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—Eso espero — farfulló Evan nervioso, y dio media vuelta para volver a la calle sin dejar de atusarse el pelo.<br />

Todos lo miraron sorprendidos.<br />

—¿Y a este qué le pasa? —preguntó Jared.<br />

—Lleva un par de días muy raro, y anoche se transformó mientras dormía. Me dio un susto de muerte. ¡No quiero<br />

imaginar qué estaría soñando! —explicó Carter con un estremecimiento que provocó las risas de los demás.<br />

Poco a poco fueron llegando los primeros vecinos, más motivados por su curiosidad hacia la nueva familia que por la<br />

compra de libros. Rachel, haciendo gala de sus grandes dotes como anfitriona, recibía a todo el mundo en la puerta junto a<br />

Daniel, entregando a los asistentes pequeñas tarjetitas de presentación decoradas con filigranas plateadas.<br />

Keyla hacía otro tanto paseando entre la gente con su preciosa sonrisa, ofreciendo canapés y refrescos mientras<br />

contestaba con paciencia a las preguntas curiosas de un par de colaboradoras del periódico local.<br />

Los hermanos Solomon, junto con William y Shane, se mantenían apartados en un rincón intentando pasar inadvertidos;<br />

absortos en su propia conversación e incómodos por todo aquel teatro que se veían obligados a representar para integrarse<br />

entre los humanos sin levantar sospechas. Una nueva ciudad requería una nueva identidad, era necesario; pero ellos no<br />

terminaban de acostumbrarse. Cada pocos años se veían forzados a cambiar de aires, a encontrar un nuevo hogar para<br />

después iniciar otra vez el mismo ciclo, antes de que nadie empezara a sospechar que no envejecían al ritmo de los demás.<br />

Estaban obligados a vivir una mentira, rodeados de más mentiras, y mantenerse cuerdos a la vez que fieles a las normas<br />

resultaba a veces muy difícil.<br />

Y esos eran los pensamientos que tenía Evan en ese momento, mientras no dejaba de lanzar miradas impacientes a la<br />

puerta, sin prestar demasiada atención a las bromas y comentarios sarcásticos que los chicos hacían a su costa por la<br />

inminente graduación, y el aspecto que tendría con la toga y el birrete. Cada pocos minutos y con mucho disimulo, le<br />

echaba un rápido vistazo a su móvil para consultar si tenía nuevos mensajes. De pronto su corazón se aceleró y una sonrisa<br />

le iluminó el rostro.<br />

Ese rápido palpitar captó la atención de William. Miró por encima de su hombro en busca de aquello que tanto alteraba<br />

a Evan. Un escalofrío le recorrió la espalda al ver a Kate cruzando la puerta con paso vacilante. Iba preciosa con una<br />

blusa de gasa semitransparente y un pantalón ajustado que mostraba una figura perfecta, demasiado atractiva para pasar<br />

desapercibida; tanto como la tímida sonrisa que afloró a sus labios cuando saludó a Rachel con un beso fugaz en la mejilla.<br />

—¿La conoces? —preguntó a Evan, intuyendo por su expresión extasiada que no le iba a gustar la respuesta.<br />

—Sí, va a mi instituto —contestó—. Me costó bastante, pero conseguí convencerla para que saliera conmigo esta noche.<br />

Es preciosa, ¿no te parece?<br />

—Sí, lo es.<br />

Sus hombros se tensaron, haciendo que la chaqueta se estirara hasta un punto peligroso en el que cada costura amenazaba<br />

con explotar. Si aquello que sentía no eran celos, se le parecían bastante. Se maldijo a sí mismo, aquella humana no era<br />

nada suyo para sentirse tan posesivo. Y estaba el detalle de su sangre, podía olerla desde allí. A pesar de la cantidad de<br />

gente que abarrotaba la librería saturando el aire, el aroma era nítido e intenso, una provocación a sus sentidos; y eso no<br />

era bueno.<br />

—Parece un duendecillo, con ese pelo corto y esa nariz respingona. Nunca pensé que me acabaría fijando en una chica<br />

como ella. Odia a los futbolistas, ¿no te parece irónico? —continuó Evan.<br />

El cerebro de William comenzó a trabajar con rapidez. Evan había dicho pelo corto, entonces, no se refería a ella.<br />

Buscó con los ojos y, unos pasos por delante, halló la respuesta. Jill, la mejor amiga de Kate, conversaba con un par de<br />

chicas. Evan tenía razón, su aspecto andrógino le confería una apariencia bastante peculiar, pero no dejaba de ser una<br />

chica muy guapa.<br />

Evan desapareció entre la gente, al encuentro de las dos amigas. Kate lo saludó con timidez, intercambiaron algunas<br />

palabras y a continuación se alejó para dejarlos solos. Caminaba con una ligera cojera, aunque ya no necesitaba las<br />

muletas. Tomó un refresco de una de las mesas y se entretuvo ojeando los estantes repletos de libros, daba pequeños<br />

sorbos y arrugaba la nariz cada vez que las burbujas le hacían cosquillas. De vez en cuando levantaba la vista, recorría la<br />

estancia, y volvía a centrar su atención en los libros con aire de decepción.<br />

William se retiró a un rincón en penumbras y desde allí la observó sin pudor, hechizado. Recorrió su rostro como si<br />

quisiera aprenderlo de memoria. El brillo sonrosado de sus labios, sus largas pestañas, hasta el lunar que se escondía bajo<br />

su oreja, eran de lo más atractivo para él. La suavidad de la piel de su garganta, las curvas de su cintura, la gracia<br />

inconsciente con la que se movía. Susurró su nombre sin pensar, lanzándolo al aire como un cebo en busca de su presa.<br />

Estaba usando su influencia sin darse cuenta, otra habilidad que muy pocos poseían.<br />

Kate se detuvo en seco. Sus pupilas se dilataron y se sintió extrañamente mareada. Todo a su alrededor se fue apagando<br />

hasta quedar en silencio, consciente solo de su propia presencia. Sintió el cuerpo ligero como una pluma, empujada por un<br />

viento cálido y dulce hacia la tentadora voz que la llamaba. Cerró los ojos y se dejo mecer. Conocía esa voz, el timbre<br />

claro y cristalino, la cadencia de su tono; y tenía que ir hasta ella.<br />

—Kate… Kate… Kate…<br />

Aquel sonido estridente la sacó de su dulce sueño. La señora Jones daba saltitos con la mano en alto, intentando atraer<br />

su atención. Kate dio un respingo, lo último que quería esa noche era tener una conversación con ella. Con disimulo,<br />

intentó esconderse entre los grupos de gente que conversaban. Vio a Charlie Roth en uno de ellos, aquel hombre era tan<br />

grande como un armario y, en aquel momento, lo más parecido a un buen escondite.

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