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Unos minutos más tarde, aparcó frente a la entrada del instituto, y aguardó nervioso con la vista clavada en la puerta. No<br />

tenía ni idea de qué iba a decirle a Kate. Sabía que cometía un error al dar ese paso, que era mejor dejar las cosas como<br />

estaban, pero su conciencia le arañaba el pecho y le hacía sentir miserable. Era incapaz de olvidar su imagen, escondida<br />

tras el coche como si hubiera hecho algo malo de lo que tuviera que avergonzarse.<br />

Los estudiantes comenzaron a salir. Se colocó la gorra y las gafas oscuras para proteger sus ojos del intenso sol, y bajó<br />

del vehículo con un nudo en la garganta. Unos minutos después, Kate apareció junto a un par de amigas que parloteaban<br />

entre risas bajo su mirada aburrida. Llevaba el pelo recogido en una coleta que dejaba a la vista su cuello esbelto, del que<br />

colgaba una fina cadena de plata con una pequeña cruz.<br />

William la contempló hipnotizado, ella destacaba por encima de todos, con ese aura brillante que la rodeaba. Era como<br />

si no perteneciera a aquel lugar, observándolo todo en la distancia a través de su mirada perdida.<br />

Una extraña sensación se apoderó de Kate, estaba convencida de que alguien la observaba. Recorrió con la vista el<br />

lugar y el corazón le dio un vuelco cuando reconoció a William bajo la gorra y las gafas de sol, de pie, con las manos en<br />

los bolsillos, inmóvil sobre la acera. Se revolvió impaciente, le temblaron las manos y una sensación de mareo comenzó a<br />

aturdirla. Tuvo el impulso de salir corriendo en dirección contraria, pero su cuerpo se resistió, respondiendo a una<br />

necesidad visceral alojada en lo más profundo de su cerebro. Era como si su deseo de estar cerca de él se hubiera<br />

convertido en un lazo físico que la arrastrara a su lado.<br />

—¿Quién es ese? —preguntó Emma, una de las dos amigas que acompañaban a Kate.<br />

Carol, la otra chica, se giró para ver a quién se refería.<br />

—¡Madre mía, es guapísimo! —exclamó, tapándose la boca con la mano para disimular la risa tonta que le había<br />

entrado de repente.<br />

William se quitó las gafas y dio un par de pasos con los ojos clavados Kate.<br />

—¡Chicas, nos está mirando a nosotras! —susurró Carol mientras sacudía las manos y daba saltitos. Encantada con el<br />

deseo de ser la afortunada ganadora de aquel juego de miradas.<br />

Kate se llevó una mano a la garganta y enredó un dedo en la cadena de plata con nerviosismo. Su corazón se había<br />

disparado y tuvo la sensación de que todo el mundo podía oírlo palpitar.<br />

—Tengo que irme —dijo con voz casi inaudible. Estaba segura de que William la esperaba a ella, que el motivo de su<br />

aparición tenía que ver con el encuentro de la mañana anterior, cuando le dijo sin pensar lo que sentía.<br />

Él le había prometido que hablarían a la vuelta de su viaje, y eso la mantuvo despierta toda la noche sin poder conciliar<br />

el sueño ni un solo minuto. Lo que no esperaba era que regresara tan pronto y, mucho menos, que al final apareciera;<br />

porque una voz en su interior le decía que William volvería a evitarla. Pero la voz se había equivocado, y allí estaba,<br />

aguardándola.<br />

Apretó los labios y se encaminó hacia él con decisión; cuanto antes aclararan aquel asunto antes volvería cada uno a su<br />

vida sin el otro. «Está serio, pero no parece enfadado. ¿Y ahora qué hago? ¿Saludo con una sonrisa o mejor me muestro<br />

distante?», no dejaba de pensar mientras caminaba entre sus compañeros de instituto. Iba tan concentrada en sus<br />

pensamientos que no vio a Justin pararse frente a ella, cortándole el paso, y a punto estuvo de chocar con él.<br />

—Hola, Kate, te estaba esperando.<br />

Kate alzó la vista, sobresaltada, encontrándose con los ojos color avellana de Justin fijos en su rostro.<br />

—¿Te importa si hablamos un momento? —preguntó el chico, mientras la cogía del brazo y tiraba de ella hacia un lugar<br />

más apartado.<br />

Justin Hobb era uno de los tres hijos del alcalde de Heaven Falls. Impulsivo, engreído y con una fuerte personalidad con<br />

la que conseguía que todos le siguieran. Estaba acostumbrado a ser el centro de atención, tanto fuera como dentro del<br />

campo de juego. Aunque eso había cambiado con la llegada de Evan Solomon, el chico había demostrado ser mejor<br />

quarterback que él. Lo odiaba por ello, y si aún no había intentado romperle las piernas era porque se había convertido en<br />

uno de los mejores amigos de Kate. Y, por el momento, no quería hacer nada que estropeara la escasa relación que<br />

mantenían.<br />

Nunca se había fijado en ella. No era del equipo de animadoras, ni del equipo de natación. No pertenecía a ninguno de<br />

los grupos con los que él se relacionaba, y si no hubiera sido por un par de suspensos en matemáticas, jamás se habría<br />

prendado de ella.<br />

—¡Me han admitido en Yale! —dijo Justin, excitado, y agitó un papel que llevaba en la mano, la carta con la respuesta<br />

de la universidad—. Y todo te lo debo a ti, a tus clases.<br />

—El mérito es tuyo, yo solo te demostré que eras capaz de conseguirlo —señaló Kate con impaciencia, mientras lanzaba<br />

miradas nerviosas por encima de su hombro—. Perdona, pero tengo que irme.<br />

Justin no la soltó.<br />

—¿Por qué no vamos a tomar algo? —sugirió, inclinándose sobre ella. Alzó la mano y le sujetó la barbilla con los<br />

dedos—. Quiero celebrarlo contigo, profe.<br />

Hacía tiempo que Kate intuía los sentimientos que Justin albergaba hacia ella, pero lo que también intuía era que todos<br />

esos sentimientos se concentraban en un único deseo: llevarla al asiento trasero de su coche tal y como había hecho con<br />

tantas otras chicas.

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