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William se lanzó en su persecución, procurando no dañar a nadie en su frenética salida. La probabilidad de darle<br />
alcance entre tanta gente, sin provocar el caos, era mínima. Llegó a la puerta al mismo tiempo que Shane y salieron a la<br />
calle buscando con la mirada a la pareja. Pequeños grupos de universitarios conversaban en la acera, otros iban y venían<br />
de los distintos pubs que abarrotaban la zona, alborotando con gritos y risas la tranquilidad de la noche.<br />
—¡No consigo verle! —exclamó Shane con apremio—. Esa chica está muerta si no encontramos su rastro.<br />
—No pueden estar lejos —dijo William. Se pasó las manos por la cabeza y se revolvió pelo con frustración—. Intentará<br />
llevarla a un sitio poco transitado como un callejón, un garaje, un edificio abandonado… Un lugar donde le resulte fácil<br />
deshacerse del cuerpo cuando la mate. Y espero que la mate si no llegamos a tiempo, porque si la deja con vida tendremos<br />
un problema mayor.<br />
—Antes esto era una zona industrial, más abajo solo hay almacenes y alguna fábrica, la mayoría son edificios<br />
abandonados.<br />
—Tiene que estar ahí.<br />
—¡Pues vamos! —dijo el licántropo con un brillo depredador en los ojos.<br />
—Es mejor que te quedes aquí…<br />
—¡De eso nada!<br />
—Si tengo que preocuparme por ti, acabará por matarnos a los dos, y si eso ocurre, tu padre es capaz de bajar al<br />
infierno a buscarme —replicó molesto.<br />
—Estamos perdiendo el tiempo —gruñó Shane entre dientes, y desapareció corriendo calle abajo.<br />
—Es igual de cabezota que todos los Solomon —masculló William para sí mismo con un bufido, y corrió tras él.<br />
Dejaron atrás la calle iluminada por las luces de los pubs y se adentraron en una travesía desierta, donde el resplandor<br />
amarillento de las farolas apenas alumbraba un par de metros el suelo de alrededor. Se mantenían ocultos en las sombras,<br />
con el cuerpo en tensión y atentos a cualquier sonido o movimiento que indicara la presencia del renegado y la chica.<br />
Un grupo de perros husmeaba en unos contenedores de basura situados junto a lo que parecía una antigua fábrica y, al<br />
percibir la presencia de aquellos seres extraños, comenzaron a gruñir, dispuestos a atacar si se acercaban más de la<br />
cuenta. William siseó entre dientes una advertencia que los ahuyentó, excepto a uno. El perro, de un tamaño gigantesco, se<br />
mantuvo en su posición, desafiante, percibiendo al vampiro como una gran amenaza.<br />
El aroma de la sangre penetró en el olfato de William. Aceleró el paso hasta llegar a los contenedores, con los ojos fijos<br />
en la calle que rodeaba al destartalado edificio del que fluía el olor, trazando un sendero invisible. El can se encogió<br />
dispuesto a saltar sobre él, pero no tuvo tiempo. Shane se había colocado entre el vampiro y el perro lanzando un gruñido<br />
seco y áspero; un brillo dorado iluminó sus ojos, y el animal se encogió en el suelo gimiendo de forma sumisa.<br />
—Márchate —ordenó al perro con un susurro.<br />
El enorme can obedeció y desapareció en la oscuridad.<br />
William se agachó junto al contenedor e indicó a Shane con un gesto que hiciera lo mismo.<br />
—Al otro lado de ese edificio —informó, girando apenas la cabeza para señalar el lugar—. Un rastro humano, tres de<br />
vampiro.<br />
Shane asintió en silencio con los dientes apretados por los nervios. A él tampoco le habían pasado desapercibidos los<br />
olores que emanaban de la oscura callejuela, y supo, sin lugar a dudas, que ya no podían hacer nada por la chica.<br />
—Si nosotros podemos percibirlos, ellos también sabrán que estamos aquí y se esfumarán —susurró Shane sin poder<br />
disimular su impaciencia.<br />
Agachado como estaba, William adelantó una pierna y apoyó los brazos sobre la rodilla. Se inclinó hacia delante y una<br />
sonrisa divertida curvó sus labios.<br />
—Primera lección, Cazador: los renegados son seres soberbios e indisciplinados, tan pagados de sí mismos que lo más<br />
probable es que estén con la guardia baja saciando su sed con esa pobre chica; pero tranquilo, si nos descubren intentaran<br />
arrancarnos la cabeza antes de huir. Así que… tendremos que ser más rápidos —dijo con humor, pero su voz se convirtió<br />
en una advertencia cuando continuó—. Segunda lección: harás lo que yo te diga cuando yo te lo diga, sin preguntar, sin<br />
dudar, solo obedecerás, ¿está claro? —consultó con voz imperiosa. Shane volvió a asentir—. Quiero que vuelvas a<br />
Heaven Falls de una sola pieza, por lo que no voy a dejar que hagas ninguna tontería. ¿Lo entiendes?<br />
William observó durante unos segundos el rostro del licántropo, a la espera de alguna queja, pero ni una sola palabra<br />
salió de su boca.<br />
Un grito ahogado llegó hasta ellos, seguido de una risa perversa carente de humanidad. William pensó durante un<br />
instante en cómo acercarse a los renegados. Si tenían alguna posibilidad de sorprenderlos, sería desde los tejados, con el<br />
viento diluyendo sus presencias.<br />
Más rápidos que el viento saltaron la valla que marcaba el perímetro de la fábrica, deslizándose entre las sombras como<br />
fantasmas. Encontraron las puertas y ventanas tapiadas, incluso los muelles de carga y descarga estaban ocultos tras muros<br />
de ladrillo.<br />
William cruzó su mirada con la de Shane y con un gesto señaló el tejado. El muchacho esbozó una leve sonrisa, dio unos<br />
pasos atrás y, con un ligero impulso, saltó hasta agarrarse al escaso centímetro de alfeizar que sobresalía de la ventana<br />
tabicada. De un vistazo calculó el espacio que había hasta el siguiente, y sin ningún esfuerzo se impulsó con los brazos;<br />
hizo lo mismo con el trecho que quedaba hasta el tejado, pero la distancia era mucho mayor y le faltó un palmo para<br />
aferrarse al alero. Chocó contra la pared, y habría caído si una mano dura y fría como el hielo no lo hubiera sujetado por