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le dedicó una cálida sonrisa.<br />

William ladeó la cabeza para mirarla.<br />

—No tienes que dármelas —respondió. De repente, se le pasaron por la cabeza un millón de buenas razones por las que<br />

no debería seguir con aquel experimento social. Y deseó volver a la tranquilidad de su dormitorio, tumbarse en el sofá,<br />

escuchar un poco de música y esperar a que llegara la noche. Entonces podría salir y sumergirse en su acostumbrada y<br />

plácida soledad, amparado por las sombras y el silencio.<br />

—¿Vamos? —sugirió ella.<br />

William parpadeó y la miró. Keyla era encantadora y le estaba dedicando una sonrisa que rivalizaba con el mismísimo<br />

sol; no le quedó más remedio que apartar sus oscuros pensamientos y salir tras ella. Desde el porche contempló el cielo de<br />

un azul puro. Se pasó una mano por el pelo y estuvo unos segundos sin moverse. El sol apareció de golpe sobre los<br />

árboles, inundando con su brillante e insidiosa luz cada rincón de la explanada. William buscó a toda prisa las gafas y se<br />

las puso.<br />

Rachel se paró a su lado y lo miró preocupada, podía percibir su estado de ánimo. Era evidente la tensión, la inquietud<br />

que lo sacudía, incapaz de relajarse incluso con ellos.<br />

—No tienes que hacerlo, puedes quedarte en casa y descansar —susurró ella, acariciándole el brazo.<br />

—Estar solo no forma parte del plan —dijo William con una sonrisa—. Tengo que intentarlo.<br />

Se ajustó las gafas y se encaminó al coche. De pronto, un rugido atronador que provenía del garaje le taladró los<br />

tímpanos; un segundo después, Carter aparecía marcha atrás al volante de un Hummer H3 descapotable de color amarillo.<br />

Pisó el freno, el coche derrapó y, girando sobre sí mismo, se detuvo a escasos centímetros de William. Una nube de polvo<br />

envolvió los pies del vampiro y ascendió pegándose a su ropa.<br />

—¿Qué te parece? —preguntó Carter con entusiasmo.<br />

William enarcó las cejas, pensando en una respuesta apropiada. Sin lugar a dudas, aquel coche le iba que ni pintado al<br />

chico.<br />

—¡Es perfecto… para ti! —exclamó al fin, todavía alucinado.<br />

Carter soltó una carcajada, orgulloso. Le gustaba llamar la atención y con aquel coche y su aspecto de chico duro era<br />

algo que conseguía con facilidad. Volvió a acelerar y tocó el claxon. Shane salió de la casa y de un salto ocupó el lugar del<br />

copiloto sin decir una palabra, de hecho, aún no había dicho nada. Lo seguían Evan y Jared, que se acomodaron en la parte<br />

de atrás.<br />

William agarró el volante e intentó prepararse mentalmente para la prueba a la que se tendría que enfrentar en pocos<br />

minutos: decenas de molestos humanos, ruidosos y apetecibles, se moverían a su alrededor como moscas; y él tendría que<br />

fingir ser uno más. Movió la cabeza de un lado a otro y rotó los hombros con lentitud para aliviar la tensión de su cuerpo.<br />

Estiró la espalda y se acomodó en el asiento, llenó sus pulmones de aire con una profunda inhalación y, muy despacio, lo<br />

soltó por la nariz. Funcionó, y el nudo de su estómago desapareció.<br />

Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, que poco a poco se fue haciendo más grande; quizá, porque se estaba<br />

contagiando de la risa de Keyla, o por las muecas que los niños hacían a su espalda. No importaba el motivo, empezaba a<br />

sentirse bien.<br />

—¿Y esa tal Ashley, es tan mala como decís? —preguntó Keyla bastante divertida por la conversación que mantenían<br />

los niños.<br />

—¡Es peor! —contestó April—. Como es la hija del alcalde, cree que todos los niños del colegio deben hacer lo que a<br />

ella se le antoje. —Matthew asentía con la cabeza, completamente de acuerdo con su prima—. Siempre está insultando a<br />

todo el mundo y, como yo soy la niña nueva, la tiene tomada conmigo. Ayer quiso que le diera un dólar por usar el baño.<br />

—¿Se lo diste? —Los ojos de Keyla se abrieron como platos. No entendía cómo los niños humanos podían ser a veces<br />

tan mezquinos.<br />

—¡No, esa niña no me asusta!<br />

—¿Quieres que hable con ella? —preguntó William, mostrándole con una mueca un leve indicio de las puntas afiladas<br />

de sus colmillos.<br />

—¡No! —gritó April con una risita tonta, y durante un instante sus ojos brillaron como el oro líquido—. Puedo<br />

arreglármelas yo sola.<br />

Aquello sorprendió a William, no era normal que alguien tan joven experimentara ya las primeras señales de<br />

transformación.<br />

Dejaron atrás la carretera y recorrieron las calles del pueblo abarrotadas de coches a esas horas de la mañana. Carter se<br />

detuvo frente a un edificio de ladrillo rojo con un gran cartel en el que se leía: “Escuela Elemental Heaven Falls”, en<br />

grandes letras azules. William aparcó justo detrás y esperó pacientemente a que Keyla llevara a los niños dentro del<br />

edificio. Unos minutos más tarde, salía acompañada por un hombre que vestía un traje marrón, algo pequeño para su<br />

cuerpo entrado en kilos. El hombre movía los labios muy rápido, poniendo mucho énfasis en sus palabras, o al menos eso<br />

le pareció a William, ya que el tipo no dejaba de gesticular frente al rostro de Keyla. Se despidieron con un ligero apretón<br />

de manos y ella se encaminó al coche, dibujando en su cara muecas burlonas.<br />

William no pudo contener la risa y su rostro se iluminó contemplándola. Le caía bien, tenía carácter y era muy guapa. Y<br />

no era el único que parecía darse cuenta de sus encantos. La chica lucía unos vaqueros blancos bastante ajustados y una<br />

camisa del mismo color que marcaban su figura morena, atrayendo a su paso multitud de miradas y alguna mandíbula

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