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de minutos. —Dio media vuelta y desapareció tras la pantalla de un portátil.<br />

—Vamos a ver a Mayers, le gusta tocar el dinero antes de dar la mercancía —observó Shane en un tono bajo y hosco. Se<br />

acercó a una puerta de cristal entreabierta, la empujó sin miramientos e irrumpió en la sala.<br />

Un hombre calvo y de barriga prominente estaba sentado frente a una mesa, sujetando un par de cubiertos con los que<br />

troceaba un filete sangrante. Levantó un poco la cabeza para observar a los recién llegados, y dejó caer los cubiertos con<br />

malestar. Sin decir una palabra, se sirvió una copa de vino de la que bebió sin prisa. Dejó la copa con extrema lentitud y<br />

clavó sus diminutos ojos en William, estudiándolo de arriba abajo con el ceño fruncido y una expresión de asco que afeaba<br />

su rostro todavía más.<br />

—No sé bajo qué clase de hechizo tienes a esta familia. —Señaló a Shane con el dedo sin apartar la mirada de William<br />

—, pero te aseguro que a mí no me engañas —dijo en tono desafiante—. Jamás creeré en la amistad entre vampiros y<br />

licántropos. El amo nunca liberó al esclavo y oculto en las sombras aguarda el momento de volver al pasado; el que crea<br />

lo contrario es un iluso al que solo le esperan cadenas —anunció como si se tratara de una profecía, y sus ojos se clavaron<br />

en Shane para volver al vampiro destilando odio.<br />

William le sostuvo la mirada y se mantuvo en silencio, dispuesto a cumplir la palabra que había dado unos minutos<br />

antes.<br />

—Tienes suerte de que mis padres me enseñaran a respetar a los mayores —dijo Shane en tono amenazador. Sacó un<br />

fajo de billetes del bolsillo de su pantalón y lo tiró sobre la mesa, cerca de donde reposaba la mano de Mayers. Este se<br />

apresuró a contarlos—. Te habrás dado cuenta de que hay más de lo acordado. Tómalo como un pequeño regalo de la<br />

familia por tu buena disposición —agregó con un deje de sarcasmo.<br />

—Más bien, para que mantenga la boca cerrada —escupió Mayers entre dientes—. Por cierto, estoy cansado de tratar<br />

siempre con los cachorros, ¿cuándo piensa dar la cara nuestro magnánimo líder? —repuso con cierta ironía.<br />

—Pues estás de suerte, tengo entendido que va a hacerte una visita en breve, solo espera a que Samuel esté en la ciudad<br />

para que pueda acompañarle. —Se esforzó para que el aire de suficiencia que había adoptado fuera creíble, porque estaba<br />

a punto de perder los nervios con aquel tipo pretencioso.<br />

El color abandonó el rostro de Mayers y un ligero temblor apareció en sus manos; su frente se cubrió de pequeñas gotas<br />

de sudor que resbalaban sin cesar por su cara. Todo el clan licántropo sabía que Samuel solo aparecía en compañía de<br />

Daniel cuando había que dar algún escarmiento. Aquella posibilidad preocupaba enormemente a Mayers.<br />

La duda se estaba adueñando de su conciencia y empezó a barajar con rapidez las razones por las que Daniel Solomon<br />

se haría acompañar de su hermano para visitarle. Siempre había respetado las leyes y nunca había dado motivos para que<br />

los Cazadores vinieran a por él. Pero, por otro lado, no había tenido reparos en manifestar su desacuerdo con la forma en<br />

la que su señor llevaba los asuntos del clan, lo había criticado abiertamente ante los oídos de cualquiera que estuviera<br />

dispuesto a escucharle y, ahora, era posible que la familia de lobos dominante estuviera molesta por su campaña, y<br />

quisiera ponerle fin.<br />

—Para mí será todo un privilegio que los hermanos Solomon visiten mi humilde hogar —comentó, secándose el sudor<br />

de la frente con una sucia servilleta que había cogido de la mesa—. Y espero que el motivo sea del agrado de todos —<br />

indicó, intentando sondear a Shane.<br />

—Si todo está en orden, me gustaría que me entregaras la documentación que te pedí —intervino este, haciendo caso<br />

omiso al comentario.<br />

—Todo está bien, mi nieto te la entregará —señaló, y su voz sonó mucho más amable.<br />

Shane salió de la cocina sin despedirse, con William pisándole los talones. Encontraron a Troy terminando de<br />

plastificar un permiso de conducir.<br />

—Justo a tiempo, seguidme —dijo el chico con una enorme sonrisa que dejaba a la vista unos dientes demasiado<br />

grandes para su boca. Se dirigió a una de las mesas y rebuscó en un par de cajones; después entre un montón de tebeos que<br />

había en el suelo. Sacó un sobre marrón de entre el desorden y guardó dentro el permiso de conducir. Se lo entregó a<br />

William—. Aquí tienes todo lo que puedes necesitar: pasaporte, seguro médico, partida de nacimiento, permiso de<br />

conducir, todo puesto al día. ¡Bienvenido de nuevo a la vida, señor Crain! —bromeó.<br />

—¿Seguro que no levantaré sospechas si alguien decide comprobar alguno de estos documentos?<br />

—No te preocupes por eso, lo tengo todo bien atado —respondió Troy, y palmeó la parte superior de un ordenador que<br />

parecía salido de la NASA.<br />

—Troy es el mejor —intervino Shane con sinceridad.<br />

—¿Puedo pedirte un favor? —preguntó William a Troy.<br />

—Lo que quieras.<br />

William sacó una tarjeta del bolsillo interior de su cazadora y se la dio al muchacho.<br />

—Necesitaría que enviaras una copia de todo a esta dirección, es el abogado de mi familia y el que se ha encargado de<br />

mis asuntos hasta ahora. Los necesitará para preparar mi vuelta a Inglaterra.<br />

—Duncan Campbell —leyó en voz alta—. No hay problema, lo haré hoy mismo.<br />

—Gracias.<br />

—Lo que sea por un amigo de los Solomon —susurró, encogiéndose de hombros, y enrojeció cuando sus ojos miraron<br />

directamente a los de William. Nunca había estado tan cerca de un vampiro, y le sorprendió su aspecto angelical y el aura<br />

dulce y amigable que envolvía a aquel ser. Su abuelo siempre hablaba de ellos con desprecio, describiéndolos como la

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