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—¡Qué bien huele! —susurró Carter, mirando por encima de su hombro para localizar la fuente. La sangre alteraba a su<br />

bestia, aunque no de la misma forma que a un vampiro. Miró a William—. ¿Todo bien?<br />

William asintió.<br />

Mary volvió para devolverle a Kate los paños que cubrían las tartas.<br />

—¿Te has cortado? —preguntó, frunciendo el ceño—. Déjame ver —cogió la mano de Kate y tiró hacia ella para ver<br />

mejor la herida.<br />

—No es nada, ya no sangra —dijo Kate con una sonrisa.<br />

—Hace tiempo que le digo a Lou que hay que cambiar el plastificado de esas cartas, son como guillotinas —comentó<br />

Mary con auténtico disgusto—. ¿Quieres que te traiga una tirita?<br />

—No, gracias, estoy bien. Tengo que irme, Mary —indicó nerviosa. Las piernas le temblaban solo con pensar que<br />

debía pasar junto a William para poder salir del local.<br />

—Ten cuidado, cariño, y dale un beso a tu abuela de mi parte.<br />

—Lo haré.<br />

William apretó los dientes con fuerza, jamás había deseado algo tanto como deseaba la sangre de Kate en ese momento.<br />

Apenas conseguía mantener la compostura con la sed arañando su estómago. Las últimas horas le habían pasado factura,<br />

debilitándolo. Cerró los ojos, pero no sirvió de nada. Podía ver en su mente cada movimiento que ella hacia, tal y como le<br />

había sucedido la noche anterior, mientras corría por el bosque. La vio acercarse y su cuerpo se estremeció con un rugido<br />

ahogado en el pecho, pidiendo desesperado lo que necesitaba, la necesitaba a ella. Se levantó de golpe, arrastrando la<br />

silla, y sin despegar los ojos del suelo salió como un rayo de la cafetería, bajo la mirada atónita de Kate.<br />

«Genial, como si hubiera visto al diablo», pensó ella.<br />

Avanzó hacia la puerta, que todavía batía de un lado a otro. Saludó de pasada a Evan y abandonó la cafetería. En el<br />

exterior no había ni rastro de William. Se limitó a respirar hondo, tratando de deshacerse de la terrible sensación de<br />

opresión en el pecho. Estaba tan deprimida que se le hizo un nudo en la garganta por culpa de las lágrimas que intentaba<br />

contener. Sacudió la cabeza, preguntándose dónde estaba el problema. Pues bien, si lo había, estaba claro que era por<br />

parte de él.

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