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—Perdóname, lo sucedido me tiene un poco nervioso. Ten cuidado, William —dijo a modo de despedida, y colgó.<br />

William se quedó mirando fijamente el teléfono que sostenía en la mano. Sus ojos relampaguearon con un destello<br />

carmesí, la rabia manaba de sus poros como veneno. Tiró el teléfono contra la cama y abandonó la habitación hecho una<br />

furia.<br />

—¿Eso es todo? —preguntó el vampiro tras oír la grabación de la llamada telefónica. Sentado al enorme escritorio de<br />

ébano, estudió el rostro de su siervo con suspicacia.<br />

—Sí, señor —respondió el otro vampiro. Llevaba el uniforme de los Guardianes de la mansión Crain.<br />

—Bien, puedes retirarte.<br />

El vampiro se inclinó ante su señor y, dando media, vuelta abandonó el despacho.<br />

Esperó a que la puerta se hubiera cerrado. Tomó el teléfono y marcó, un par de segundos después, una voz servicial<br />

contestaba al otro lado.<br />

—Cambio de planes —le dijo mientras acariciaba una talla de marfil que decoraba su mesa—. No quiero que hagáis<br />

nada, solo observar.<br />

—¡Señor, creí que estábamos aquí para hacernos con William!<br />

—Pues eso ha cambiado —replicó con desprecio, a aquel idiota le costaba mantener la boca cerrada y eso lo sacaba de<br />

quicio.<br />

—Señor, este es el momento, apenas está protegido… Y él dijo que lo capturáramos.<br />

—De él ya me encargo yo, haz lo que te digo.<br />

—Pero él dijo…<br />

—Seré claro, si tocas un solo pelo de su cabeza, desearás el amanecer antes que cualquier cosa que yo pueda hacerte.<br />

No te acerques a William Crain. —Sus ojos centellearon al pronunciar la amenaza.<br />

—Como ordenes.<br />

Colgó el teléfono. Observó su mano sobre el auricular, temblaba de nuevo. Cerró los ojos con fuerza, tratando de<br />

recuperar el control sobre sí mismo. Cuando los abrió, su irritación era aún mayor y, en un arrebato de ira, dio un<br />

manotazo a la talla de marfil, estrellándola contra la pared. El teléfono sonó, se quedó mirándolo fijamente y palideció por<br />

momentos, el identificador de llamadas parpadeaba de nuevo, mostrando aquel número que había llegado a convertirse en<br />

su peor pesadilla. Estuvo tentado de no cogerlo, pero al final descolgó.<br />

—¿Sí?<br />

—Me han informado de que has cambiado los planes.<br />

—Sí, así ha sido —respondió a aquella voz masculina e insidiosa, preguntándose cómo diablos se había enterado tan<br />

rápido. Miró la estancia con desconfianza, seguro de que había micrófonos en algún lugar.<br />

—¿Y puedo saber el motivo? Ha de ser muy importante para que hayas decidido actuar sin mi permiso —señaló sin<br />

demostrar ninguna emoción.<br />

Estuvo a punto de mandarlo al infierno, pero se contuvo, tamborileando con los dedos sobre el escritorio como si ese<br />

gesto pudiera calmarlo.<br />

—Porque creo que aún es pronto, él no está preparado.<br />

—Tú no debes creer nada, solo cumplir con lo que yo te ordene.<br />

—Si acatara tus órdenes y no pensara por mí mismo, este plan habría fracasado hace tiempo.<br />

Una risa ronca se oyó al otro lado del teléfono.<br />

—No me ofenderé por lo que acabas de decir, veo que hoy no estás de humor. ¿Y bien, puedo saber ya ese motivo?<br />

—Ha contactado con Marie, y la conversación ha sido muy reveladora.<br />

—¿Cómo de reveladora?<br />

—Es mejor que te lo cuente en persona. Pero créeme, entenderás por qué lo he hecho.<br />

—Está bien, confiaré en lo que dices, pero si intentas jugármela no quedaran de ti nada más que las cenizas.<br />

—No me gustan las amenazas, suelen tener un efecto contrario en mí. Provocan que haga ciertas estupideces, y tú no<br />

quieres eso, ¿verdad? —dijo lentamente, y cada palabra destilaba veneno.<br />

Durante unos segundos hubo un silencio sepulcral al otro lado del teléfono.<br />

—No, claro que no.

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