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—No creo que pueda conducir así. Prefiero llamar a un taxi o pedirle a algún vecino que me lleve —admitió con un<br />

ligero tono de disculpa.<br />

—No es necesario —intervino Evan—. William puede acompañarte cuando regrese a casa. Prácticamente le coge de<br />

paso.<br />

A Kate se le paró el corazón al escuchar el ofrecimiento de Evan. Lanzó una mirada fugaz a William, que tenía los ojos<br />

clavados en el suelo y cuya expresión parecía la de alguien a punto de sufrir un shock.<br />

—No hace falta, de verdad —indicó rápidamente ella.<br />

—Claro que no, yo puedo llevarte —dijo Jared, metiéndose en la conversación. Su hermano había colocado a William<br />

en una situación comprometida, seguramente por un exceso de feromonas en su cerebro que lo habían vuelto idiota.<br />

Menudo cóctel: vampiro desequilibrado, humana guapa y apetecible, ambos dentro de un coche y en un lugar apartado.<br />

Agítalo y ya tienes la receta del desastre—. Le pediré el coche a…<br />

—Yo la acompañaré —intervino William con voz ronca, de una forma que no admitió réplica.<br />

Jared lo miró sorprendido. Normalmente, William eludía cualquier contacto con humanos. Le eran indiferentes en la<br />

mayoría de los casos, y cuando no tenía más remedio que tratar con ellos se mostraba frío y distante, demasiado<br />

impaciente.<br />

—¡Estupendo, todo solucionado! ¿Nos vamos? —exclamó Evan con algo de prisa. Vio la mirada fulminante que le<br />

lanzaba Jared y se encogió de hombros, desconcertado, no tenía ni idea de qué le pasaba ahora a su hermano.<br />

—Te veo mañana —dijo Jill, besando a Kate en la mejilla—. Suerte —susurró junto a su oído, y se alejó dedicándole<br />

una sonrisa de complicidad.<br />

Apenas habían llegado a la acera, cuando un todoterreno de color rojo se detuvo junto a ellos con un frenazo que dejó<br />

marcas en el asfalto. Un par de chicos con cazadoras blancas y azules descendieron del vehículo, y un tercero bajó la<br />

ventanilla del copiloto.<br />

—Hola, Jill, ¿te llevamos a alguna parte? —preguntó el más alto, un chico pelirrojo con el rostro cubierto de pecas con<br />

el que Jill había salido un par de veces el año anterior.<br />

—Gracias, Peter, pero ya tengo quien me lleve —contestó algo tensa.<br />

—¿Quién? ¿Ese? —preguntó Peter en tono burlón—. ¿Es que sales con él?<br />

—Sí, sale conmigo, ¿tienes algún problema con eso? —preguntó Evan a su vez.<br />

—Últimamente tus gustos dejan mucho que desear —dijo Peter a Jill, ignorando deliberadamente a Evan.<br />

—Vamos, subid al coche y dejadlos en paz —propuso el chico rubio que conducía.<br />

Jill le dedicó una sonrisa de mofa al pelirrojo y cogió a Evan del brazo, tirando de él para alejarlo de sus compañeros<br />

de instituto.<br />

—Sí, Peter, sube al coche —sugirió Evan con acritud. Sus pies estaban clavados en el suelo, ignorando los intentos de<br />

Jill por apartarlo.<br />

—Te crees un tipo duro, ¿eh? Puede que lo seas en el campo, pero aquí estamos en mi terreno. Este es mi pueblo, estas<br />

son mis calles. No lo olvides. —El pelirrojo parecía empeñado en provocar a Evan.<br />

—¿Me estás amenazando? —inquirió Evan con un parpadeo inocente, soltó una carcajada.<br />

El chico rubio que conducía soltó el volante, y se asomó un poco por la ventana del copiloto.<br />

—Ya vale, Peter, sube al coche —le dijo a su amigo.<br />

—Tranquilo, Justin, solo charlo un poco con nuestro amigo.<br />

—No entres en su juego, Evan, solo quiere provocarte —susurró Jill.<br />

—¿Provocarle? Oh no, de eso ya te encargas tú. ¿Ya lo habéis hecho? Tú eres de las que van rápido, gatita —replicó<br />

con desprecio y un tono insultante que sacó a Evan de sus casillas.<br />

—¡Voy a partirte la cara! —gruñó.<br />

Evan no era de los que se mezclaba en peleas, ni tampoco de los que se dejaban provocar. Al contrario, era un chico<br />

tranquilo con una gran paciencia, pero aquellos tipos se la estaban buscando desde el primer día; sobre todo Peter, que se<br />

había convertido en un auténtico acosador. Se lanzó hacia delante con los puños apretados dispuesto a darle una paliza,<br />

pero Jared se interpuso a tiempo, cortándole el paso.<br />

—No merece la pena —susurró mientras lo frenaba con las manos en el pecho.<br />

—Déjalos. No estropeemos la noche —le rogó Jill, tirando de su camisa para apartarlo.<br />

William observó la escena con cautela. Evaluó a los humanos con atención y, a pesar de su actitud provocativa, no<br />

percibió en ellos el valor suficiente como para liarse a golpes con nadie; y parecía que Jared estaba controlando bastante<br />

bien la situación. Entonces se percató de que el chico rubio que conducía el coche miraba fijamente a Kate sin ni siquiera<br />

parpadear. El mismo chico que había visto junto a ella, en la puerta del instituto, unos días antes. No necesitaba leer su<br />

pensamiento para saber qué le pasaba por la cabeza, la contemplaba con una mezcla de deseo y posesión que no le gustó.<br />

De repente Shane apareció en el porche como un rayo, con Carter pisándole los talones. El olor de los humanos había<br />

llegado hasta él, golpeándolo como una bofetada en plena cara.<br />

—¿Qué hacen esos aquí? —bramó sin poder controlarse.<br />

William percibió el brillo dorado de sus ojos y supo lo que ocurriría a continuación. Saltó la barandilla y en menos de<br />

un segundo, como si hubiera salido de la nada, estaba entre los dos grupos con gesto furibundo. Shane llegó junto a él un<br />

latido después, tan ciego por la rabia que no reparó en que estaba en medio, y arremetió contra los chicos humanos.

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