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—¡No, por supuesto que no! ¿Cómo puedes pensar eso? ¡Que seas un licántropo no es un problema para mí! —respondió<br />
ofendido. Él sería el último en tener esos prejuicios.<br />
—Entonces, ¿dónde está el problema? ¿No te gusto? —insistió exasperada.<br />
—No es eso, Keyla. Eres una mujer increíblemente hermosa y deseable, pero mis sentimientos por ti no van más allá de<br />
los que tendría por una hermana.<br />
—¿Es por ella, por esa humana? He visto cómo la miras —gruñó dándole la espalda. William no contestó—. ¿La<br />
quieres? —Se giró de nuevo hacia él con expresión ansiosa, interpretando su silencio como un sí.<br />
—Eso no importa —respondió él.<br />
—A mí sí —insistió.<br />
—Keyla —su voz sonó suplicante—, aunque así fuera, ¿qué más da? Hay un avión esperándome en Boston, me marcho<br />
en unas horas.<br />
—¿Por qué? ¿Por qué te marchas?<br />
—Debo continuar con mi vida.<br />
—¡Aquí tienes una vida! —replicó Keyla.<br />
William resopló exasperado y la miró con dureza.<br />
—¿De verdad esperas que me quede aquí, fingiendo vivir como un humano? ¿Que busque un trabajo? ¿Que compre una<br />
casa? —preguntó de modo desafiante.<br />
—Yo lo hago y no me va tan mal —respondió ella con dulzura. Acortó los pasos que los separaban y colocó las manos<br />
sobre el pecho de él—. Podrías ser muy feliz aquí si lo intentaras —ronroneó las últimas palabras como si fueran una<br />
promesa.<br />
—Puede que tengas razón, pero no quiero intentarlo.<br />
—Destrozarás a mi hermano, eres su único amigo y si lo dejas solo… —repuso consciente de que era un sucio chantaje<br />
lo que estaba intentando.<br />
—No te preocupes por Shane, viene conmigo, y tu padre está de acuerdo. —Su rostro tenía una expresión tensa, pero<br />
trató de sonreír.<br />
—Pero…<br />
El teléfono de William sonó en el coche.<br />
—Discúlpame —dijo, agradecido por la pausa en aquella incómoda conversación. Se alejó unos pasos en busca de un<br />
poco de intimidad. Cuando regresó, su rostro estaba tenso.<br />
—¿Ocurre algo malo? —preguntó ella.<br />
—Han suspendido mi vuelo. Parece que hay algún problema con el avión. No volverá a estar preparado hasta dentro de<br />
dos días —explicó con malestar.<br />
Keyla no hizo ningún comentario, pero una sonrisa de suficiencia se dibujó en su cara. Tenía cuarenta y ocho horas por<br />
delante para conseguir que William cambiara de opinión.