zapatillas en el porche y entró descalzo.<br />
—¿Has encontrado algo? —preguntó Daniel a William cuando el vampiro apareció en el estudio. Abrió los ojos como<br />
platos al ver su aspecto demacrado, pero no hizo ningún comentario.<br />
William negó con la cabeza.<br />
—Los demás tampoco —continuó Daniel.<br />
—No hay que darle más vueltas, ese tipo vino solo —observó Shane.<br />
—Eso ya no importa, lo que debe preocuparnos es si vendrán otros —dijo Jerome con gesto cansado—. El incidente del<br />
robo, ahora ese renegado, puede que todo esté relacionado y que tú te hayas convertido en un trofeo a conseguir —<br />
indicó, dirigiéndose a William.<br />
—Siempre vienen otros, siempre han venido y siempre vendrán —dijo el vampiro.<br />
—Ese proscrito vino hasta aquí solo, para enfrentarse a ti. ¿Cuántas veces ha ocurrido eso? —lo cuestionó Daniel con<br />
tono severo, la pasividad del vampiro lo exasperaba. William no contestó, así que él respondió en su lugar—. Nunca. Se<br />
esconden como ratas. Luchan si no les queda más remedio. Te temen. —Guardó silencio unos segundos y tomó asiento tras<br />
su mesa—. Un motivo muy importante hizo que ese vampiro tuviera el valor de venir en tu busca, no debemos tomarlo a la<br />
ligera.<br />
—Mi hermano está en lo cierto, William. Algo está pasando ahí fuera y no es bueno. Y todos creemos que tú estás en el<br />
centro de esta historia. No debemos descuidarnos —añadió Jerome, sentado sobre el largo sofá.<br />
Todos asintieron ante el comentario.<br />
—Samuel nos lo advirtió en Boston. Hay un grupo de renegados bastante grande viajando hacia al sur. Se están uniendo,<br />
y si tú eres el objetivo de esa unión, corres peligro —dijo Shane en un tono que denotaba una profunda preocupación.<br />
—¡Pues claro que soy el objetivo! —soltó William con malos modos. Estaba teniendo un día horrible y su paciencia se<br />
había agotado hacía rato—. Todos lo sabemos, vienen a por mí, a por mi sangre. Quieren un suero para vencer al sol y<br />
harán lo que sea para conseguirlo; aunque eso les cueste la vida. Así que dejad de buscar fantasmas y planes ocultos. Los<br />
renegados se están uniendo y se organizan bajo el deseo de ser invencibles. Si lo consiguen… —Guardó silencio un<br />
segundo, la idea que tomaba forma en su mente era demasiado espeluznante—. Tendremos un serio problema.<br />
—Sé que tienes razón, pero ese no es motivo para descuidarse, tendrás que ser precavido —intervino Carter,