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hinchaba con una profunda inspiración y su rostro se contraía por la presión de los labios al contener la respiración.<br />

Por un momento, deseó enredar los dedos en los mechones de su brillante pelo oscuro y borrar aquella sombra que lo<br />

entristecía. Le lanzó otra rápida mirada, solo para comprobar que la concentración de su gesto era total y que la ignoraba.<br />

Se sintió mal, le era imposible predecir los cambios de William, para saber a qué atenerse. Pasaba en cuestión de<br />

segundos de ser un chico atento, a ser completamente frío e indiferente. Continuó con la cabeza inclinada y ni siquiera la<br />

alzó cuando ella se despidió con un escueto adiós.<br />

William ladeó la cabeza y la siguió con los ojos hasta que abandonó el café. De repente, él también se levantó.<br />

—Os veo en la librería —dijo casi en un susurro. Pasó entre Shane y Jared, que todavía permanecían en pie, y se dirigió<br />

a la salida a toda prisa.<br />

—¡Espera, voy contigo! —dijo Jared, pero una mano sujetó su brazo impidiendo que se moviera. Shane sacudió la<br />

cabeza ante su expresión interrogante. Pensó unos instantes, de repente su mente se iluminó con una loca posibilidad—.<br />

¿Ellos? —consultó de forma casi imperceptible para que los demás no pudieran oírles.<br />

Shane se echó a reír entre dientes y su expresión contestó afirmativamente a la pregunta.<br />

Los comercios acababan de abrir y la afluencia de gente en la calle se había multiplicado en solo unos minutos.<br />

William inspiró profundamente y decenas de sutiles aromas inundaron su olfato. Comenzó a descartarlos con rapidez,<br />

rastreando con ansia el que le interesaba, uno que conocía a la perfección. El olor de su sangre se había grabado a fuego en<br />

su cerebro y ahora podía encontrarla en cualquier parte. Tomó aire por la boca y un sabor afrutado se pegó a su lengua<br />

provocando un exceso de saliva. El olor era intenso, cada vez más.<br />

La encontró sentada en el primer escalón del porche de la librería. Abrazada a sus rodillas, se mecía con lentitud,<br />

saludando de vez en cuando a algún que otro conocido. Bloqueó todos sus sentidos, alejó el deseo de su mente y dejó paso<br />

al gran placer que sentía al contemplarla, atraído por lo que veía. Todos sus movimientos eran hermosos, desde la forma<br />

en la que se recogía los mechones de pelo tras la oreja, a cómo humedecía sus labios con la lengua y cómo se acariciaba<br />

los brazos.<br />

—Así que esta noche no tendré el placer de tu compañía —dijo William.<br />

—¿De dónde has salido? —preguntó sorprendida, dando un respingo.<br />

William no contestó, sus ojos, muy abiertos y dilatados, seguían clavados en su rostro y en la adorable curva de su<br />

garganta. Tuvo el deseo de aferrarla por el cuello y acercarla a él para poder esconder el rostro en el hueco que había bajo<br />

su oreja. Apretó con fuerza los puños y controló el impulso.<br />

—Tengo mucho que hacer —dijo ella a la defensiva, contestando así al comentario de William.<br />

—Es una pena.<br />

Se sentó a su lado con una sensación cálida en el estómago, en cierto modo, su cercanía también lo reconfortaba. Una<br />

extraña mezcla de sentimientos, que amenazaban con arrebatarle el juicio. Aquella chica era capaz de despertar en él<br />

emociones contradictorias.<br />

De pronto, Kate se echó a reír. William la miró con curiosidad.<br />

—¿Qué? —preguntó él contagiándose de su risa.<br />

—¡El placer de tu compañía! —repitió, intentando imitar la voz de William—. ¿Te das cuenta de que hablas como el<br />

personaje de una peli antigua? Ya nadie habla así.<br />

—Yo sí —contestó él. Inclinó la cabeza sin apartar la mirada de ella y sonrió.<br />

—Eres tan diferente —susurró, abrumada por la intensidad de las sensaciones que su mirada provocaban en ella, y rezó<br />

para que sus ojos no revelaran lo rara y confusa que se sentía respecto a él. Era el chico más extraño con el que jamás se<br />

había topado.<br />

—Lo tomaré como un cumplido… creo.<br />

—¡Vaya, y también un optimista si crees que eso era un cumplido! —Arqueó las cejas con un gesto exasperado. William<br />

la miró desconcertado y ella soltó una carcajada, inclinó su cuerpo hacia él y lo empujó con el hombro—. Es broma.<br />

Él le dedicó su mejor sonrisa, la que le hacía parecer un ángel.<br />

Los dos enmudecieron con la vista al frente, sin fijarse en nada concreto.<br />

—¿Qué haces aquí? —consultó el vampiro con curiosidad, al cabo de unos segundos.<br />

La pregunta sacó a Kate de sus pensamientos y clavó los ojos en William como si acabara de verlo por primera vez.<br />

¿Era su imaginación o sus ojos acababan de cambiar de un azul oscuro a un azul muy brillante, eléctrico?<br />

—Tengo que comprar un regalo. Mañana es el cumpleaños de Alice y quiero regalarle un libro, pero aún no está abierto<br />

—explicó, señalando con la cabeza la puerta que había a su espalda.<br />

William se levantó de un salto, sacó unas llaves del bolsillo y las hizo tintinear en sus dedos.<br />

—¡Se acabó la espera!<br />

Sostuvo la puerta mientras ella entraba. Encendió las luces y se sentó en el mostrador con los pies colgando hacia fuera;<br />

y, con disimulo, se dedicó a observarla. Llevaba un pantalón de lino y una camiseta negra sin mangas. El pelo,<br />

semirrecogido, le caía sobre los hombros formando suaves ondas, y tenía la piel más pálida que jamás había visto en un<br />

humano. Recorría las estanterías despacio, balda por balda acariciaba con el dedo índice el lomo de los libros, mientras<br />

leía los títulos con un gesto que a William le pareció encantador: ladeaba la cabeza a la vez que se mordía el labio con

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