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no tenía ni idea de lo que pasaba. Me cuesta creer que Amelia haya aparecido después de tanto tiempo, pero lo que me<br />

parece aún más increíble… ¡Es cómo diablos ha llegado hasta aquí, con todas nuestras medidas de seguridad! —señaló<br />

enfadado, mientras recorría una a una las caras de su manada.<br />

Los licántropos bajaron la cabeza avergonzados.<br />

William apenas oyó el comentario de Daniel, sus ojos buscaban con ansiedad a Kate. Marie la mantenía abrazada.<br />

Corrió hasta ellas.<br />

—¿Estás bien? ¿Estás herida? —preguntó cuando llegó a su lado.<br />

Kate negó con la cabeza, se sentía aturdida, con todos sus sentidos abotargados.<br />

—Solo está asustada —contestó Marie sin soltarla, temiendo que, si lo hacía, pudiera desplomarse.<br />

—Gracias —dijo William a su hermana.<br />

Ella le dedicó una sonrisa.<br />

—Debemos marcharnos —señaló Marie alertada por el sonido de unas sirenas.<br />

William condujo por la carretera a gran velocidad, con todos sus sentidos alerta. El rítmico golpeteo de sus dedos<br />

sobre el volante manifestaba la impaciencia que crecía en su interior. La preocupación por Kate lo estaba ahogando. Ella<br />

no había dicho una sola palabra, permanecía inmóvil como una estatua, contemplando fijamente sus manos salpicadas por<br />

la sangre del vampiro que había intentado matarla. Estaba muy pálida y su cuerpo temblaba sin parar. William tuvo el<br />

deseo de abrazarla, de protegerla bajo su brazo, pero ni siquiera lo intentó. La duda de si ella se lo permitiría le impedía<br />

dar el paso.<br />

Aparcó frente a la casa y sondeó la oscuridad con atención. Saltó fuera del vehículo y corrió para abrirle la puerta a<br />

Kate. Casi la arrastró hasta el porche, cruzó la entrada principal tras ella, sin dejar de mirar atrás. La casa estaba a oscuras<br />

y en silencio. Esa mañana, por precaución, Jerome se había marchado con Rachel, Keyla y los niños a Eire, Pennsylvania,<br />

donde Rachel tenía familia.<br />

William olfateó el aire, no había nada extraño que indicara la presencia de algún intruso. Atravesaron rápidamente el<br />

vestíbulo y subieron la escalera. La guió hasta su habitación, sumidos en un incómodo silencio. Una vez dentro, cogió una<br />

toalla limpia y hurgó sin pudor en la maleta de Marie, buscando algo de ropa. Encontró un pantalón corto y una blusa de<br />

seda y encaje, era lo más sencillo y discreto que había entre el montón de vestidos de firma que Marie acostumbraba<br />

llevar. Se giró y, con paso vacilante, se acercó a ella.<br />

—Es de mi hermana, pero creo que te estará bien.<br />

—Gracias —susurró Kate, mirándose los pies mientras se abrazaba los codos.<br />

Sin levantar la mirada del suelo, cogió la ropa y se encaminó al cuarto de baño cerrando la puerta tras ella. Se recostó<br />

contra la madera y suspiró con ganas de echarse a llorar. Perdida y confundida, necesitaba recomponer los miles de<br />

pedazos a los que había quedado reducida su mente.<br />

Se acercó al espejo y observó su rostro. Tenía la barbilla y la garganta salpicadas de sangre, y mucha más en el pecho y<br />

en la ropa. Poco a poco se fue desvistiendo y entró en la ducha, dejando que el agua caliente la empapara. Giró sobre sí<br />

misma un par de veces, moviendo el cuerpo para que el chorro de agua masajeara por igual sus hombros y espalda. Se<br />

apoyó contra los azulejos y muy despacio se fue deslizando hacia abajo hasta quedar sentada.<br />

Se abrazó las rodillas y cerró los ojos, los nervios estaban haciendo estragos en ella. Todo lo ocurrido en la última hora<br />

parecía un mal sueño, pero ella sabía que no lo era. Ni estaba loca, ni tenía una imaginación desbordante, ni siquiera<br />

consumía sustancias a las que echar la culpa de sus alucinaciones. Todo era real, había ocurrido, y ellos eran… no podía<br />

creerlo. El mundo se abalanzó sobre ella como una tormenta en el océano, y acabó llorando bajo el agua hasta que se le<br />

agotaron las lágrimas.<br />

Se vistió, sintiéndose algo incómoda con aquellas prendas tan ligeras, estuvo tentada de ponerse una toalla sobre los<br />

hombros. Al final abandonó la idea, preocuparse por aquella tontería, con todo lo que estaba sucediendo, le parecía<br />

ridículo.<br />

Cuando terminó de cepillarse el pelo, se plantó frente a la puerta y alargó la mano hacia el picaporte, sin atreverse a<br />

tocarlo. Con solo pensar que William estaba al otro lado, el corazón se le desbocaba con una mezcla de miedo y<br />

excitación. Era un vampiro, lo había visto con sus propios ojos y aún le costaba creerlo. Pero lo que de verdad la<br />

desconcertaba era que, en el fondo, le daba igual lo que él fuera, incluso si estaba loco. Porque lo que no podía imaginar,<br />

era su mundo sin él.<br />

Se llevó una mano al pecho, como si así pudiera frenar el ritmo de su corazón. Inspiró hondo y, sin pensarlo más, volvió<br />

a la habitación.<br />

William estaba sentado sobre la cama, de espaldas al cuarto de baño, inclinado hacia delante con los brazos<br />

descansando sobre los muslos. Kate no podía ver su rostro pero, por la tensión de sus hombros, supo que él tampoco se<br />

encontraba muy cómodo en aquella situación.<br />

Lo observó unos instantes. Ahora que sabía lo que él era, los detalles que le hacían diferente a los humanos eran más<br />

evidentes. Una parte de ella deseaba salir corriendo, huir de él y de lo que representaba; pero otra se resistía a separarse,<br />

por muy peligrosa que resultara su compañía.<br />

—Está bien, estoy preparada —dijo Kate, reuniendo todo el valor que pudo.

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