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con su mente lo que había a su alrededor. Y fue como si el mundo hubiera cambiado, ahora lo percibía con otros colores,<br />
con una energía distinta en el ambiente.<br />
Suspiró con una mezcla de fascinación y rechazo. Poseía un nuevo don, un detalle más que lo hacía diferente del resto.<br />
Intentó relajarse al tiempo que trataba de convencerse de que no importaba, y aceptó lo que acababa de ocurrir sin darle<br />
vueltas a la cabeza. No quería pensar en nada y, mucho menos, en la realidad que lo rodeaba. Era diferente y siempre lo<br />
sería. Diferente a los humanos y diferente de su propia raza.<br />
Un nuevo zumbido le hizo lanzar un grito agónico y decenas de susurros se colaron en su mente taladrándole los oídos:<br />
el ruido de los coches, dos hombres discutiendo en algún punto a varios kilómetros de allí, un programa de música clásica<br />
en una vieja radio, los profundos ronquidos de alguien que dormía, el suave sonido de un cuerpo removiéndose entre<br />
sábanas de algodón.<br />
Se quedó inmóvil, con todo el cuerpo en tensión y un rápido jadeo silbando en su garganta. Alguien había pronunciado<br />
su nombre, apenas un susurrar, pero su agudo oído había registrado el sonido. Escuchó y reconoció aquella suave<br />
respiración. La urgencia aumentó en su pecho, continuó andando hasta que cruzó la arboleda y penetró en el claro donde se<br />
levantaba la casa de huéspedes. Su loca carrera lo había conducido hasta Kate, suspiró, hasta el destino estaba en su<br />
contra.<br />
Se dijo a sí mismo que debía marcharse, mas era incapaz de moverse. Olfateó el aire y rodeó la casa. Miró arriba, hacia<br />
la ventana que había en la última planta, y un segundo después sus pies descansaban en el alféizar. La vio sobre la cama,<br />
profundamente dormida.<br />
Kate yacía de lado, con el rostro vuelto hacia la ventana y su larga melena desparramada por la almohada y sobre su<br />
cara. Respiraba deprisa y sus ojos se movían bajo los párpados con mucha rapidez. Gimió y su cuerpo se encogió hasta<br />
que sus rodillas tocaron el pecho, estaba teniendo una pesadilla.<br />
William la observó inquieto. Ardía en deseos de entrar y calmarla, a sabiendas de que era una estupidez y un error.<br />
Recorrió con la vista el marco de la ventana, estaba cerrada desde dentro con pestillo. Deseó que estuviera abierta. Un<br />
ruido metálico sonó con fuerza, inmediatamente otro lo siguió y la ventana se abrió de par en par. Los ojos de William se<br />
agrandaron por la sorpresa, a la vez que Kate daba un bote de la cama con el corazón a cien. Su mente se convirtió en un<br />
relámpago, ella no debía verlo allí, acechando en la noche a través de su ventana. Sin pensarlo se elevó en el aire.<br />
Sentada en la cama, Kate forzó la vista y recorrió con avidez la oscuridad. Todo estaba en su sitio, todo menos la<br />
ventana, que ahora estaba abierta. Se levantó despacio, con el corazón palpitando desenfrenado y la extraña sensación de<br />
haber sido observada.<br />
Se acercó a la ventana y con cautela asomó la cabeza; allí no había nada. Se colocó el pelo tras las orejas, suspiró de<br />
alivio y una sonrisa tonta se dibujó en su cara, sintiéndose estúpida por tener miedo. Era imposible que alguien hubiera<br />
trepado hasta allí, ni siquiera un animal. Probablemente había dejado la ventana mal cerrada y ésta se había abierto al<br />
ceder los pestillos. Volvió a cerrarla y se aseguró de que los pasadores estuvieran bien sujetos. Se deslizó entre las<br />
sábanas con un hondo suspiro y la imagen de William en su mente; cada vez que cerraba los ojos soñaba con él. Y siempre<br />
despertaba con el mismo desasosiego.<br />
William se dejó caer desde el tejado donde se había ocultado y un segundo después sus pies tocaron el suelo sin hacer<br />
ruido. Abandonó el claro sumergiéndose de nuevo en la protección del bosque, con la cabeza embotada a causa de la<br />
rapidez con la que trabajaba su cerebro. Había pasado algo, no sabía exactamente qué, pero lo que quiera que fuese, lo<br />
había hecho él, de eso estaba seguro. Sacudió la cabeza para aclarar su visión. Se sentó en el suelo, con la espalda<br />
apoyada en el tronco de un árbol, y hundió la cabeza entre las rodillas, estaba a punto de vomitar.<br />
Cerró los ojos y trató de calmarse. Al cabo de unos minutos, cuando las náuseas remitieron, se puso en pie sin dar<br />
crédito a lo que acababa de pasar. Había levitado, de eso estaba seguro. Había flotado en el aire durante casi un minuto,<br />
hasta que el sonido de la ventana al cerrarse había roto la magia haciéndole caer contra el tejado. Sobre la ventana tenía<br />
algunas dudas, pero había deseado que se abriera y…<br />
«¿Qué demonios me está pasando?», pensó agobiado.<br />
Se puso en pie y alzó los ojos al cielo. Inhaló varias veces y se concentró, lentamente sus pies se despegaron del suelo.<br />
Subió un par de metros y se detuvo, un sonido de incredulidad escapó de entre sus labios. Miró hacia el suelo,<br />
sorprendido, de repente su concentración se rompió y cayó.<br />
Volvió a intentarlo y esta vez fue capaz de controlarlo. Se elevó y descendió varias veces, giró sobre sí mismo y volvió<br />
a posarse en el suelo. Por un momento pensó que no podría contener aquel poder dentro de su cuerpo, llenaba su interior<br />
saturándolo por completo. El hormigueo de sus manos era casi insoportable, le lanzaba un aviso, recordándole que estaba<br />
a punto de perder el control sobre sí mismo y que sus impulsos luchaban por dominarlo. Estaba aterrado, desconocía en<br />
qué se estaba transformando y por qué le sucedían aquellas cosas. Pero, por otro lado, la sensación que le recorría el<br />
cuerpo era tan agradable que una sonrisa de suficiencia se dibujó en sus labios.<br />
Regresó a casa, estaba a punto de girar la llave en la cerradura cuando se detuvo y volvió a guardarla en su bolsillo.<br />
Miró fijamente la puerta y deseó que se abriera, no ocurrió nada; inspiró, soltó el aire y volvió a intentarlo, esta vez la