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los maravillosos paisajes de Heaven Falls, sobre lo poco que faltaba para la graduación. De todo menos de ellos mismos.<br />
Pasearon por los largos pasillos del supermercado en busca de harina, azúcar y jengibre. Todo lo que Alice necesitaba<br />
para su receta especial de galletas. Poco a poco, el ambiente se había ido relajando entre ellos sin que se dieran cuenta.<br />
Conversaban entre risas y miradas intensas, que reflejaban lo que ninguno de los dos se atrevía a decir.<br />
Kate no paraba de hablar, probablemente nunca había pasado tanto tiempo parloteando. Le habló a William de lo<br />
excéntrica que era su abuela, de las extrañas manías del señor Collins y de la cantidad de situaciones divertidas que se<br />
habían dado con algunos de los huéspedes.<br />
William la escuchaba embelesado, disfrutando de cada minuto. Enganchándose a su compañía como un adicto.<br />
—…y cuando me asomé a la ventana, no podía creer lo que veía. Allí estaba, completamente desnudo con una botella de<br />
vino en cada mano, mientras le gritaba a la luna: ¿Te sirvo un trago?<br />
—Debía estar muy borracho —señaló William.<br />
—Como una cuba —aclaró Kate mientras le pasaba la última bolsa para que la guardara en el maletero—. Pero lo más<br />
divertido fue ver a mi abuela corriendo tras él, intentando cubrirlo con una toalla mientras el huésped gritaba: Libre, al fin<br />
libre. Nunca he visto a nadie celebrar así un divorcio.<br />
Las campanas de la iglesia sonaron a lo lejos. Kate sacó el móvil de su bolsillo para comprobar la hora y un gemido<br />
escapó de su garganta.<br />
—¡Es tardísimo! Tengo que acompañar a mi abuela al hospital dentro de un rato.<br />
—¿Está enferma?<br />
—No, al menos espero que no. —Sacudió la cabeza con lentitud—. Lleva unos días más cansada de lo habitual y su<br />
médico quiere hacerle algunas pruebas.<br />
—Seguro que no es nada —dijo él, dedicándole una sonrisa tranquilizadora.<br />
Unos minutos más tarde, William detenía el coche frente a la casa de huéspedes, y ayudaba a Kate a llevar las bolsas al<br />
interior.<br />
—¡Abuela! —gritó ella desde la puerta.<br />
—En la cocina, cariño —contestó Alice.<br />
Kate entró en la cocina seguida de William, que cargaba sin ningún esfuerzo con la mayor parte de la compra. Alice se<br />
encontraba colocando unos tarros de mermelada casera en uno de los armarios.<br />
—Abuela, ¿qué haces? Deberías estar preparándote. El doctor Anderson nos espera en su consulta en menos de una hora<br />
—dijo con reprobación. Puso la bolsa que cargaba sobre la mesa y dejó caer la mochila en el suelo.<br />
—Tengo tiempo de sobra. ¡Vaya, qué sorpresa! —exclamó cuando se giró y vio a William tras su nieta.<br />
—Hola, Alice. ¿Cómo se encuentra?<br />
—Como un roble, muchacho, a pesar de que los demás crean lo contrario —contestó, lanzando una mirada de reproche a<br />
Kate—. Deja aquí esas bolsas, querido, Martha se encargará de colocarlas cuando vuelva del taller.<br />
—¿Del taller? —preguntó Kate sin poder reprimir su entusiasmo. Esas palabras solo podían significar una cosa.<br />
—Sí, esta mañana estuve apretándole las clavijas a ese de bruto Charlie Roth, y le dije que si el coche no estaba<br />
terminado para el mediodía, le contaría a Clarise Jones su pequeño encuentro con esa camarera del café. Hace un rato que<br />
llamó para que pasáramos a buscarlo —explicó, francamente divertida.<br />
—Entonces, ¿vuelvo a tener coche? —consultó Kate con una gran sonrisa.<br />
—Sí, tesoro, pero esta vez procura no maltratar tanto a esa pobre lata.<br />
—¡No soy yo, es que ese viejo trasto se cae a trozos! —replicó a la defensiva.<br />
William las observaba en silencio, con las manos en los bolsillos, divertido por la escena.<br />
—¡Oh, déjate de excusas y ofrécele algo a este chico tan guapo! —dijo Alice, dándole un pellizco cariñoso a su nieta en<br />
la mejilla—. Estoy segura de que aún no habéis comido nada, ¿verdad? —Kate negó con la cabeza—. Hay asado en el<br />
horno, serviros un poco mientras subo a cambiarme de ropa.<br />
Alice abandonó la cocina y desapareció escaleras arriba tarareando una canción que William reconoció enseguida.<br />
—¿A tu abuela le gusta AC/DC? —preguntó asombrado.<br />
Kate asintió como si nada.<br />
—Y la saga completa de Terminator, y todas las de Vin Diesel, y la lucha libre. Cuando The Rock se retiró, estuvo sin<br />
hablar tres días —comentó ella con naturalidad, mientras abría el horno y sacaba una fuente repleta de carne—. Y además<br />
cree que es bruja y que puede leer el futuro en las galletas.<br />
—¡No lo dices en serio! —la cuestionó William, frunciendo el ceño. No estaba muy seguro de si le tomaba el pelo.<br />
—Sí, mi abuela es muy especial, no se parece a nadie que haya conocido —respondió. Cerró con un golpe de cadera la<br />
puerta del horno y se dirigió a la mesa.<br />
—La lucha libre… El futuro en las galletas —repitió William para sí mismo. Arqueó las cejas y se alborotó el pelo<br />
mientras reía entre dientes.<br />
Kate asintió con una sonrisa divertida y se quedó parada, mirándolo embobada, ¡aquel gesto de sus cejas le había<br />
parecido tan atractivo! De repente notó un calor intenso en las manos y soltó la fuente, que acabó estrellándose contra el<br />
suelo.<br />
—¿Estás bien? —Corrió a socorrerla.<br />
—¡Qué torpe! —se disculpó Kate, dejando que William revisara sus manos en busca de alguna quemadura.