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«Más que a mi vida», pensó Jill, pero bajó la mirada y guardó silencio. Hablar de sus sentimientos con Daniel le<br />

resultaba violento. Pero tenía razón, lo único que la mantuvo allí, a pesar del delirio que estaba viviendo, era el amor que<br />

sentía por él, y ese amor no había cambiado. Aunque ahora Evan era un completo desconocido para ella. En realidad,<br />

todos lo eran.<br />

—Jill, puedes preguntarme lo que quieras, sé que debes tener muchas dudas.<br />

Jill dudó un segundo y se miró las manos, tomó aire y enfrentó la mirada de Daniel.<br />

—¿Cómo se convirtió Evan en un… licántropo? —preguntó sin más.<br />

—¿Tú qué piensas?<br />

—Que le mordió otro licántropo, pero… —empezó a decir. Un brillo extraño cruzó por los ojos de Daniel—, algo me<br />

dice que me estaría equivocando.<br />

«¿Cómo no me he dado cuenta antes?», pensó Jill. Había aceptado lo ocurrido sin cuestionarse nada más. Debía de<br />

encontrarse bajo algún tipo de shock que la había vuelto idiota de repente. Evan no era un caso aislado. Todos eran<br />

licántropos, estaba entre una familia de hombres-lobo, y muchos detalles empezaban a tener sentido. Incluso el hombre que<br />

les había atacado debía de ser uno.<br />

—Eres una mujer muy lista, Jill —reconoció Daniel al intuir los pensamientos de la chica—. Hace más de tres siglos<br />

que ningún mortal sobrevive a la mordedura de un licántropo. Podría decirse que ahora toda la especie es pura desde su<br />

nacimiento —estaba empleando aquella voz calmada y serena que usaba en los momentos difíciles.<br />

—El hombre que nos atacó, también era un… un hombre-lobo, ¿verdad? —preguntó con resentimiento.<br />

—No —contestó Daniel. Desvió la mirada hacia William. El vampiro asintió con un leve gesto, dándole su permiso<br />

para que continuara hablando—. Era un vampiro.<br />

Jill sintió cómo las defensas que había levantado para afrontar aquella situación se venían abajo, y empezó a temblar.<br />

—¿Los vampiros también son reales? —preguntó con voz ronca. Un nudo se formó en su garganta, amenazando con<br />

ahogarla.<br />

—Sí —esta vez fue William quien contestó. Jill se giró de golpe hacia él, había olvidado por completo su presencia. Y<br />

el vampiro añadió con voz fría—: Somos tan reales como tú.<br />

Jill no podía apartar sus ojos de William. «Ha dicho somos, ha dicho somos», se repetía a sí misma sin parar.<br />

—Jill —la llamó Daniel. Acercó una mano a su rostro y, con suavidad, lo giró para que apartara la vista de William y se<br />

concentrara solo en él. Por un instante temió que no pudiera soportarlo—. Existe otro mundo muy diferente al que tú<br />

conoces. Un mundo que mi familia y la de William protegen desde hace siglos, y para que puedas entender de qué te estoy<br />

hablando, hay una historia que debes conocer.<br />

Le habló de la rebelión y de la guerra que aconteció después. Le habló de Victor y de Sebastian, del pacto y de los años<br />

de paz que sucedieron a aquella alianza hasta el día de hoy. También le habló de los renegados: vampiros y licántropos<br />

que se habían negado a vivir acatando las leyes, y de lo peligrosos que eran tanto para los humanos como para ellos. Y de<br />

cómo los vampiros, liderados por la familia Crain, y los licántropos, liderados por la familia Solomon, aunaban fuerzas<br />

para acabar con aquellos peligrosos asesinos. Sin embargo, evitó hablarle de Amelia y del pulso de poder que hubo entre<br />

Samuel y él, y de otros muchos secretos que únicamente concernían a sus protagonistas.<br />

Jill escuchó sin pestañear, absorta en el relato. Se sentía como una niña a la que le estaban contando un cuento para<br />

dormir y pensaba que, en los labios de Daniel, la historia no parecía tan terrorífica como en un principio había imaginado.<br />

—Me sorprende la forma en la que estás asumiendo esta situación. Otro en tu lugar pensaría que había perdido el juicio<br />

—dijo Daniel.<br />

Jill le sostuvo la mirada.<br />

—Sé que no estoy loca, así que no me queda más remedio que aceptar que lo que está pasando es real —dijo<br />

convencida, y mucho más tranquila que al principio.<br />

Daniel se agachó frente a ella, para quedar a la altura de sus ojos.<br />

—Solo me queda hacerte una pregunta, y es la más importante.<br />

Jill asintió con la cabeza, dando a entender que estaba preparada.<br />

—¿De verdad quieres pertenecer a esta familia y cargar con el peso de nuestro secreto?<br />

—¡Por supuesto! —contestó sin dudar. Era la primera vez, en diecinueve años, que sentía que tenía una familia de<br />

verdad. Qué importaba si eran hombres-lobo, vampiros o los enanitos de Blancanieves; ellos la querían, podía sentirlo.<br />

Daniel le dedicó una sonrisa cargada de gratitud, y respiró aliviado.<br />

—Ve a ver a Evan, le oigo resoplar desde aquí.<br />

Jill se levantó, aún le temblaban las rodillas. Sus ojos se encontraron con los de William, y tuvo la impresión de que su<br />

mirada era ahora un poco más dulce. Ese detalle la animó a sonreírle, en un intento por mitigar la frialdad que desde un<br />

principio existía entre ellos. William le dedicó una leve sonrisa y se levantó para abrirle la puerta. Jill se detuvo antes de<br />

salir, tragó saliva y giró sobre sus talones para mirar a Daniel.<br />

—¿Y si hubiera contestado que no? —preguntó, frunciendo el ceño.<br />

—Eso ya no tiene importancia, ¿no crees? —contestó Daniel sin demostrar ninguna emoción.<br />

—Quiero saberlo.<br />

Daniel la miró fijamente unos segundos antes de contestar.<br />

—Hace mucho tiempo me comprometí a proteger a los humanos de seres como nosotros, pero el compromiso que tengo

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