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William dejó vagar su mirada alrededor.<br />

—Hace tiempo que dejé de amarla, mis motivos son bien distintos. Lo único que quiero es verla muerta —aseguró con<br />

sinceridad, mientras un frío destello iluminaba sus ojos. Hacía mucho tiempo que ya no albergaba ningún sentimiento por<br />

la que era su mujer, solo se sentía responsable del monstruo en el que ella se había convertido por su culpa. Resopló—.<br />

Pero ya estoy cansado de esta persecución. El odio me está consumiendo y siento una terrible oscuridad sobre mí, tengo<br />

miedo de acabar convirtiéndome en uno de ellos.<br />

—¡Pues termina de una vez! Hay otros que pueden encargarse de esta cruzada, deja que sean ellos los que le den caza<br />

—sostuvo Daniel de forma severa.<br />

—Ni los Cazadores ni los Guerreros han conseguido acercarse a ella tanto como yo. No la conocen, no saben cómo<br />

piensa; yo sí.<br />

Daniel posó una mano en el hombro del vampiro y le dio un ligero apretón.<br />

—Tienes que vivir. Tienes que vivir y perdonarte.<br />

William alzó la cabeza para mirarlo directamente a los ojos, y se sintió culpable por la angustia que mostraba el<br />

semblante de Daniel. Asintió con la cabeza.<br />

—¿Por qué crees que estoy aquí? Quiero recuperar mi vida y no estoy seguro de poder conseguirlo yo solo —reconoció<br />

abatido—. Me he alejado de todo y de todos. Siento la oscuridad creciendo dentro de mí y lo que intenta hacer conmigo.<br />

No quiero acabar como uno de esos proscritos.<br />

—Eso nunca pasará. No dejaremos que pase. Ahora estás aquí, ¿no?<br />

William asintió con lo que parecía una sonrisa. Inhaló profundamente y contempló el cielo, el bosque. Guardó en su<br />

mente cada sonido y olor que percibía, estudiando cada palmo del terreno como lo haría un depredador. Una brisa ligera<br />

sopló a través de los árboles, las ramas se balanceaban con gracia, susurrantes, arrastrando efluvios humanos desde el otro<br />

lado del lago. Sintió una punzada de hambre y debilidad, y las puntas de sus colmillos le rozaron la lengua.<br />

—¿Dónde conseguisteis la sangre? —preguntó.<br />

—No te preocupes por eso, fue una operación segura.<br />

—Estoy convencido, pero quiero saberlo —insistió William.<br />

—La consiguió Keyla.<br />

—¿Keyla? —repitió. No recordaba ese nombre, aunque tenía la sensación de que debería.<br />

—Es la hija de Jerome, trabaja en la unidad de donantes de sangre del hospital de Concord.<br />

—¿Jerome está en Concord? —preguntó sorprendido.<br />

—No, vive un poco más arriba, esa fue una de las razones por las que vine a Heaven Falls —contestó.<br />

William sonrió más animado. Jerome era hermano de Daniel y una de las personas más nobles y bondadosas que jamás<br />

había conocido. Habían pasado muchos años, demasiados, desde la última vez que estuvieron juntos.<br />

—¡Eso es fantástico! —exclamó—. Sí, creo recordar que tenía tres hijos, ya me habías hablado de ellos: Keyla, Shane<br />

y…<br />

—Matthew, el más pequeño, tiene la misma edad que April; y mañana durante el desayuno podrás conocerlos —dijo<br />

Daniel. Y cambiando de tema, añadió—: ¿Qué tal tu habitación? ¿Te gusta?<br />

—Es estupenda, pero no era necesario que os tomarais tantas molestias. Me habéis dado el mejor cuarto de la casa.<br />

—Necesitas un lugar que sea solo para ti, donde puedas descansar o refugiarte cuando lo necesites. A no ser que decidas<br />

hacer definitiva tu estancia aquí y quieras vivir solo. Si es así, hay una casa al norte que sería perfecta para ti. ¡Tienes que<br />

verla! Es enorme, con ventanas tan grandes que ocupan casi toda la pared. Yo quise comprarla, pero el dueño parece tener<br />

algún problema con los canadienses; creo que su ex mujer lo es, y el tipo parece resentido con ella.<br />

William sacudió la cabeza.<br />

—Daniel… no estoy seguro de si podré acostumbrarme a este lugar, quizá Inglaterra sea mejor para mí que todo esto.<br />

—¿Por qué estás hablando de marcharte? Has venido para quedarte con nosotros, para alejarte de todo —la voz de<br />

Daniel sonó cortante y sombría.<br />

—Y así es, pero no te aseguro que vaya a quedarme mucho tiempo. No sé si estoy preparado para una vida tan…<br />

humana.<br />

Daniel bufó y enfundó las manos en los bolsillos de su pantalón.<br />

—Tus fantasmas son tuyos, William, e irán allí donde tú vayas sin importarles el lugar. Ya sea Laglio, Inglaterra o<br />

Heaven Falls; y te digo una cosa más, en este pueblo se respira una paz especial, puedo sentirla. Si no eres capaz de vivir<br />

aquí, no lo harás en ninguna otra parte —replicó abatido, frustrado por no saber cómo ayudar a su amigo.<br />

—Puede que tengas razón, pero por más que lo intento, no consigo librarme de mis fantasmas. Llevan demasiado tiempo<br />

conmigo —reconoció exasperado, con Daniel podía mostrarse débil sin sentirse desprotegido.<br />

—Empieza por olvidar aquella noche, deja de soñar despierto con lo que pasó.<br />

Una sonrisa irónica curvó los labios de William.<br />

—¿Tú lo has hecho? ¿Has conseguido olvidar esa noche? —preguntó con tristeza.<br />

Daniel guardó silencio sin apartar la mirada de William y, lentamente, meneó la cabeza. Ninguno de los dos olvidaría<br />

jamás lo que pasó aquella noche en Summerside.

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