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Se lanzó tras ella sin pensar. Abrió los brazos en cruz para volver a cerrarlos sobre su cabeza, antes de sumergirse como<br />

una flecha en el océano negro y profundo. Durante unos minutos interminables, estuvo bajo el agua, buscándola con<br />

desesperación. Sin poder encontrarla salió a la superficie y giró sobre sí mismo batiendo los brazos para no hundirse.<br />

Aquel fluido salado entraba y salía de sus pulmones impidiendo que articulara palabra. Recorrió con la mirada cada<br />

palmo de agua y por fin la divisó, flotando boca abajo, demasiado cerca de la pared escarpada del acantilado. Intentó<br />

llamarla, pero de su garganta solo salió agua a borbotones, y su nombre se convirtió en un grito silencioso en su mente. Las<br />

olas lanzaban el cuerpo de Amelia contra las rocas, para después arrastrarlo hacia el fondo, así una vez tras otra. William<br />

avanzó contracorriente sin ningún esfuerzo, mientras el pánico atenazaba su garganta. Consiguió aferrarla por la cintura y<br />

nadó hasta la orilla.<br />

Las primeras luces del amanecer despuntaban en el horizonte cuando salió del agua con ella acunada entre los brazos.<br />

Se arrodilló en la arena, sujetándola contra su pecho. Tenía el pelo enmarañado sobre el rostro y se lo apartó con<br />

movimientos rápidos para que el aire llegara a su boca. Le recorrió el cuerpo con la vista, y se sintió morir al comprobar<br />

la gravedad de las muchas heridas que tenía: hematomas de gran tamaño le aparecían por toda la piel, tenía grandes cortes<br />

en las piernas y un fuerte golpe en la frente con una profunda brecha. Supo con certeza que no iba a sobrevivir, apenas oía<br />

los latidos de su corazón.<br />

—Amelia, ¿puedes oírme? —la llamó angustiado mientras le acariciaba la mejilla.<br />

Ella empezó a toser.<br />

—Me duele —dijo de forma casi inaudible, y un gemido escapó de su boca formando una burbuja de sangre entre los<br />

labios.<br />

—Lo sé, es un milagro que aún estés viva —respondió, sobrecogido por la imagen de su cuerpo maltrecho. Tuvo que<br />

apretar los dientes con fuerza para no gritar como loco.<br />

—Me duele mucho el pecho —susurró Amelia con esfuerzo.<br />

William la mantuvo abrazada, y con la mano que le quedaba libre acarició su cabeza, deseando poder borrar con aquel<br />

gesto todo el sufrimiento que ella sentía. Cuando la retiró, estaba manchada de sangre, y la cabeza comenzó a darle vueltas.<br />

La idea cruzó por su mente un segundo, pero fue suficiente para que se sintiera culpable por la locura que se le acababa<br />

de ocurrir. Sacudió la cabeza, no podía hacerlo, estaba prohibido. La observó, alrededor del cuerpo la arena se estaba<br />

tiñendo de rojo, iba a perderla, y esa realidad era peor que convertirse en un proscrito.<br />

—Tengo frío —musitó Amelia.<br />

—No te preocupes, no durará mucho, y te prometo que te pondrás bien. —La besó en la frente y, sin despegar los labios<br />

de su piel, continuó hablando—. Amelia, si no hago algo vas a morir aquí, ¿entiendes? Puedo hacer que el dolor<br />

desaparezca, y puedo salvarte de esta muerte que no mereces; podremos estar juntos para siempre.<br />

El cuerpo de Amelia se estremeció, y sus ojos se abrieron muertos de terror cuando captó el significado de aquellas<br />

palabras.<br />

—No —musitó suplicante—, déjame morir.<br />

—¡No me pidas eso, no puedo perderte! —sollozó. La apretó contra su pecho, meciéndola.<br />

—No lo hagas, Will, no… no quiero ser como tú —se le quebró la voz y enmudeció con otro ataque de tos.<br />

—Puede que ahora no lo sientas así, pero más adelante te darás cuenta de que he hecho lo mejor para ti.<br />

Deslizó los labios por su rostro, besando su mejilla, el contorno de su mandíbula y, por último, depositó un tierno beso<br />

sobre su cuello. El olor de la sangre lo mareaba, llamándolo con insistencia.<br />

—¡No! —sollozó Amelia con los ojos abiertos, al tiempo que sentía los dientes de William clavándose en su piel.<br />

Inmediatamente, la alzó en brazos y corrió a toda prisa hacia la casa. Tenía miedo de no haber actuado a tiempo, porque<br />

el corazón de Amelia se había detenido solo unos segundos después de que él clavara los dientes en su garganta.<br />

Aún sentía el sabor metálico de la sangre en la boca. No había tomado mucha, pero sentía el cuerpo hervir y agitarse,<br />

saturado de vitalidad y de fuerza como nunca. Enseguida se dio cuenta de lo peligrosa y adictiva que podía ser esa<br />

sensación. Tomar la sangre directamente de un humano era, con diferencia, el mayor de los placeres, y tuvo miedo de haber<br />

despertado al diablo que llevaba dentro.<br />

«Estaba asustada y huyó, cayó por el acantilado. No pude evitarlo», fue la amarga respuesta de William, mientras se<br />

dirigía al dormitorio escoltado por los hermanos Solomon.<br />

—Hay que traer a un médico, tiene mal aspecto —advirtió Jerome.<br />

—¡No! —William rechazó la idea de inmediato—. El médico ya no puede hacer nada.<br />

La depositó con cuidado en la cama y se acercó al tocador, junto a la ventana. Alcanzó una jarra con agua y la vació<br />

sobre la palangana que servía de lavamanos. Durante un segundo, contempló su reflejo torturado en el espejo, y suspiró<br />

con tristeza. Buscó una toalla en uno de los cajones y se sentó en el borde de la cama. Poco a poco fue retirando la sangre<br />

seca del rostro de Amelia, bajo la mirada sombría de los licántropos. Escurrió la toalla y el agua se tiñó de un rojo<br />

intenso, el olor penetraba en sus fosas nasales despertando nuevos deseos, y tuvo que apretar los dientes hasta hacerse<br />

daño para mantenerlos bajo control. Deslizó el paño con cuidado a lo largo de la piel de la garganta de Amelia.<br />

Los ojos de Samuel se abrieron como platos en cuanto vio la herida con forma de media luna que tenía en el cuello.<br />

—¿William, qué has hecho? —gritó conmocionado. Se acercó hasta el vampiro y lo apartó de la cama de un empujón<br />

que lo estrelló contra la pared.<br />

—¿Has perdido el juicio, Sam? —preguntó Daniel mientras acudía al lado de William.

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