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omba que William estaba a punto se soltar.<br />
—Amelia es mi esposa, nos casamos en 1858 —dijo con frialdad, percibiendo la tensión que crecía en el interior del<br />
licántropo—. Una noche tres proscritos atacaron mi casa y, de la forma más horrible que puedas imaginar, Amelia se<br />
enteró de que yo era un vampiro. Prácticamente enloqueció, y aquella demencia la llevó a despeñarse por un acantilado; la<br />
amaba tanto que no tuve fuerzas para dejarla morir y la convertí en el monstruo que es hoy. ¿Entiendes ahora por qué el<br />
problema soy yo? No dejaré que la historia se repita.<br />
Shane estaba clavado sobre el asiento, el impacto de aquella noticia lo había dejado sin habla. Se esforzaba por<br />
mantener la calma, sin saber cómo debía reaccionar ante aquella revelación; en ese momento, William se había convertido<br />
en un asesino que representaba todo lo que él odiaba y contra lo que quería luchar.<br />
—¿Por qué me lo cuentas? —interrogó con actitud vacilante.<br />
—Porque es lo justo después de que tú hayas confiado en mí.<br />
—¿Mi tío sabe lo que hiciste?<br />
William asintió como si lo lamentara.<br />
—Sí, Samuel y tu padre también, ellos estaban allí y evitaron que los renegados me mataran. —Respiró muy hondo, le<br />
dolía recordar aquellos momentos—. Esa noche fui culpable de muchas cosas, de que tus tíos se distanciaran, de convertir<br />
a mi mujer en un ser perverso y vengativo, y de todas las muertes que ha provocado desde entonces. Yo no tengo salvación,<br />
Shane, ni derecho a que me sucedan cosas buenas. He intentado redimirme persiguiéndola durante años, pero no me ha<br />
servido de nada. Ahora lo único que quiero es descansar.<br />
—¿Quién más está al tanto de esto? —preguntó Shane con ansiedad. Se dio cuenta de que no estaba enfadado con<br />
William, y de que lo que de verdad le preocupaba era que alguien pudiera usar aquel secreto en su contra.<br />
—Rachel, sus hijos y también mi familia, Sebastian siempre le estará agradecido a Daniel por haberme protegido —<br />
respondió algo confuso por la pregunta, no era esa la reacción que esperaba del muchacho.<br />
Shane se bajó del coche sin avisar.<br />
—Vamos, estamos cerca de la casa de Mayers, podemos ir andando —dijo antes de cerrar la puerta, y empezó a caminar<br />
por la acera.<br />
—No has dicho nada sobre lo que te he contado y no sé si alegrarme o preocuparme —señaló William algo nervioso,<br />
cuando le dio alcance.<br />
Shane se detuvo y clavó sus ojos en los del vampiro. Acercó su cara a la de él y le puso una mano sobre el hombro.<br />
—Hay casos en los que es mejor que el pasado se mantenga oculto, y el tuyo es uno de esos. A mí me basta con saber<br />
que aquella noche la manada tomó la decisión de protegerte, lo demás no me importa —dijo con tranquilidad, y la<br />
expresión de su rostro mostró que decía la verdad—. Ahora vamos a por esos papeles.<br />
Shane condujo a William hasta un estrecho callejón sin salida, cerrado por una alambrada de unos tres metros de altura.<br />
Los edificios de alrededor parecían abandonados y, por la basura y las cajas de cartón desparramadas por la calle, saltaba<br />
a la vista que aquella zona no era de las preferidas por el servicio de limpieza de la ciudad. Shane recorrió el entorno con<br />
la mirada y olfateó el aire.<br />
—¿Captas algo? —preguntó con voz casi imperceptible.<br />
William cerró los ojos e inspiró, forzando todos sus sentidos, negó con la cabeza cuando volvió a abrirlos.<br />
—Nada que sea una amenaza —contestó.<br />
El licántropo flexionó las rodillas y, con un leve impulso, se encaramó a la parte superior de la alambrada, saltando<br />
desde allí al oscuro pasaje. William lo imitó y aterrizó al otro lado con la suavidad de una pluma sin ni siquiera haber<br />
tocado el alambre. Avanzaron unos cuantos metros por el callejón, cada vez más estrecho, y llegaron hasta una puerta de<br />
hierro perfectamente camuflada bajo las capas de mugre y pintura que la recubrían. Shane pulsó un timbre un par de veces<br />
y, un instante después, alguien contestaba a través de un pequeño altavoz junto al llamador.<br />
—¡Llegas tarde! —dijo una voz con malestar.<br />
—Abre la puerta, Mayers —replicó Shane, sin mucha paciencia.<br />
La puerta se abrió con un ligero chasquido y ambos entraron en un pasillo con poca luz, que terminaba al comienzo de<br />
unas sucias escaleras.<br />
—Déjame hablar a mí —indicó Shane a William—. Mayers es bastante quisquilloso y no le gustan los vampiros. No le<br />
hizo ninguna gracia que mi tío le pidiera este trabajito.<br />
William asintió con un leve gesto y siguió al joven lobo a través de las escaleras. Después de un par de tramos,<br />
alcanzaron una puerta de acero sin cerradura. Shane llamó con fuerza, golpeando con la palma de la mano, unos pasos<br />
bastante torpes y lentos acudieron a la llamada. La puerta se abrió y un joven que rondaba los veinte salió a recibirlos.<br />
—¿Qué tal, tío? —preguntó el chico a Shane, a la vez que le palmeaba el hombro con entusiasmo—. Hola, soy Troy, me<br />
alegro de conocerte —dijo a William, nervioso, mientras le tendía la mano—. Mi abuelo os está esperando,<br />
acompañadme, por favor.<br />
Siguieron al muchacho a través del laberinto de cables que ocupaba la mayor parte del suelo de lo que parecía el salón,<br />
hasta varias mesas unidas en forma de U repletas de material informático: escáneres, impresoras, ordenadores y decenas<br />
de discos duros que funcionaban entre una montaña de envoltorios de hamburguesas y refrescos.<br />
—Si no te importa, tengo que tomarte una fotografía —dijo Troy a William sin perder la sonrisa. Agarró una cámara<br />
digital de una de las mesas que tenía a su espalda y pulsó el disparador varias veces—. Vale, lo tendré todo listo en un par