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Mandy apareció con una bandeja repleta de platos y, sin perder su gran sonrisa, fue depositando el pedido de los chicos<br />

sobre la mesa.<br />

—¿Te sirvo algo, guapo? La tarta de chocolate está recién hecha —le sugirió a William con un guiño.<br />

—No, gracias —contestó en un susurro. Podía sentir las miradas curiosas de los clientes sobre él y se inclinó hacia<br />

delante, cruzando los brazos sobre la mesa. Trató de ignorarlas y fijó su atención en los platos de comida que reposaban<br />

frente a él, aunque solo consiguió sentir náuseas y el estómago le dio un vuelco. Frunció el ceño y se recostó en el<br />

respaldo de la silla.<br />

Kate le dedicó una mirada preocupada, a la que él respondió encogiéndose de hombros, quitándole importancia a su<br />

gesto.<br />

—¡Eh! Mandy, ¿tú sabes algo de esta fiesta? —curioseó Jill señalando el panfleto, mientras daba los últimos sorbos a<br />

su cappuccino.<br />

—¡Sí, todo el mundo habla de ello! —respondió Mandy, arqueando las cejas sorprendida. Le costaba creer que no<br />

supieran nada de lo que iba a ser uno de los acontecimientos del año—. El ayuntamiento ha organizado una gran fiesta para<br />

todos los estudiantes que se gradúan este año.<br />

—El ayuntamiento —repitió Jill en tono escéptico.<br />

—Más bien el alcalde —aclaró la camarera—. Sus mellizos se gradúan este año y va a dar una fiesta por todo lo alto<br />

para todos vosotros. La gente dice que ha contratado a un grupo muy famoso para que toque esa noche.<br />

—¡Es increíble! —exclamó Kate, sorprendiendo a todos. Hasta William dio un respingo al oír el tono acerado de su<br />

voz—. Va a dar una fiesta para Becca y Justin. La va a pagar con el dinero de los contribuyentes y, además, nos usa a<br />

nosotros como excusa para que todo parezca de lo más desinteresado. ¡Ese hombre es un hipócrita! —dijo al tiempo que<br />

dirigía una mirada envenenada al alcalde. El hombre desayunaba unas mesas más allá de donde ellos se encontraban.<br />

—Chicos, llamadme si necesitáis algo más —dijo Mandy con los ojos en blanco ante el comentario de Kate, y dio media<br />

vuelta para seguir atendiendo las mesas.<br />

Jill se inclinó sobre la mesa.<br />

—Tienes toda la razón, pero la fiesta es una idea estupenda —dijo a su amiga. Kate arqueó las cejas cuestionando esa<br />

afirmación. Jill no hizo caso de su gesto y continuó hablando—. Si vamos a esa fiesta, podré librarme de la estúpida<br />

celebración que mi madre está preparando. No podrá negarse a que asista si es para todo el instituto.<br />

—Pues conmigo no cuentes —repuso Kate—. Ese hombre es un estafador y no pienso colaborar en nada que tenga que<br />

ver con él. Aún recuerdo lo mal que se lo hizo pasar a mi abuela, cuando quiso comprar la casa de huéspedes.<br />

—¿Sabes, Kate? Deberías relajarte un poco, no te vendría mal divertirte.<br />

—Yo puedo ayudar con eso —intervino Carter con un trozo de tarta en la boca.<br />

—¡Cierra el pico, Carter! —replicaron todos al unísono.<br />

Excepto William, que no podía apartar los ojos de Kate. Las mejillas de la chica estaban encendidas con un tono<br />

sonrosado muy intenso. Estaba enfadada y las pulsaciones de su corazón habían aumentado con rapidez, haciendo que la<br />

línea azulada de su cuello se marcara aún más bajo la pálida piel, palpitando a simple vista. Se quedó atrapado en el latido<br />

de aquella garganta y tuvo que apartar la mirada de golpe.<br />

—¡Yo ya me divierto, me divierto continuamente! —repuso ella algo ofendida, aunque sabía que su amiga tenía razón.<br />

Miró se soslayo a William. Volvía a sentirse insegura, una emoción que había acabado convirtiéndose en una costumbre<br />

cuando él andaba cerca. ¿Qué estaría pensando en aquel momento? ¿Pensaría que era una chica sosa y aburrida como<br />

insinuaba Jill?<br />

—Sí, es cierto —admitió Jill—. Eres la única persona que conozco que se lo pasa en grande estudiando y trabajando<br />

todo el día. No entiendo cómo el resto del mundo pierde el tiempo saliendo por ahí con sus amigos. Con lo divertido que<br />

es quedarse en casa sacándole brillo a la cubertería.<br />

Una sonrisa apareció en el rostro de los chicos. Escuchaban en silencio el tira y afloja de las dos amigas, sin atreverse a<br />

opinar.<br />

Aquella sonrisa molestó a Kate más que cualquier otra cosa, incluso William había curvado levemente sus labios.<br />

—¿Crees que soy incapaz de divertirme? —era una afirmación más que una pregunta.<br />

Jill asintió con expresión triunfante. Conocía a Kate a la perfección y sabía lo que iba a decir en ese momento.<br />

—Pues te equivocas, listilla —contestó con suficiencia—. Iré con vosotros a esa estúpida fiesta —dijo con<br />

determinación.<br />

—¡Estupendo! —exclamó Jill alzando las manos con gesto de victoria—. ¿Y a la cena?<br />

Kate empezó a negar con la cabeza.<br />

—Lo siento, Jill, pero prefiero quedarme en casa. Alice no se encuentra muy bien. Iba a decírtelo antes de que ellos<br />

llegaran —su voz sonó a disculpa.<br />

—¡Katherine Lowell, no tienes remedio! —dijo Jill, frunciendo el ceño. Solo usaba su nombre completo cuando estaba<br />

enfadada con ella. Kate no mentía nunca, pero aquello le había sonado a excusa.<br />

—Tengo que irme —dijo Kate mirando su reloj.<br />

Se puso de pie con toda la dignidad que pudo. Sacó un par de dólares del bolsillo y los dejó sobre la mesa. Jared y<br />

Shane se levantaron con diligencia de su asiento, para que pudiera salir. Sus ojos se posaron en William un instante. Al<br />

pasar junto a él le rozó el brazo con la cadera, y tuvo la impresión de que las aletas de su nariz se movían, su pecho se

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