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—su voz era como el siseo de una serpiente—. Resulta irónico cómo la historia vuelve a repetirse, solo que esta vez voy a<br />

disfrutar de cada minuto.<br />

Los ojos de Amelia se tiñeron de púrpura y unos colmillos afilados asomaron a través de sus labios entreabiertos.<br />

—¡Sus ojos! —exclamó Kate con un hilo de voz, y el recuerdo de la noche en que William la había llevado al hospital<br />

acudió a su mente. No era una alucinación provocada por la fiebre, aquella noche William la había mirado a través de un<br />

mar de sangre. Dio un paso atrás, con el corazón latiendo violentamente. Podía sentir el peligro que emanaba de los<br />

extraños visitantes, el poder sobrenatural que los rodeaba. Estaban allí para hacerles daño.<br />

«No te separes de mí o no podré protegerte», William proyectó el pensamiento en su mente.<br />

—Mi nombre es Amelia Crain, y soy la esposa de William —dijo deleitándose con cada palabra, consciente del shock<br />

que estaba sufriendo la humana—. Y esto…. —Se golpeó uno de los colmillos con la uña de su dedo índice— es la<br />

muestra de su amor. Me regaló una vida inmortal, ¿no te parece romántico?<br />

Kate movió los labios para decir algo, pero las palabras se atascaron en su garganta. La información llegaba a su<br />

cerebro sin que tuviera tiempo de procesarla, arrastrándola a una pesadilla demasiado real.<br />

—¡Ahora que lo pienso, nunca te di las gracias! —exclamó Amelia desviando su atención a William—. En el fondo me<br />

encanta lo que soy. El poder, la eterna juventud, el libre albedrío, la sangre… ¡la humana, por supuesto! —puntualizó con<br />

énfasis—. Son tan adictivos.<br />

—Sangre… —murmuro Kate con el pánico haciendo estragos en su voz. Algo se agitó en su interior, cuando la<br />

comprensión se abrió paso en su cerebro.<br />

Todo cobró sentido para ella. Miró a William y empezó a relacionar cada detalle. La piel pálida y fría, su actitud gélida<br />

y reservada, sus ojos rojos como la sangre y aquellas dos puntas afiladas que seguro escondía tras sus labios apretados; su<br />

fuerza, su velocidad, porque ningún hombre normal hubiera podido salvarla de caer al vacío en el mirador. William era un<br />

vampiro y, por más irreal que aquella idea le pareciera, sabía que era verdad.<br />

—Todos sois vampiros —continuó con voz pastosa. Eso era lo que él trataba de decirle unos minutos antes, ese era el<br />

gran secreto que lo atormentaba y que iba a compartir con ella, alentado por la seguridad del amor incondicional que le<br />

había prometido.<br />

«Sí», pensó William, y su voz sonó culpable y desesperada en el cerebro de Kate.<br />

Una carcajada de satisfacción brotó de la garganta de Amelia.<br />

—¡Pobrecita! En el fondo me das pena porque, aunque no lo creas, sé como te sientes. —Su sonrisa se transformó en una<br />

mueca de resentimiento, recordando el instante en el que descubrió la naturaleza de William—. Pero no te preocupes, ha<br />

llegado el momento de que él pague por sus actos. El problema es que no tengo muy claro cómo hacerlo. Dudo entre<br />

arrancarle la piel a tiras mientras lo obligo a mirar cómo te desangro, o mantenerlo vivo para que vea cómo te convierto en<br />

mi pequeña esclava vampira.<br />

—Ni lo intentes, o te aseguro que estaréis muertos antes de tocarla —rugió William.<br />

—¿A todos? —inquirió Amelia con burla. De repente tres vampiros surgieron de las sombras—. Ni siquiera tú eres tan<br />

fuerte.<br />

William observó a los renegados que lo rodeaban, maldiciéndose a sí mismo por no haber estado más alerta. Ladeó la<br />

cabeza un poco y por el rabillo del ojo puedo ver a Kate.<br />

«No dejaré que te hagan daño, te lo prometo.»<br />

Presa del pánico, Kate apenas podía mantenerse en pie. Y su miedo aumentó con una idea aterradora. No temía por su<br />

vida, sino por la de él. William no tenía posibilidad de vencer y sobrevivir a aquellos seres que parecían esculpidos en<br />

piedra, eran demasiados. Poco a poco, movió una mano temblorosa, no podía evitar sentir miedo, un miedo que le<br />

atenazaba la garganta, pero envolvió el puño de William con sus dedos. Estaba con él, y quería demostrárselo con aquel<br />

gesto.<br />

William sintió la tibia mano de Kate sobre la suya, y cómo sus finos dedos la apretaban con fuerza. La sorpresa lo dejó<br />

sin habla. Abrió el puño y dejó que la pequeña mano resbalará dentro de la suya. Aquel gesto provocó en él una subida de<br />

adrenalina.<br />

—Eso ya lo veremos —dijo William, y añadió—: Va siendo hora de poner las cosas en su sitio.<br />

Inclinó la cabeza y tensó los hombros, como un tigre a punto de saltar. Levantó el labio superior dejando al descubierto<br />

sus colmillos y, sin soltar la mano de Kate, se preparó para luchar.<br />

William vio cómo el renegado rubio con aspecto de vikingo, arremetía contra él. Tiró de la mano de Kate, haciéndola<br />

girar, a la vez que él mismo viraba dándole la espalda por completo al renegado. Aferró con el brazo el cuerpo de ella<br />

contra su pecho, y lanzó una fuerte patada hacia atrás que impactó en el pecho de su atacante. Volvió a girar y golpeó con<br />

el talón el rostro cobrizo de un segundo renegado. Flexionó las rodillas, tomó impulso y, con una rápida pirueta, saltó<br />

sobre la cabeza de Kate hasta caer entre ella y el tercer renegado que cargaba con rabia contra ellos, a tiempo de atizarle<br />

con el pie en el estómago.<br />

Durante un par de minutos, el terrorífico baile continuó. Kate giraba de un lado a otro, empujada por los movimientos de<br />

William, que trataba desesperadamente de protegerla. De repente y sin saber cómo, se encontró rodando por el suelo. Pudo<br />

ver a William cayendo con dos de los proscritos sobre él, enredados en una maraña de golpes y mordiscos. Quiso gritar,<br />

pero una mano la cogió por la garganta y la alzó. Se encontró con la mirada de un vampiro rubio y su sonrisa maliciosa.<br />

Con la mano libre, el desterrado le ladeó la cabeza sin ningún cuidado, dejando expuesta la vena de su cuello. Kate cerró

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