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Kate solo tardó un segundo en comprender de qué iba el asunto, no había que ser un genio, y tuvo que morderse los<br />

labios para no soltar una carcajada. Becca tenía que haber hecho algo muy gordo y Justin debía haberse enterado,<br />

aprovechando la situación para chantajear a su hermana con aquel favor a cambio de su silencio.<br />

—¡No sabes cuánto te agradezco el detalle! —dijo Kate con un tono tan superficial como el suyo—. Pero es que ya he<br />

quedado. Con mi amiga, ya sabes, la rarita.<br />

El rostro de Becca cambió de color. Su piel, bronceada por muchas horas de sol, comenzó a adquirir un tono granate.<br />

Desvió la mirada hacia su hermano, fulminándolo con los ojos entornados, y de nuevo miró a Kate esbozando su mejor<br />

sonrisa.<br />

—No importa, la culpa es mía. Debí avisarte con más tiempo —dijo con un mohín—, pero… ¿sabes qué? Tengo una<br />

idea mucho mejor: hoy comerás con nosotros, y no acepto un no por respuesta —dijo mientras se alejaba con una sonrisa<br />

triunfante.<br />

Kate se levantó de un salto.<br />

—Becca, no creo que pueda… —Trató de alcanzarla, pero no sirvió de nada. Becca ya cruzaba la entrada del edificio<br />

sin mirar atrás.<br />

—¿Estás loca? —preguntó Carol con los ojos como platos—. Becca te invita a la fiesta del año, te prepara una cita con<br />

Justin y… ¡tú la rechazas! ¿Sabes cuántas chicas matarían por estar en tu lugar?<br />

Kate resopló con los ojos en blanco y se encaminó a la puerta con las dos chicas pisándole los talones.<br />

—Déjala en paz, Carol —susurró Emma—. Yo creo que hace bien en no mezclarse con ellos.<br />

Las clases de la mañana transcurrían con demasiada lentitud, o al menos eso le pareció a Kate, mientras miraba el reloj<br />

de la pared por décima vez en el último minuto. La profesora Harris les estaba dando una charla sobre lo que debían<br />

esperar del futuro ahora que se graduaban, y era la tercera esa semana. Parecía como si todos los profesores se hubieran<br />

puesto de acuerdo para repetir las mismas palabras. La única diferencia era que, en boca de la señorita Harris, con su<br />

habitual tristeza, aquel discurso era deprimente.<br />

Llovía, otra vez, y Kate se entretuvo en contemplar cómo resbalaba el agua por el cristal de la ventana. Su abuela decía<br />

que era la primavera más lluviosa de las últimas dos décadas, y las nuevas goteras del tejado daban fe de ello. Pensó en<br />

Alice, esa mañana se había levantado más tarde de lo habitual, con unas grandes ojeras de color azulado que entristecían<br />

su rostro. Su piel parecía más cetrina cada día y sus ojos vidriosos comenzaban a perder ese brillo alegre que siempre los<br />

iluminaba. Tenía un mal presentimiento sobre la salud de su abuela, un vacío en el estómago que le cortaba la respiración,<br />

y ni siquiera tenía a Jill cerca para contárselo.<br />

A la hora de la comida seguía lloviendo y su plan para escaparse de Becca y las animadoras terminó antes de empezar.<br />

Con un poco de suerte, se habrían olvidado de ella, así que entró en la cafetería intentando pasar desapercibida entre los<br />

estudiantes que hacían cola. Cogió una ensalada y un trozo de tarta, y se dirigió a la mesa que Emma y Carol ocupaban<br />

cerca de la puerta. Compartir la comida con ellas era mejor que hacerlo sola, y Emma le caía bien.<br />

Estaba dejando su bandeja sobre la mesa, cuando una voz la llamó desde el otro extremo de la cafetería. Reconoció el<br />

tono agudo y chirriante de Rebecca, y notó cómo el calor arrebolaba sus mejillas y subía hasta sus orejas. Todos la<br />

miraban, sorprendidos de que la chica popular se fijara en la empollona. Levantó la mirada y vio a Becca subida en una<br />

silla, agitando la mano por encima de su cabeza, mientras sonreía mostrando unos dientes excesivamente blanqueados. Ésta<br />

volvió a gritar su nombre dando pequeños saltitos.<br />

Kate sabía que Justin era el artífice de la treta, y se dijo a sí misma que tendría que hablar con él, a fin de que olvidara<br />

ese absurdo interés que tenía en ella. Pero también sabía que aquel no era el lugar, así que tomó aire y se encaminó a la<br />

mesa de la animadora. Sentía las miradas de sus compañeros clavadas en la espalda y cómo susurraban a su paso. Eso la<br />

hizo sentir muy incómoda y nerviosa, tanto que se le enredaron los pies y a punto estuvo de caer.<br />

Becca salió a su encuentro con su brillante sonrisa, tan ensayada que casi parecía natural. Le rodeó los hombros con el<br />

brazo y la arrastró hasta un sitio que acababa de quedar libre junto a Justin. «Que casualidad», pensó Kate con sarcasmo.<br />

El chico se levantó y tomó la bandeja de sus manos para colocarla junto a la suya en la mesa.<br />

—Me alegro de que aceptaras comer con nosotros —dijo el muchacho, ofreciéndole la silla libre.<br />

—Tu hermana puede ser muy persuasiva —contestó Kate, lanzando una mirada asesina a la chica.<br />

—¡Vamos, dale una oportunidad! Quiere ser tu amiga.<br />

—Tanto como que le salga un grano —replicó con ironía—. No me tomes por idiota, Justin. Sé que todo esto es idea<br />

tuya.<br />

—¡Culpable! —confesó él. Una sonrisa radiante iluminó su cara—. No te enfades, por favor. Ya que no quieres salir<br />

conmigo, tenía que inventar otra cosa. Y me debes un café, lo prometiste.<br />

Cuando terminó la comida, Kate tuvo que reconocer que la experiencia no había sido tan mala. Justin no había apartado<br />

sus ojos de ella ni un segundo, aunque esta vez había algo diferente en su mirada: era limpia, sin rastro de soberbia, ni de<br />

su habitual vanidad. No había intentado seducirla, ni tampoco asfixiarla con demasiadas atenciones. Hablaron mucho y de<br />

muchas cosas, y durante un rato se olvidó de sus propias preocupaciones.<br />

Comprobó la hora en su reloj. Solo faltaban unos pocos minutos para su siguiente clase, Historia, y se sorprendió de que<br />

el tiempo hubiera pasado tan deprisa. Justin también estaba en esa clase, se ofreció a acompañarla y ella aceptó sin dudar.<br />

El Justin que ahora tenía frente a ella no estaba tan mal, y debía admitir que era un chico bastante atractivo por el que la<br />

mayoría de las chicas matarían. Pensó que quizá no era una locura conocerle un poco más, sobre todo ahora que ya no

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