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Antes de que terminara la frase, él ya estaba negando con la cabeza.<br />

—No se me da bien hablar…<br />

—De ti mismo, lo recuerdo —dijo ella, suspirando de impotencia—. No pretendía entrometerme en tu vida, es que<br />

pensé… que empezábamos a ser amigos.<br />

—¡Y lo somos, de verdad! Eres la primera persona a la que consigo acercarme en mucho tiempo. Estar aquí, hablando<br />

contigo, es toda una hazaña para mí. —Dejó escapar el aire con nerviosismo, mientras se pasaba una mano por el pelo—.<br />

Hay cosas sobre mí que muy pocos saben, Kate. Cosas que querría contarte, pero que no… puedo —dijo entre dientes, muy<br />

frustrado—. ¿Lo entiendes? No puedo.<br />

—Sí —respondió ella percibiendo su angustia.<br />

Se miraron durante unos segundos en un incómodo silencio.<br />

—¿Vas a regalarle este a tu abuela? —preguntó William de repente, intentando cambiar de tema.<br />

Se acercó a la mesa y cogió el libro.<br />

—No, a ella no le interesa la fotografía y, aunque le interesara, no podría permitirme los cien dólares que cuesta. Estos<br />

manuales son bastante caros. —Se acercó a él y tomando el libro de sus manos lo devolvió con pena al estante—. Ahora<br />

le encantan las orquídeas, ha llenado toda la casa con ellas. Había pensado en algún libro de jardinería que le ayude a<br />

cultivarlas.<br />

William fue hasta una de las estanterías que había junto a la ventana y cogió un tomo de color verde con la imagen de<br />

una orquídea en su cubierta.<br />

—Has tenido suerte: Todo sobre el cultivo de la orquídea —indicó, sosteniendo el volumen frente a ella.<br />

—Ese es perfecto.<br />

—Ven, buscaremos algo para envolverlo.<br />

William le entregó el libro dentro de un llamativo sobre plateado con un gran lazo rojo.<br />

—No es muy discreto —comentó ella, estirando el pomposo lazo.<br />

William soltó una carcajada, a él también le parecía horrible.<br />

—Dices eso porque no has visto el resto, los eligió April. —Le guiñó un ojo, sin dejar de reír.<br />

Kate se contagió de su risa. Volvían a estar bien. Su relación se había convertido en una montaña rusa, repleta de<br />

subidas y bajadas, de giros imposibles una vuelta tras otra, para volver siempre al principio donde nada ocurría.<br />

—Tengo que irme. Le prometí a mi abuela que la ayudaría a servir la comida —dijo con cierta aprensión.<br />

—¿Qué tal han salido las pruebas? —se interesó. Todo lo que rodeaba a Kate había adquirido una importante relevancia<br />

para él.<br />

—Todavía no tenemos los resultados, pero tengo el presentimiento de que algo no va bien. —Soltó un suspiro y<br />

contempló un instante el rostro de William. Él la observaba de aquella forma tan intensa que tanto la desconcertaba.<br />

—Te preocupa mucho, ¿verdad? —preguntó él.<br />

—Es la única persona que cuida de mí.<br />

—¿Y tu hermana?<br />

—Jane tiene una visión de la vida muy diferente a la mía. Para ella la familia es un lastre en su brillante carrera. —<br />

Sonrió con desgana.<br />

William rodeó el mostrador y fue junto a ella, su fragilidad le hacía bajar la guardia y desear protegerla.<br />

—Kate. —La cogió de la mano con suavidad—. No nos conocemos mucho, y tampoco es que empezáramos con muy<br />

buen pie. Pero quiero que me consideres tu amigo y si alguna vez necesitas algo, no importa lo que sea, acudas a mí y me<br />

lo pidas. ¿De acuerdo? —su voz sonó ansiosa.<br />

Ella no pudo contestar. Un nudo atenazaba su garganta y las lágrimas amenazaban con inundar sus ojos. Desvió la mirada<br />

intentando recomponerse, quería a aquel chico con toda su alma. «Lo que necesites, pídemelo», había dicho. Pero lo que<br />

ella necesitaba él no podía dárselo, porque él solo quería ser su amigo y ella anhelaba mucho más. Le dedicó una ligera<br />

sonrisa y abandonó la librería sin decir una palabra.<br />

William apretó los dientes y cerró los ojos con un intenso dolor que le taladraba el pecho. Se maldijo a sí mismo por ser<br />

un completo idiota, por haberse involucrado en aquella historia cuando no debía, por no poder olvidarse de ella. Un<br />

gruñido brotó de su garganta, transformándose en un grito contenido, no pudo controlarse y al final lo liberó con un fuerte<br />

golpe sobre el mostrador que lo partió en dos.<br />

La frustración lo ahogaba, era incapaz de dar rienda suelta a sus deseos y aquella chica lo afectaba cada vez más. Con<br />

ella era incapaz de relajarse, ni siquiera un poco. Siempre tenso, contenido, ya fuera por la sed o por sus sentimientos<br />

hacia ella.<br />

Sacó del estante el libro de fotografía y acarició con las yemas de los dedos el lugar donde Kate había posado su mano<br />

unos minutos antes. Lo empaquetó en uno de aquellos sobres plateados y esta vez arrancó el lazo. Guardó cien dólares de<br />

su cartera en la caja y marcó un número en su teléfono móvil.<br />

—¿Qué pasa, chico? —preguntó una voz al otro lado.<br />

—Jerome, necesito un favor.<br />

—Lo que sea, ¿va todo bien?<br />

—Sí, tranquilo —contestó mientras empujaba con el pie la madera partida—. Te espero en la librería y… trae contigo tu<br />

caja de herramientas.

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