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expresión ausente.<br />

William miró hacia otro lado y se bajó del mostrador, necesitaba ocuparse en algo que no fuera observarla. Sacó un par<br />

de cajas de la trastienda y comenzó a colocar los libros que contenían, mientras les echaba un rápido vistazo. Apartó un<br />

par con intención de leerlos más tarde y ordenó el resto en un expositor.<br />

Varias veces sorprendió a Kate observándole. Le resultó graciosa la forma en la que ella lo miraba, para después<br />

apartar los ojos rápidamente. El modo en el que su pulso se descontrolaba y cómo se ruborizaba solo con que él posara sus<br />

ojos en ella. Dejó el cómic que estaba ojeando. Frunció el ceño y sus ojos azules mostraron una mirada pensativa. Llevaba<br />

tanto tiempo solo, con aquel vacío frío y oscuro en su pecho que lo había convertido en un autómata, alimentado por el<br />

odio y la culpa, que había olvidado todas aquellas señales. Se movió incómodo, con un extraño nerviosismo. La duda de<br />

que ella pudiera sentir algo por él se instaló en su pecho como si pesara una tonelada. «Esto no es bueno», pensó.<br />

Romperle el corazón era lo último que deseaba.<br />

—¡Vaya, creí que estaban agotados! —exclamó Kate, sacando un ejemplar sobre fotografía de uno de los estantes. Lo<br />

llevó con sumo cuidado a la mesa que Rachel había dispuesto para que los clientes pudieran ver con más comodidad las<br />

publicaciones. Se sentó y lo abrió como si se tratara de algo muy valioso.<br />

William abandonó sus oscuros pensamientos y se acercó con curiosidad. Se sentó junto a ella y observó con<br />

detenimiento las páginas que Kate iba pasando, tan despacio que parecía moverse a cámara lenta. Al cabo de unos<br />

segundos, se distrajo del libro y fijó su atención en el rostro de la chica. Estaba fascinada, con un brillo intenso en los<br />

ojos.<br />

—Mi madre tenía uno como este —susurró ella, conteniendo la emoción que sentía—, pero desapareció con algunas de<br />

sus cosas al poco de su muerte.<br />

—¿Era fotógrafa? —preguntó William, sobrecogido por la tristeza escondida en su voz.<br />

—Sí, y era muy buena. Llegaron a publicar muchas de sus fotografías —respondió orgullosa—. Te las enseñaré si te<br />

pasas algún día por casa —comentó. Alzó el rostro y se encontró con sus ojos azules sobre ella. Sintió una sacudida en el<br />

pecho que aceleró su respiración y tuvo que desviar la mirada.<br />

—Me encantaría —respondió William.<br />

Ella volvió a sonrojarse y sus manos temblaron ligeramente. Se contemplaron unos instantes. Kate bajó la vista hacia su<br />

bolso, lo abrió y sacó del interior su cámara Hasselblad.<br />

—Era de ella, la llevo encima a todas horas. Siempre hay que estar preparada, porque nunca sabes dónde puede<br />

aparecer esa imagen mágica que convierta un trozo de papel en toda una historia. Al menos, eso decía mi madre. —Apuntó<br />

con la cámara a William y disparó—. ¿Sabías que todavía hay gente que cree que las fotografías atrapan tu alma,<br />

transformándola en algo malvado? Yo simplemente creo que la muestran tal y como es. —Pulsó el disparador por segunda<br />

vez—. Estoy deseando ver la tuya.<br />

Aquel comentario levantó una pequeña ampolla en William. Estaba convencido de que su alma había abandonado su<br />

cuerpo el día que murió para convertirse en vampiro, llevándose con ella toda su esencia humana. Aquella sensación de<br />

vacío en su interior había llegado a atormentarlo durante mucho tiempo. Sin alma, la oscuridad podía campar a sus anchas<br />

dentro de su cabeza y de su corazón, podía borrar los recuerdos y eliminar la conciencia, podía transformar a un buen<br />

hombre en un perverso demonio, en un vampiro, en un renegado.<br />

—¿De verdad crees que un trozo de papel te va a mostrar mi alma? ¿Cómo estás tan segura de que tengo una? Venga<br />

Kate, ¿cómo crees que es la mía? —preguntó William con ojos feroces.<br />

Su pálida piel centelleó con un aura salvaje, de una forma tan sutil que pasó desapercibida a la mirada humana de Kate.<br />

Aunque el tono de su voz la intimidó.<br />

Ella se inclinó hacia atrás en la silla, alejándose con disimulo de él. Tragó saliva para deshacer el nudo de su garganta<br />

y apretó los labios sin apartar la vista de su dura expresión. William había cambiado bruscamente, otra vez. Su rostro<br />

parecía esculpido en granito y sus ojos dos trozos de hielo. Tardó un momento en recobrarse lo suficiente como para<br />

responder.<br />

—En un par de días te lo diré. —Sacó el carrete de la cámara y lo guardó dentro del bolso—. Pero estoy segura de que<br />

es mucho más hermosa de lo que tú crees.<br />

William la miró como si lamentara las preguntas.<br />

—Lo siento. —Se levantó de la silla y se alejó dándole la espalda, cerró los ojos con un angustioso remordimiento—.<br />

He vuelto a hacerlo… te he intimidado.<br />

—¡No! —dijo ella, acercándose un poco a él.<br />

—Sí, te he asustado y no era mi intención. Siento haber perdido el control —replicó con voz ronca, metiendo las manos<br />

en los bolsillos de su pantalón para controlar el temblor que las recorría.<br />

—¿Tan malo es lo que guardas ahí dentro? —preguntó ella, sintiendo una profunda pena. Apoyó una mano en la espalda<br />

de William.<br />

Él se giró al sentir el suave roce.<br />

—Sí —respondió. Sabía que estaban iniciando una conversación que no deberían mantener. Deseó decirle algo grosero<br />

para que se enfadara y se marchara, para que dejara estar las cosas. Era lo más rápido y efectivo, aunque no tuvo valor;<br />

mirándola a los ojos no se sentía capaz de herirla.<br />

—Puede que si hablaras de ello, si lo sacaras fuera...

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