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sufrimiento era mi felicidad. —Se separó de él y posó los ojos en sus labios—. Tu culpabilidad mi placer. Pero ahora eso<br />

ha cambiado. ¡Has estropeado nuestra gran historia de amor!<br />

—¿Amor? Tú no conoces el significado de esa palabra —replicó William con desprecio.<br />

—¡Por supuesto que lo conozco! ¿Por qué crees que hago esto? Para evitar que vuelvas a sufrir. Alejaré de ti la<br />

tentación sin pedirte nada a cambio, solo por amor —dijo en tono sarcástico, al tiempo que adoptaba una expresión<br />

inocente. Se alejó un poco más y lanzó una mirada furibunda a Kate.<br />

—Estarás muerta antes de tocarla —dijo él.<br />

—¿Quieres apostar? —lo retó. Su sonrisa se volvió engreída.<br />

Los renegados se adelantaron y se colocaron junto a Amelia. Sus ojos del color de la sangre brillaban como teas<br />

ardientes, impacientes por recibir la orden que les permitiría acabar con la vida de su mayor cazador.<br />

William se preparó, listo para el ataque.<br />

De repente se oyó un estruendo, y el Range Rover plateado apareció a gran velocidad con parte del arco que daba<br />

entrada al parque colgando del parachoques delantero. Se detuvo con un fuerte frenazo a escasos centímetros de donde<br />

William se encontraba. Daniel, Carter, Evan y Jared descendieron del vehículo a la velocidad del rayo, ocupando<br />

posiciones junto a William, a la vez que Shane y Cassius surgían corriendo de la oscuridad.<br />

Kate contemplaba la escena muerta de miedo. Se sentía como la persona del público a la que obligan a salir al<br />

escenario, para participar en un espectáculo de escapismo sufriendo claustrofobia. Vio que Marie se relajaba un poco y<br />

suspiraba aliviada, pero no entendía por qué. El enfrentamiento parecía complicarse cada vez más, ahora se había<br />

convertido en el comienzo de una batalla.<br />

«Los Solomon también son vampiros», pensó de pronto. Su estómago se encogió con un doloroso espasmo. ¿Cuántos<br />

más habría fuera de allí? ¿Cuántos serían buenos como William y cuántos malos como Amelia? Se sintió mareada, ni<br />

siquiera sabía si había diferencia entre Amelia y Will iam. Una voz grave y profunda la hizo salir del pozo en el que se<br />

habían convertido sus pensamientos.<br />

—Llévate a Kate de aquí, nosotros nos encargaremos de este asunto —dijo Daniel a William, sus ojos amarillos ardían<br />

de furia.<br />

William asintió, aceptando la sugerencia. No deseaba marcharse. Dejar a sus amigos librando su batalla era de<br />

cobardes, pero su prioridad era que ella estuviera a salvo, lo había prometido.<br />

—Nadie se moverá de aquí —masculló Andrew, dando un paso adelante.<br />

—Vamos, Daniel, ¿de verdad vas a sacrificar la vida de tus hijos por ellos? A la chica seguro que ni la conoces —<br />

intervino Amelia con frialdad.<br />

—A ti tampoco, Amelia, pero hubo un tiempo en el que sacrifiqué a mi familia por ti —contestó Daniel.<br />

Amelia no dijo nada. Vagos recuerdos de la fatídica noche acudieron a su mente, retazos de conversaciones que llegaban<br />

a sus oídos mientras se retorcía de dolor, postrada en aquella cama, sintiendo cómo su cuerpo se consumía por un fuego<br />

abrasador hasta morir.<br />

—No te debo nada —escupió ella.<br />

—Tanta conversación me está dando dolor de cabeza —dijo uno de los vampiros recién llegados—. ¡Divirtámonos un<br />

rato! —Un ronroneo impaciente surgió de su garganta y curvó los labios dejando a la vista los colmillos. Iba a atacar.<br />

Shane reaccionó al aviso y, con un gruñido que paralizó el corazón de Kate, rasgó su camisa y comenzó a transformarse.<br />

Cassius lo siguió. Un segundo después, dos lobos descomunales flanqueaban la línea de William lanzando dentelladas al<br />

aire.<br />

Kate apartó la vista y se llevó las manos a la boca sofocando un grito. La cabeza le daba vueltas y, por un terrible y<br />

escalofriante momento, pensó que su corazón iba a estallar. «Puedo con esto, puedo con esto», se repetía sin cesar. Volvió<br />

a mirar. A pesar del miedo, una curiosidad morbosa la obligaba a contemplar la escena. No podía apartar los ojos del lobo<br />

blanco y sintió que se ruborizaba. Había estado sobre sus rodillas, acariciándolo. Pero no era un animal, y estaba segura<br />

de que ese encuentro no había sido fortuito.<br />

Un aullido sonó a lo lejos, seguido de otro un poco más cerca. Los renegados comenzaron a inquietarse, lanzando<br />

miradas a su alrededor.<br />

Amelia permanecía inmóvil, sus ojos entornados evaluaban la situación. Apretó los labios tratando de controlar su ira,<br />

furiosa porque nada estaba saliendo como ella deseaba. Su mente trabajaba al límite, sopesando las posibilidades de<br />

victoria si había un enfrentamiento en ese momento. No hacía falta ser un buen estratega para darse cuenta de que estaba en<br />

desventaja. Seis licántropos, sin contar los que estuvieran en camino, Marie y William, que parecía haberse vuelto más<br />

fuerte y rápido que cualquier vampiro que hubiera conocido. No tenía posibilidades de vencerlos, no esa noche.<br />

—¡Quemaré este pueblo con todos vosotros dentro, os lo aseguro! —advirtió Amelia a sus oponentes.<br />

Sus palabras, impregnadas de odio y rencor, llegaron a cada uno de ellos con total claridad, a pesar de que solo las<br />

había susurrado. Con un movimiento inesperado, dio media vuelta y huyó, seguida del resto de proscritos.<br />

Cassius y Shane se lanzaron tras ellos, pero Daniel los detuvo.<br />

—¡Dejad que se marchen! —dijo con los ojos fijos en la oscuridad—. Ésta no es la noche ni el lugar para este conflicto.<br />

—Se giró hacia William—. ¿Estás bien?<br />

—Sí —contestó el vampiro con una leve sonrisa de alivio—. Gracias, pero… ¿Cómo supiste...?<br />

—Agradéceselo a tu hermana. Nos sacó de la casa a rastras, gritando que algo malo te ocurría. Hasta que no llegué aquí,

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