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que ella no había domesticado a un gorila, sino a un enorme lobo de más de cien kilos.<br />
—No creo que mi abuela me deje quedarme contigo —dijo cuando estaba a punto de salir del bosque, para adentrarse<br />
en el claro donde se levantaba la casa—. Seguro que comes muchísimo. Aunque creo que pode… mos…<br />
Giró a su alrededor buscando con la mirada, el lobo ya no estaba, se había ido sin que ella se diera cuenta.<br />
William detuvo el coche al final de la calle sin salida, justo enfrente del pequeño arco de madera cubierto de hiedra<br />
que daba entrada al parque de Heaven Falls. En realidad no era exactamente un parque, sino una extensión del frondoso<br />
bosque que se había acondicionado como tal. Contempló la arboleda durante unos instantes, todo estaba quieto y en<br />
silencio. Sus manos aún aferraban el volante y, con un suspiro, apoyó la frente sobre él. Estuvo así unos segundos, tratando<br />
de calmar los nervios que le estrujaban el estómago.<br />
Observó la calle a través del espejo retrovisor, vio el viejo coche de Kate y el desasosiego volvió con fuerza minando<br />
su ánimo. Lo mataban las dudas.<br />
Una sombra surgió junto a su ventanilla.<br />
—Lleva ahí dentro algo más de una hora —dijo Shane entre susurros, cuando William bajó del coche—. He dado una<br />
vuelta por los alrededores, todo está tranquilo.<br />
—Gracias —respondió William. Se encogió de hombros y guardó las manos en los bolsillos de sus tejanos, tratando de<br />
sacudirse de encima la sensación de inquietud.<br />
Un ligero carraspeo sonó tras ellos y de entre las sombras surgió Cassius, uno de los licántropos a los que había llamado<br />
Daniel por si surgían problemas. Su piel negra como el ébano brillaba bajo la luz de la luna, iba descalzo y solo vestía un<br />
pantalón, dejando al descubierto un torso duro y musculado.<br />
—La zona sigue tranquila —anunció. Hizo un leve gesto de asentimiento y el vampiro se lo devolvió con sincera<br />
gratitud.<br />
William se despidió de los dos hombres y observó durante un rato la calle desierta. El sonido de unos pasos captó su<br />
atención. Una mujer había salido de una de las casas con una bolsa en la mano, la depositó en un cubo de basura que estaba<br />
en la acera y volvió sobre sus pasos sin percatarse de su presencia.<br />
No sabía con exactitud qué era lo que Kate hacía en aquel lugar. Shane le había dicho algo sobre un hombre mayor al<br />
que había llamado tío, pero no recordaba que ella le hubiera hablado de ningún otro familiar que no fuera Alice, Martha o<br />
Jane.<br />
William se puso tenso. La voz de Kate fluía con claridad desde en el interior de la casa. La puerta se abrió y la chica<br />
apareció en el porche con un sobre marrón entre los brazos.<br />
—Gracias por dejarme la reveladora, tío Ben.<br />
—Gracias a ti por haber pasado un rato con este viejo —dijo un hombre bastante mayor con el pelo completamente<br />
blanco—. ¿Volverás pronto a visitarme?<br />
—Claro que sí, sobre todo si me preparas ese pastel de boniatos tan rico —contestó ella sin dejar de sonreír.<br />
—A tu madre le encantaba mi pastel de boniatos —dijo el hombre con nostalgia—. ¡Te pareces tanto a ella!<br />
—Buenas noches, tío Ben —se despidió Kate, dándole un beso en la mejilla.<br />
William observó toda la escena desde las sombras. A pesar de la distancia y de la poca luz, podía verla con claridad.<br />
Vestía unos tejanos de color claro y una camiseta verde de tirantes. Grácil y hermosa descendió los peldaños del porche en<br />
dirección a su coche. La culpabilidad lo abofeteó de lleno en cuanto vio su rostro. Estaba pálida como un cirio, y unas<br />
profundas marcas de color violeta, hinchadas en exceso, rodeaban sus ojos. La vio rebuscar en su bolso, y supo que si<br />
quería hablar con ella, debía hacerlo ya, antes de que se marchara y volviera a encerrarse en su habitación; tal y como<br />
había hecho los últimos tres días.<br />
—Kate.<br />
Kate dio un respingo. Alzó los ojos casi con miedo y se estremeció cuando encontró a William frente a ella.<br />
—No pretendía asustarte —dijo él.<br />
Ella no contestó, un doloroso nudo le oprimía la garganta. Empuñó la llave del coche e intentó meterla en la cerradura,<br />
probó varias veces, pero aquel trozo de metal se negaba a entrar en su sitio.<br />
William sujetó su mano y la guió con pulso firme. Un segundo después, la puerta abierta. Kate se apartó de su contacto y<br />
le dio la espalda.<br />
—Te pedí que te fueras —dijo en un susurro.<br />
—Créeme, lo intenté.<br />
—¿Qué quieres, William? —preguntó con un tono cargado de rencor, sin levantar la vista de sus pies.<br />
—Necesito hablar contigo.<br />
—No creo que haya nada más que decir entre nosotros —dijo categórica.<br />
William contuvo un suspiro frustrado. Kate estaba muy dolida y no iba a ser fácil que abandonara aquella actitud<br />
orgullosa. Colocó una mano sobre su hombro y la hizo girar lentamente. El color había desaparecido de su rostro por<br />
completo y un ligero temblor sacudía sus labios. Se inclinó hacia ella buscando su mirada.<br />
—Hay mucho que decir —aseguró. Kate ladeó la cabeza y clavó sus ojos en él. William vio en ellos un punto de<br />
flaqueza y aprovechó la oportunidad—. ¡Por favor, solo te pido que me escuches un minuto! —suplicó. Kate tragó con