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Sonaron unos golpecitos en la puerta y Rachel apareció con un bonito vestido de color chocolate entre las manos.<br />

—Espero que sea de tu talla —dijo, entregándole la prenda a Kate.<br />

—Gracias. Todos estáis siendo muy amables conmigo —admitió con timidez.<br />

Rachel se entretuvo observando su rostro y le dedicó una sonrisa cargada de ternura. No lo pretendía, pero había<br />

escuchado cada palabra de la conversación y se sentía conmovida por la relación que mantenían las dos chicas. Se alegró<br />

de que Evan hubiera encontrado a Jill, y deseó que su instinto no se equivocara respecto a Kate. Ella podía ser la luz que<br />

iluminara el camino de William a través de su propia oscuridad.<br />

—Eres una niña encantadora, y sería un regalo para esta familia que continúes visitándonos —confesó. Le dio un beso<br />

en la mejilla y abandonó el baño para darles intimidad.<br />

—Te dije que le gustarías —le hizo notar Jill al ver la expresión de sorpresa de Kate—. Te dejo para que puedas<br />

cambiarte. Te espero abajo, ¿vale?<br />

Kate se quedó inmóvil, tratando de digerir todo lo ocurrido en los últimos minutos. Recordó el tacto frío y suave de las<br />

manos de William sobre su piel, y la forma en la que la había mirado a los ojos, tan extraña e intensa. No quería hacerse<br />

ilusiones pero, durante un instante, creyó ver algo más que amistad en su rostro. Sacudió la cabeza y desechó aquel<br />

pensamiento, segura de que todo era fruto de su imaginación y de lo que sentía por él.<br />

Alargó los brazos con el vestido colgando de sus manos, le encantaba el tacto sedoso y ligero de la tela. Se desprendió<br />

de toda su ropa mojada y se vistió. Se miró en el espejo y comprobó con agrado que le sentaba bien. Nunca se había<br />

preocupado demasiado por la forma de vestir, de hecho, a excepción de un par de vestidos con estampado floral heredados<br />

de su hermana, todo su vestuario se reducía a unos cuantos tejanos, un par de pantalones de corte amplio y unas camisetas.<br />

Terminó de secarse el pelo con la toalla e intentó peinarlo con los dedos. Desistió al cabo de unos minutos, era<br />

imposible domar aquellas ondas encrespadas por la lluvia. Salió del baño y recorrió el pasillo de vuelta a la escalera. La<br />

puerta de uno de los dormitorios estaba abierta y no pudo evitar lanzar una mirada curiosa al interior. Jared estaba sentado<br />

frente a un escritorio, observaba con sumo cuidado un par de piezas de la cámara fotográfica bajo el foco de una lámpara,<br />

e intentaba devolverlas intactas a su posición original.<br />

—Hola —saludó Kate. Se apoyó en el marco de la puerta, sin atreverse a entrar.<br />

Jared levantó la cabeza, sin prisa, como si hubiera sabido que ella estaba allí antes de haber articulado palabra, y con un<br />

gesto de la mano la invitó a entrar.<br />

—¿Qué tal está? —preguntó, preparada para lo peor.<br />

—Bien, estas cámaras son mucho más resistentes que cualquier digital que puedas encontrar ahora —explicó Jared a<br />

media voz. Era mucho más tímido de lo que en un principio le había parecido—. Tiene un poco de hierba en el obturador,<br />

necesitaré un pincel pequeño o algo parecido para limpiarlo. Espérame aquí, solo tardaré un momento —indicó mientras<br />

se ponía en pie, y abandonó la habitación.<br />

Un par de segundos después, regresaba con un pincel muy fino, como los que se utilizan para pintar con acuarelas.<br />

—William me ha prestado uno de los suyos —comentó, sentándose de nuevo a la mesa.<br />

Los ojos de Kate se abrieron como platos por la sorpresa.<br />

—¿William pinta? —preguntó, intentando no parecer demasiado interesada.<br />

—Antes sí, le encantaba.<br />

—¿Y ahora no?<br />

—Ha estado ocupado con otras cosas.<br />

Kate se acercó a la ventana para ver si la lluvia había aflojado.<br />

—Tuvo que ser muy malo lo que le pasó, para haberlo marcado de esa forma —susurró, limpiando con la mano el vaho<br />

de su aliento en el cristal.<br />

Jared levantó la cabeza y la miró con atención.<br />

—¿Te ha contado algo? —preguntó desconcertado.<br />

—Si te refieres a si me ha contado su historia, no, no me ha contado nada.<br />

Jared soltó el aire que estaba conteniendo y volvió a centrarse en la cámara<br />

—Es muy reservado. ¡Parece que a vosotros no os gusta hablar mucho! —añadió ella.<br />

Jared sonrió.<br />

—Nunca pienses mal de él, todo en su vida tiene un porqué, hasta su silencio —comentó en voz baja.<br />

—Supongo que tienes razón, tú eres quien de verdad lo conoce. Yo no sé nada de él —emitió un sonido bajo de pesar.<br />

—Te diré un secreto —dijo Jared sin levantar la vista de la mesa—. Le caes bien, y eso es más de lo que nadie ha<br />

conseguido en mucho, pero que mucho tiempo.<br />

Kate sonrió para sí misma ante la confidencia y continuó observando por la ventana. Parecía que la tormenta se estaba<br />

alejando y la lluvia ya no era tan intensa. Un relámpago iluminó el bosque con un fogonazo, un destello blanco alumbrando<br />

las nubes oscuras, tan bajas que se enredaban entre las copas de los árboles más altos. Durante un par de segundos, vio con<br />

total claridad los riachuelos que cruzaban la explanada de gravilla y pudo distinguir con nitidez el aspecto esponjoso de la<br />

corteza húmeda de los árboles. De repente sus ojos se abrieron como platos y un gemido agudo escapó de su garganta.<br />

Pegado a uno de los troncos, había un hombre que la miraba fijamente. Sin saber por qué, la escena de una película acudió<br />

a su mente: cuando Tobey Maguire, haciendo de Spiderman, contemplaba la ciudad desde la pared de un rascacielos,<br />

sujeto solo por sus pies y manos como si estuviera pegado a ella.

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