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—Pues deberías. Es educado, guapo, viste bien y creo que le gustas —confesó encantada, y se puso a buscar el azúcar<br />
entre los múltiples tarros que atiborraban la mesa.<br />
—Ni siquiera le conoces. Además, si sigue aquí es por los peces. Todo el mundo viene aquí por esos peces —repuso<br />
mientras le pasaba el azúcar. Alice se encogió de hombros con una sonrisa misteriosa—. ¿Qué? —replicó Kate molesta.<br />
—¡Nada! Solo es un presentimiento.<br />
—Nunca aciertas con tus presentimientos.<br />
—Pero esta vez es diferente, las vibraciones son muy fuertes —aseguró con una nota de misterio. Añadió azúcar al<br />
sirope y comenzó a batirlo con un tenedor.<br />
—Sabes que ese curso de brujería por correspondencia era un timo, ¿verdad? —preguntó con evidentes dudas sobre la<br />
respuesta. Alice le acercó el cuenco. Kate cogió un poco con el dedo y se lo llevó a la boca—. Le falta azúcar.<br />
Alice añadió otras dos cucharadas.<br />
—No hay que ser bruja para darse cuenta de que ese chico te comería si pudiera —contestó con picardía y probó la<br />
mezcla que estaba batiendo.<br />
Kate soltó un bufido y se dirigió a la escalera.<br />
—Tú siempre tan sutil, abuela —gritó mientras subía los peldaños de dos en dos.<br />
Entró en su cuarto. Se quitó la chaqueta y la sostuvo unos segundos en las manos. La acercó despacio a su rostro e<br />
inspiró hondo, el olor que desprendía era delicioso. Una punzada le atravesó el pecho y su corazón se aceleró de forma<br />
dolorosa. No conseguía acostumbrarse a aquellas emociones, y si alguien le hubiera preguntado en ese momento que cómo<br />
definiría el sentimiento de la atracción, ella habría contestado sin dudar que muy doloroso, un dolor físico y real.<br />
Se desprendió de la blusa y rebuscó en el armario hasta encontrar una camiseta gris y una chaqueta blanca de punto. Se<br />
colocó ambas prendas y echó un vistazo rápido al espejo, quedaban bien con los vaqueros que llevaba puestos. Pasó por el<br />
baño antes de salir, se cepilló el pelo con rapidez y, durante unos segundos, permaneció inmóvil frente al lavabo,<br />
intentando controlar la respiración. Buscó en el estante un tarrito de hidratante labial y se puso un poco con el dedo.<br />
Cuando bajó la escalera, Alice la esperaba en el primer peldaño con una taza de té humeante en la mano.<br />
—Esta vieja entrometida se va a dormir —dijo con gesto cansado.<br />
—Abuela, tú no eres entrometida. Solo eres… tú —añadió en tono cariñoso.<br />
—Estás preciosa —le susurró Alice al oído, y la besó en la mejilla—. Buenas noches.<br />
—Buenas noches, abuela.<br />
Kate la observó mientras subía la escalera, y una tierna sonrisa asomó a sus labios. Le resultaba imposible enfadarse<br />
con ella. Abandonó la casa y se encaminó hacia el roble bajo el que había visto sentarse a William desde la ventana de su<br />
dormitorio, pero el banco estaba vacío. Lo buscó con la mirada y su respiración se agitó de nuevo. Quizás lo había<br />
pensado mejor y había decidido marcharse. No, el coche aún estaba allí. Suspiró de alivio.<br />
Lo encontró de pie, sobre el muelle, con las manos en los bolsillos. Tenía los hombros caídos y la cabeza inclinada,<br />
estaba contemplando el agua.<br />
William se giró al oír los pasos de Kate sobre la hierba húmeda. Una sonrisa jugueteó en sus labios y la invitó a<br />
acercarse con un gesto.<br />
A Kate le flojearon las piernas y estuvo a punto de estrellarse contra el suelo.<br />
«Si vuelve a sonreírme así, me muero», pensó aturdida. Recompuso su equilibrio como pudo y avanzó por el muelle<br />
hasta situarse junto a él.<br />
—Este sitio es precioso, debéis de tener muchos clientes —comentó William, mirando por encima de su hombro para<br />
contemplar la casa.<br />
—No tantos como quisiera —reconoció ella con cierto pesar.<br />
—¿Tienes más familia además de Alice?<br />
—Sí, una hermana mayor, Jane. Vive en Boston.<br />
—¿Y tus padres?<br />
—Murieron cuando yo tenía tres años —contestó mirándose los pies, y una sombra cruzó por su rostro.<br />
—Lo siento, no pretendía…<br />
—¡No, no te preocupes! Apenas tengo recuerdos de ellos, eso es lo que me entristece — reconoció.<br />
William se puso muy serio, miró a lo lejos como si contemplara un paisaje que solo existía para él.<br />
—¿Tienes novio? —preguntó sin apenas articular las palabras.<br />
—No, no salgo con nadie —respondió con una sonrisa que tembló ligeramente, y millones de mariposas se agitaron en<br />
su estómago—. ¿Por qué lo preguntas?<br />
—Ese chico de esta noche, el que conducía el todoterreno rojo, parecía tener un interés especial en ti. No te quitaba los<br />
ojos de encima —dijo algo tenso.<br />
—¿Te refieres a Justin? —gorjeó una risita nerviosa—. Lleva algún tiempo intentando que salgamos juntos, nada más.<br />
—¿Tú no deseas lo mismo?<br />
—¡No! —exclamó, negando con la cabeza para darle más énfasis a su respuesta—. Jamás funcionaría.<br />
—¿Por qué? —preguntó. Dio un paso hacia ella con evidente curiosidad, percibiendo los latidos de su corazón, cada<br />
vez más acelerado.<br />
—Él es el chico popular, guapo y deportista con el que todas quieren salir. Y yo soy la chica rara que solo quiere ser