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CAPÍTULO 8<br />
—Gracias por el paseo —dijo Keyla a William.<br />
—No me las des, yo también lo he disfrutado —admitió él, dedicándole una sonrisa.<br />
—¿Te apetece entrar un rato? Aún es temprano.<br />
William sacudió la cabeza.<br />
—Otro día. Le prometí a April que le leería algo antes de dormir —comentó con una ligera nota de impaciencia en la<br />
voz—, y no debo agraviar a mi futura esposa.<br />
—¡No me digas que todavía sigue con eso! —exclamó Keyla soltando una carcajada.<br />
—Oh, sí, nos casaremos en cuanto sea mayor de edad, y creo que la luna de miel será en Orlando, rodeados de todas<br />
esas princesas vestidas de rosa. —Sonrió de oreja a oreja—. Aunque tengo la sensación de que pronto me dejará plantado,<br />
últimamente habla mucho de un tal Tommy.<br />
—¡Cuánto lo siento! —dijo Keyla, frunciendo los labios con un mohín—. Pero puedes consolarte conmigo, sé escuchar.<br />
—Alzó la mano y le acarició la fría mejilla.<br />
—Creo que… prefiero autocompadecerme. Disfruto con el papel de abandonado —indicó él, dando un paso atrás. A<br />
veces el carácter tan afectuoso de Keyla le hacía sentirse incómodo.<br />
—¡Un chico duro, eh! —bromeó ella. William se encogió de hombros mientras arqueaba las cejas sin dejar de sonreír<br />
—. ¿Quieres que hagamos algo mañana? Podríamos ir de excursión y hacer un poco de ejercicio. ¿Qué tal al nacimiento<br />
del arroyo? —sugirió ilusionada.<br />
—Sí, claro, por mí está bien —respondió incapaz de negarse.<br />
Ella parecía disfrutar de su compañía, tanto que no le dejaba ni un minuto de respiro en todo el día. En parte, él se lo<br />
agradecía, mientras estaba ocupado en contentarla, su mente no vagaba en busca de otros pensamientos más dolorosos.<br />
Cada vez que pensaba en Kate, su cuerpo se agitaba con un gran sufrimiento, consciente de que la había herido.<br />
—Genial, ¿pasas a buscarme?<br />
—¿A las nueve? —preguntó William.<br />
Keyla asintió con una gran sonrisa. Dio un paso hacia él, se puso de puntillas y lo besó en la mejilla.<br />
—Hasta mañana —susurró en su oído y, sin apartar la vista de sus ojos, entró en la casa.<br />
Un par de horas después, William vagaba sin rumbo fijo por los senderos. April acababa de dormirse y el resto de la<br />
familia se había acomodado en el salón para ver una película sobre extraterrestres y naves espaciales. «Demasiado<br />
profunda para mí», había dicho entre risas, antes de salir.<br />
Inhaló el aire de la noche, escuchando a través de la brisa ligera los sonidos del bosque. Se adentró en la densa arboleda<br />
y caminó durante un rato, intentando vaciar su mente de cualquier pensamiento. Solo quería sentir, percibir la calma que lo<br />
rodeaba, la oscuridad absoluta que tanto lo relajaba. Imposible, no podía precisar con exactitud la sensación que<br />
experimentaba bajo la piel, pero era una señal de alarma, algo no iba bien. Llevaba unos días muy nervioso, obsesionado<br />
con Kate, con lo que había pasado entre ellos; y apenas si podía contenerse para no ir a buscarla o espiarla desde las<br />
sombras. Pero sabía que no debía volver a verla, era lo mejor para los dos. Si bien esa decisión estaba a punto de volverlo<br />
loco, especialmente esa noche. Y no solo eso, era como si todas sus preocupaciones y remordimientos estuvieran<br />
regresando con más fuerza, ahogándolo. Se frotó los brazos y el cuello, algo parecía moverse bajo la piel.<br />
De repente, una ola de calor le recorrió el cuerpo, un ardiente picor sacudía cada una de sus terminaciones nerviosas y<br />
sintió un estallido en la cabeza. Tuvo la alucinación de que su piel se iluminaba con una blanca fluorescencia. El calor se<br />
hizo más intenso conforme ascendía hacia su garganta y los ojos comenzaron escocerle. Se los frotó de manera compulsiva,<br />
no podía ver nada, únicamente esa brillante luz que parecía surgir del interior de sus retinas. La angustia se apoderó de él,<br />
tenía la sensación de que todo a su alrededor, incluido él, se consumía por las llamas.<br />
Parpadeó tratando de ver algo y empezó a correr, necesitaba salir de allí. Cerró los ojos sin dejar de moverse,<br />
acelerando el paso cada vez más. Sintió un extraño zumbido en la cabeza y se llevó las manos a las sienes, presionando<br />
con fuerza, intentando hacerlo desaparecer. El ruido desapareció con una nueva explosión de luz y su mente se iluminó con<br />
desconcierto e incredulidad, consciente de que podía ver sin abrir los ojos. Era capaz de esquivar las ramas y las rocas<br />
guiándose únicamente por su instinto, como si tuviera una especie de radar en el cerebro.<br />
Apretó los párpados con fuerza y continuó corriendo, cada vez más y más rápido, hasta que su cuerpo se convirtió en una<br />
mancha borrosa. Todo estaba en su mente, cada agujero, cada raíz, cada tronco o piedra. Saltaba o se agachaba conforme<br />
iban apareciendo los obstáculos. Aminoró la velocidad hasta detenerse y sin abrir los ojos giró sobre sí mismo, sondeando