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CAPÍTULO 21<br />
Cerró los ojos tratando de recrear la imagen en su mente. Durante un segundo, unos ojos fríos como el hielo y del color<br />
de la sangre se habían cruzado con los suyos. Se sentía confuso, solo eran las cinco de la tarde y un vampiro paseándose a<br />
pleno sol iba contra toda lógica. Olisqueó el aire, el rastro era claro e intenso y un gruñido escapó de su garganta, lanzando<br />
una advertencia al aire. Bordeó el arroyo, salpicando de barro su pelo blanco como la nieve, y buscó un sitio menos<br />
profundo por el que cruzarlo. El agua estaba demasiado fría y los guijarros del fondo se movían temblorosos bajo sus<br />
enormes patas.<br />
Una vez al otro lado, solo le costó unos segundos volver a encontrar el rastro. Aceleró el paso, presa de la agitación que<br />
lo devoraba, con el cerebro funcionando a toda velocidad. Cabía la posibilidad de que todo hubiera sido producto de su<br />
imaginación. Llevaba una temporada demasiado nervioso y desconcentrado. Y la necesidad de cazar lo atormentaba con tal<br />
intensidad, que había estado a punto de sucumbir a su instinto cuando abandonó el hospital tras Justin, dispuesto a<br />
destrozarle la garganta.<br />
Si le quedaba alguna duda sobre lo que había visto, ésta se disipó cuando tropezó de golpe con el cadáver desangrado y<br />
todavía caliente de un ciervo. El pelo de su lomo se erizó y su mandíbula entreabierta dejó al descubierto una hilera de<br />
dientes afilados. Movió las orejas intentando captar algún ruido extraño, pero todo estaba demasiado silencioso.<br />
Conocía las normas en estos casos. Primero avisar a la manada y después atacar en grupo, a no ser que no le quedara<br />
más remedio que enfrentarse solo. Sin embargo, aún vaciló. Sabía que era fuerte, más que la mayoría de su especie, y sus<br />
sentidos eran más agudos y precisos. Daniel se lo había asegurado en una confidencia. Como líder del clan, percibía el<br />
poder de cada miembro de su manada, y lo que había visto en él superaba con creces cualquier expectativa; por encima de<br />
Samuel, el Cazador por excelencia. Gruñó airado, lanzando una amenaza al aire, seguro de que el vampiro estaba allí,<br />
observándole. Dio media vuelta y rápido como el viento emprendió el regreso.<br />
Entró en la casa semidesnudo, con la respiración tan agitada que necesitó unos segundos para poder hablar.<br />
—¿Y tu padre? —preguntó a Evan sin aliento.<br />
—Todavía no han regresado —contestó este a la vez que se levantaba del sofá—. ¿Qué pasa, Shane?<br />
—Hay otro vampiro —respondió. Su respiración aún era entrecortada, casi estaba hiperventilando.<br />
—¿Dónde? —preguntó Evan. La adrenalina que fluía a través de la sangre de Shane llegaba a sus sentidos alterando la<br />
conciencia de su bestia. Un brillo dorado iluminó sus ojos.<br />
—Oculto en la montaña.<br />
—¿Qué ocurre? —la voz de Keyla se elevó curiosa desde la cocina.<br />
—Tu hermano cree que ha visto un vampiro —indicó Evan, contagiándose del nerviosismo de Shane.<br />
—¿Cuándo? —preguntó Keyla. Entró en el salón y fue junto a su hermano.<br />
—Hace menos de media hora.<br />
—¡Eso es imposible! —replicó ella con cierto escepticismo.<br />
—Podemos preguntárselo al ciervo que encontré desangrado, todavía estaba caliente —contestó Shane en un tono nada<br />
amable. Su relación con Keyla no estaba atravesando uno de sus mejores momentos.<br />
—Pero es que eso significaría que… puede…<br />
—Moverse bajo el sol —intervino William. Acababa de aparecer al pie de la escalera. Su mente comenzó a trabajar<br />
con rapidez, barajando una lista de posibilidades a cuál más peligrosa.<br />
—Es una locura —susurró Evan.<br />
—Os aseguro que ese ser estaba allí, observándome. Vi sus ojos clavados en mí —aseguró Shane. Intercambió una<br />
mirada con William y el vampiro asintió, creía en lo que decía.<br />
—Pero no tiene por qué ser de los malos, ¿verdad? —preguntó Jill sin poder evitar meterse en la conversación. Estaba<br />
sentada en un sillón junto a la ventana, encogida sobre sus rodillas, y comenzaba a asustarse.<br />
—Lo es —afirmó Shane sin dudar.<br />
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Jill insistió, buscando una respuesta tranquilizadora.<br />
—Existe un protocolo entre nosotros —le explicó Evan, arrodillándose junto a ella—. Cuando nos encontramos con<br />
otros inmortales o entramos en sus territorios, debemos presentarnos, manifestar nuestra presencia para evitar posibles<br />
malentendidos, incluso enfrentamientos.<br />
—¿Eso fue lo que hizo el vampiro del hotel? —preguntó con voz temblorosa.