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los ojos, sintiendo el frío aliento del vampiro sobre la piel. Sabía lo que iba a pasar y apretó los dientes hasta que<br />

rechinaron; no pensaba gritar.<br />

—¡No! —gritó Amelia—. Ella es mía.<br />

El renegado bufó y bajó a Kate hasta que sus pies tocaron el suelo, pero no la soltó.<br />

Un destello rojo surgió de la oscuridad, a continuación, el sonido de la piel al rasgarse, el borboteo de la sangre y el<br />

aire escapando a través de la herida. Kate abrió los ojos y su mirada se cruzó con la del vampiro. Él no la veía, ya estaba<br />

muerto y su cabeza se descolgó hacia atrás. Entonces Kate se percató de que a su lado había una mujer pelirroja, con una<br />

mano alzada a la altura del rostro en la que sostenía una daga manchada de sangre y restos de piel. La mujer la miró a los<br />

ojos y después se fijó en su cuello, aún aprisionado. Con un rápido movimiento la soltó y dejó que el cadáver del vampiro<br />

se desplomara en el suelo.<br />

—No te separes de mí —dijo a Kate. La agarró por la muñeca y la empujó tras ella. Alzó de nuevo la daga y la blandió<br />

en el aire, dispuesta a usarla—. ¡Agáchate!<br />

Kate obedeció justo cuando el albino se lanzaba contra ellas con un grito de furia. Marie gruñó mostrando sus colmillos<br />

a la espera del embate, pero este no llegó. William había conseguido liberarse de los dos vampiros con los que luchaba, e<br />

interceptó a Andrew con un placaje que les hizo rodar por la hierba.<br />

William sacudió la cabeza un par de veces para despejarse. Había conseguido colocarse entre los dos grupos. A su<br />

espalda Kate y Marie, frente a él, los renegados. Amelia no apartaba sus ojos de él, y sonreía. Era evidente que aquel<br />

juego la divertía y que iba alargarlo todo el tiempo posible.<br />

—Debe ser mi noche de suerte, dos por el precio de uno —dijo Amelia con voz fría y controlada—. Marie. —Inclinó la<br />

cabeza a modo de saludo.<br />

—Amelia —contestó Marie. Sus ojos centelleaban por el odio que sentía por la esposa de su hermano.<br />

William lanzó una mirada interrogante y desconcertada a su hermana.<br />

—Tuve un presentimiento —dijo Marie sin apenas mover los labios, justificando así su oportuna aparición.<br />

—Un presentimiento que no servirá de nada. No tenéis ninguna posibilidad —indicó Amelia percibiendo una nueva<br />

presencia. Dos vampiros surgieron de las sombras y se situaron junto a sus compañeros.<br />

—Llegáis tarde —los reprendió Andrew entre dientes.<br />

—Estábamos ocupados —contesto uno de ellos con ironía, mientras se limpiaba con la manga los restos de sangre de su<br />

boca.<br />

Amelia dio un par de pasos hacia William.<br />

—Seis contra dos —señaló como si en el fondo le apenara aquella situación—. Venid con nosotros por propia voluntad<br />

y dejaré que la humana se vaya.<br />

Una suave risa surgió de los labios de William.<br />

—No —contestó sin más—. No pondrás un solo dedo en mi sangre.<br />

Amelia apenas pudo disimular la sorpresa.<br />

—Así que lo sabes —dijo con la cautela de un gato acechando.<br />

—Tu esbirro tenía la lengua muy suelta, aunque solo lo nombró a él —dijo William, lanzando el cebo. Necesitaba<br />

asegurarse de si Amelia y el albino estaban detrás de todo.<br />

—¿Él? —repitió ella con una punzada de temor.<br />

—Él —replicó William señalando con su largo dedo a Andrew—. ¿Quién si no?<br />

Amelia soltó con alivio el aire que contenía sus pulmones.<br />

—Sí, ¿quién si no? —repitió en voz baja, aún con la duda de hasta qué punto sabía William sobre el suero y quiénes<br />

estaban detrás—. ¿Y qué más te dijo mi siervo? Es para poder cortarle la lengua por hablar demasiado.<br />

William soltó muy despacio el aire que contenían sus pulmones. Ella acababa de reconocer que era el cerebro de<br />

aquella trama y, de algún modo, era lo que él esperaba. Entonces, ¿por qué tenía la sensación de que le estaba mintiendo?<br />

¿Por qué le parecía que en el fondo no sabía de qué le estaba hablando? Quería preguntarle por el vampiro inmune al sol,<br />

saber dónde lo había encontrado; pero una sospecha en su interior lo obligó a guardarse las preguntas. Se mantuvo en<br />

silencio.<br />

Amelia ladeo la cabeza, mordiéndose el labio con aire seductor.<br />

—La próxima vez seremos más selectivos —añadió ella. Hizo una pausa y dio otro par de pasos, ahora podía tocar a<br />

William con solo alargar la mano—. Lo cierto es que… ya no me interesa tu sangre, ni caminar bajo el sol. Estoy aquí por<br />

otro motivo.<br />

William guardó silencio, la cercanía de Amelia comenzaba a afectarle. Tantos años persiguiéndola y ahora estaba allí,<br />

al alcance de su mano. Apretó con fuerza los dientes, controlando el deseo irrefrenable de lanzarse sobre ella y<br />

estrangularla. Debía ignorar cualquier sentimiento que nublara su juicio, si quería sacar de allí a Kate y Marie.<br />

Amelia alargó una mano y acarició el rostro de William, sorprendida de que él no la rechazara. Lentamente deslizó el<br />

dedo por el contorno de su cuello y bajó hasta su pecho, deteniéndose a la altura del corazón. Volver a tocar su piel de esa<br />

forma, despertó un desconcertante hormigueo en su estómago.<br />

—Ahora quiero esto —dijo ella, dándole un golpecito con el dedo—. Quiero a este traidor entre mis manos. —Se<br />

acercó aún más, hasta que su mejilla casi tocó la de él y, con lentitud, susurró a su oído—. Mi capricho es el que te ha<br />

mantenido vivo todo este tiempo. Disfrutaba sabiendo que me dedicabas hasta el último de tus pensamientos. Tu

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