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invisible —dijo con sinceridad—. ¿Y tú, sales con alguien?<br />
—No.<br />
—¿Alguna exnovia?<br />
William apretó los puños por un acto reflejo y durante un segundo pensó en no contestar.<br />
—Hubo alguien… pero de eso hace mucho tiempo —contestó al fin—. ¿Y tú, has roto algún corazón? —preguntó,<br />
forzando una sonrisa para aliviar la expresión tensa de su rostro. Recordar a Amelia le hacía perder los estribos. Se<br />
esforzó por apartarla de su mente. Esa noche, lo único importante era Kate, quería conocerla.<br />
—No, que yo sepa, nunca he salido con nadie en serio —respondió, se frotó las palmas de las manos contra el pantalón,<br />
las mejillas le ardían y un ligero hormigueo adormecía sus dedos.<br />
—¿Nunca? ¿De verdad? —preguntó sorprendido.<br />
Kate sacudió la cabeza, un poco incómoda por sus dudas.<br />
—Nunca —admitió—. Él aún no ha llegado.<br />
—¿Él?<br />
—El chico del que pueda enamorarme de verdad —contestó ruborizada.<br />
—¡Vaya, eres una romántica que cree en el amor! —exclamó sin poder evitar que su voz sonara mordaz.<br />
—Creo en el amor. Creo que todos estamos destinados a una persona a la que amar para siempre, solo tenemos que<br />
encontrarla, y eso es lo realmente difícil. Creer o no en el amor, supongo que depende de las experiencias de cada uno.<br />
¿Tú no crees en el amor verdadero?<br />
—No —dijo sin dudar, pero la miró a los ojos y ya no estuvo tan seguro—. Pero puede que sea porque… ella aún no ha<br />
llegado —utilizó las palabras de Kate para contestar.<br />
—Por tu respuesta, intuyo que tus experiencias no han sido muy buenas.<br />
—Creí que sería para siempre, pero no duró tanto —respondió.<br />
Kate parpadeó, sorprendida por la frialdad de las palabras de William, en las que se atisbaba cierto resquemor.<br />
—Lo siento, parece que te afecta bastante. ¿Aún la quieres?<br />
—No, ya no.<br />
—Entonces ella, la de verdad, sigue ahí, esperándote.<br />
William guardó silencio y se giró de nuevo hacia el lago. Miraba a Kate furtivamente a través de sus ojos entrecerrados,<br />
mientras observaba cómo los peces trazaban estelas plateadas sobre la masa oscura que formaba el agua. Deseaba saberlo<br />
todo sobre ella. Desde su plato preferido, hasta qué tipo de películas le gustaba. Si había tenido perro o dónde había<br />
pasado las últimas vacaciones. Deseando desde lo más profundo de su corazón encontrar algo en ella que le resultara<br />
molesto, desagradable. Algo que pudiera romper el hechizo que lo tenía sujeto. Pero no fue capaz de despegar los labios.<br />
El interior de la humana parecía tan transparente como su pálida piel.<br />
Durante unos minutos continuaron en silencio, inmersos en sus propios pensamientos. Evaluándose mutuamente, cada uno<br />
desde su propia perspectiva.<br />
Un movimiento en una de las ventanas llamó la atención de William. Alice espiaba a través de las cortinas del segundo<br />
piso.<br />
—¡Creo que tu abuela no se fía de mí! —susurró con una risa traviesa.<br />
Kate siguió la dirección de su mirada y un sonido de disgusto escapó de su garganta al ver la silueta de Alice recortada<br />
contra la ventana.<br />
—Te aseguro que esa no es la razón —dijo, molesta—. ¡Ya podía haber apagado la luz! —sugirió con resignación.<br />
La lámpara del cuarto estaba encendida y hacía que el cuerpo de Alice pareciera una sombra chinesca sobre la cortina.<br />
William rompió a reír a carcajadas, no quería hacerlo por Kate, pero la escena era de lo más cómica.<br />
Kate lo miró con el ceño fruncido, para ella la situación no era tan divertida, más bien vergonzosa, y empezó a mover la<br />
cabeza exasperada.<br />
—No te enfades, tiene su gracia —dijo William, incapaz de dejar de reír.<br />
—Sí, para morirse —masculló ella sin apartar la vista de William. Poco a poco su expresión se fue relajando y una<br />
media sonrisa curvó sus labios, hasta que acabó por transformarse en una risa alegre y sonora. No podía despegar los ojos<br />
de él, de su rostro de ángel. Era la primera vez que lo veía reír así y aquella imagen le pareció de lo más atractiva. Un<br />
dolor agudo en el tobillo rompió la magia del momento—. Necesito descansar este pie o mañana tendré que usar de nuevo<br />
las muletas. ¿Te importa si nos sentamos?<br />
William adaptó el paso a su leve cojera y caminó muy pegado a ella por si perdía el equilibrio o necesitaba ayuda.<br />
Aunque esperaba que ninguna de esas circunstancias se diera, no quería tocarla. Se moría de ganas de sentir su calidez,<br />
pero ya había experimentado los sentimientos que esas sensaciones provocaban en él, y no estaba dispuesto a correr el<br />
riesgo de que sus deseos acabaran poniéndola en peligro. Se conformaría con aquel encuentro y nada más, después<br />
desaparecería de su vida.<br />
—¿Y tú, qué, tienes familia? —preguntó Kate, intentando entablar conversación.<br />
—Sí —contestó sin más.<br />
—¿Viven en Irlanda?<br />
—No… —Hizo un esfuerzo por mostrarse natural y continuó—. Están en Inglaterra, nos trasladamos allí cuando yo era<br />
niño.