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—Kate, querida —gritaba Clarise Jones con su vocecita chillona, mientras serpenteaba entre el laberinto de personas.<br />

Una estantería, repleta de libros sobre viajes, cortó la precipitada huida de Kate, y no le quedó más remedio que girarse<br />

y enfrentar con una amplia sonrisa a la mujer más cotilla que Heaven Falls albergaba.<br />

—Hola, Clarise —saludó Kate, intentando disimular lo molesto que le resultaba aquel encuentro.<br />

—Hola, Katherine, ¿cómo te encuentras? ¡Qué susto nos diste a todos, niña! —exclamó la mujer con la mano en el pecho<br />

—. No puedes imaginar lo mucho que me preocupé por ti cuando supe lo de tu accidente. Me dirigí inmediatamente a la<br />

consulta del doctor Anderson, para que él en persona me pusiera al tanto de cuál era tu estado, y no creas que le resultó<br />

fácil convencerme de que estabas bien. Ya sabes, con eso de la confidencialidad profesional y todas esas paparruchas, no<br />

sueltan prenda. Hasta que no vi con mis propios ojos el informe médico, no me quedé tranquila. —Hizo una pausa para<br />

suspirar—. Y que quede claro, que todo lo hice por tu abuela. Es mi amiga y me preocupo por ella.<br />

—¿Vio mi informe médico? —preguntó Kate sin dar crédito.<br />

—Por suerte, todo ha quedado en un susto —continuó Clarise, ignorando la pregunta.<br />

Kate la miraba con la boca abierta, intentando averiguar cómo podía hablar tanto y tan deprisa sin tomar aire ni una sola<br />

vez, y cómo había tenido la desfachatez de meter las narices en algo tan privado como su expediente médico.<br />

—Bueno, sí, tuve suerte de no romperme nada —dijo algo atontada por el parloteo de Clarise.<br />

—Jovencita, debes tener más cuidado, tu abuela ya no está para estos sustos —le hizo notar en tono de reproche—. Por<br />

cierto, dicen que te socorrió uno de los hijos de esta familia. —Hizo un gesto con la cabeza señalando a Rachel, que en ese<br />

momento pasaba junto a ellas con una bandeja repleta de vasos.<br />

«¿Cómo demonios se habrá enterado?», pensó Kate con impaciencia.<br />

—No fue uno de sus hijos exactamente…<br />

—¿Quién, entonces? —interrumpió Clarise.<br />

—Un amigo de la familia.<br />

—¡Dios mío, cada vez que pienso en ti, allí sola, a merced de cualquier asesino o violador! —Suspiró profundamente y<br />

su semblante adoptó una expresión dramática. Sacó un pañuelo del bolsillo y secó unas lagrimas inexistentes del rabillo de<br />

sus ojos—. Porque ese chico no te hizo nada, ¿verdad?<br />

—¡No, por supuesto que no! —contestó a la defensiva—. Fue muy correcto en todo momento.<br />

La señora Jones estudió el rostro de Kate con los ojos entornados, hasta que se convenció de que decía la verdad.<br />

—Has tenido mucha suerte, los chicos de hoy en día son todos unos delincuentes y unos obsesos —afirmó con un sonido<br />

de desprecio—. ¿Y ese joven se ha interesado por tu recuperación? ¿Te ha llamado o ha ido a verte? ¿Flores?<br />

Kate comenzó a desesperarse ante aquel interrogatorio.<br />

—No, ni siquiera pienso que eso sea necesario —su voz sonó más dura de lo que pretendía.<br />

—Sí que lo es, niña. Un joven responsable y atento debe tener esos detalles, es lo mínimo después de haberte auxiliado<br />

—contestó con suficiencia—. Pero, tras haber conocido a su familia, no me extraña que se comporte así, parecen<br />

demasiado… modernos y casquivanos —susurró—. ¡Qué pena que se hayan perdido las antiguas costumbres, los hombres<br />

de antes sí que eran unos caballeros! Pero claro, viendo a la familia —volvió a insistir.<br />

—Ya le he dicho que ésta no es su familia, solo son amigos —masculló, sintiendo deseos de estrangularla.<br />

—Lo que sea —contestó sin interés en las aclaraciones de Kate.<br />

William observaba divertido la escena. Había oído cada palabra de la conversación y decidió que la señora Jones era<br />

un personaje al que debía evitar a toda costa. Y Kate opinaba lo mismo, vista la forma en la que apretaba el vaso entre sus<br />

manos.<br />

—Discúlpeme, Clarise. Si no le importa, voy a salir afuera un rato, necesito tomar el aire —dijo Kate con cierta<br />

impaciencia, y salió disparada hacia la puerta sin dar tiempo a que la anciana dijera nada más.<br />

William la siguió con la mirada y, consciente de que cometía un error, salió tras ella sin hacer caso a la voz interior que<br />

le exigía que se detuviera.<br />

Había anochecido por completo. El cielo estaba cubierto de estrellas y la luna llena iluminaba con su luz plateada cada<br />

rincón de la calle. Había refrescado, y casi todo el mundo se encontraba dentro, protegiéndose de la humedad que flotaba<br />

en el ambiente tras el chaparrón de esa misma tarde.<br />

La librería contaba con un pequeño porche en su entrada, en el que se habían colocado algunas mesas para la bebida y la<br />

comida. Kate estaba sentada en una de ellas, al fondo, junto a la barandilla. Con las manos en las rodillas, contemplaba<br />

inmóvil el fondo de la calle desierta, sin prestar mucha atención a lo que le rodeaba.<br />

—¿Cómo te encuentras? —preguntó tras ella.<br />

Kate se levantó de golpe, se giró y el corazón le dio un vuelco. Allí estaban aquellos ojos azules con los había soñado<br />

cada noche desde el primer encuentro, mirándola con tanta intensidad que se sintió cohibida.<br />

—Perdona, ¿qué has dicho? —preguntó casi sin aliento.<br />

—Te preguntaba por tu recuperación. Es lo que se supone que debe hacer un buen chico, ¿no? —aclaró William con una<br />

leve mueca de burla.<br />

El gesto disparó todos los sensores de alerta de los que disponía el cuerpo de Kate. Inmediatamente se dio cuenta de<br />

que él había oído su conversación con Clarise, y eso la hizo sentirse muy incómoda.<br />

—¿No piensas contestarme? —inquirió él. Se acercó unos pasos, hasta quedar a solo a unos centímetros de ella,<br />

deleitándose con su olor.

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