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Kate la pellizcó y siseó para que se callara.<br />
—Gracias, pero quiero llegar cuanto antes a ese lago —respondió William, y continuó andando.<br />
—¿Piensas quedarte algún tiempo? —gritó Kate para hacerse oír sobre el golpeteo de la lluvia.<br />
—Es posible —contestó mientras abría la puerta del coche.<br />
—Entonces… supongo que ya nos veremos.<br />
Él no dijo nada, se limitó a mirarla fijamente con una expresión indescifrable. Hubo un sonoro chirriar de ruedas<br />
cuando aceleró y el coche desapareció a gran velocidad calle abajo.<br />
Kate se recostó en el sofá blanco que había junto a la ventana, y dejó que Jill acomodara un cojín bajo su tobillo<br />
hinchado. Cerró los ojos un instante, sintiendo sobre su cuerpo la mirada inquisidora de su amiga. Sabía que Jill estaba<br />
esperando a que le diera alguna explicación. Más que una explicación, esperaba la versión extendida con subtítulos<br />
incluidos y los comentarios de los protagonistas junto con un making off. Pero no podía despegar los labios, antes<br />
necesitaba un momento para poder tranquilizarse. No entendía por qué ese chico la había alterado tanto; nunca se había<br />
sentido tan intimidada y contrariada por nadie.<br />
Abrió los ojos cuando oyó a Jill al teléfono.<br />
—Hola. ¿Podría hablar con el Dr. Anderson, por favor?… Soy Jill, su hija… Esperaré, gracias. —Le dio la espalda a<br />
Kate en cuanto ésta comenzó a hacer aspavientos para que colgara—. Hola papá… No, estoy bien. Se trata de Kate… Se<br />
ha caído y tiene el tobillo bastante hinchado… No, no puede apoyarlo, le duele mucho… Está bien… Sí… Sí…Vale. —<br />
Colgó sin despedirse.<br />
—No deberías haber llamado a tu padre. Estoy bien —repuso Kate con un mohín enojado.<br />
—Tienes el tobillo como un melón, debe verlo un médico —contestó muy seria.<br />
Salió disparada del salón para volver unos segundos más tarde con una bolsa de hielo y una toalla. Colocó la bolsa<br />
sobre el pie, que comenzaba a tener un color morado bastante aparatoso, y rodeó el sofá para sentarse junto a la espalda de<br />
su amiga.<br />
—Mi padre enviará a alguien en quince minutos. Así que ya puedes empezar a contarme qué te ha pasado y quién era ese<br />
—dijo con voz autoritaria, y comenzó a secarle el pelo.<br />
Kate suspiró.<br />
—Después del instituto fui a tomar unas fotos del viejo granero…<br />
—Pero si tu coche está en el taller —intervino Jill.<br />
—Fui dando un paseo.<br />
—¿De siete kilómetros?<br />
Kate se giró, fulminándola con la mirada.<br />
—¡Lo siento! —se disculpó Jill por la interrupción, y puso un dedo en sus labios, asegurando con el gesto que iba a<br />
mantenerlos bien cerrados.<br />
—De regreso a casa comenzó a llover, y resbalé en el barro que había en el arcén —continuó Kate–. Él pasaba por allí<br />
en ese momento y me trajo a casa. Va al lago, unos amigos suyos se han instalado en la zona.<br />
—Ya. Pues es muy guapo —le hizo notar Jill.<br />
—Muy guapo —repitió Kate de forma distraída, evocando el rostro del chico mientras le daba vueltas al pañuelo. Había<br />
olvidado devolvérselo—. Sí, demasiado guapo.<br />
De repente, Jill soltó un par de risotadas.<br />
—¡No me lo puedo creer, Katherine Lowell acaba de decir que un chico es guapo! —exclamó alzando los brazos al<br />
cielo.<br />
—No tiene gracia —replicó Kate, molesta por la mofa.<br />
—Claro que no, hablo en serio. Es la primera vez que te oigo decir que un tío está bueno.<br />
—¡Yo no he dicho eso!<br />
—Pues dilo, ese tal William está para morirse y volver a resucitar. Venga, quiero oírtelo decir. ¡Por favor! —gimoteó.<br />
Kate se sonrojó y no pudo reprimir una sonrisa.<br />
—Vale, está bueno, muy bueno… más que bueno —admitió—. ¿Contenta? Y se acabó el tema. Tengo mis normas: no<br />
salgo con chicos, no pienso en ellos y menos de ese modo —repuso enfadada consigo misma—. Tengo cosas más<br />
importantes de las que preocuparme.<br />
—El trabajo, la graduación, la universidad, aburrirte… —señaló Jill con un deje de burla.<br />
—Sí, y es en lo único en lo que pensaré —masculló a la defensiva.<br />
—Pues para no pensar en chicos, a este te lo comías con los ojos. Y no solo eso, yo diría que te ha faltado un pelín para<br />
suplicarle que no se fuera.<br />
Kate se encogió y el corazón se le disparó mientras enrojecía muerta de vergüenza. Giró la cabeza y le dirigió a su<br />
amiga una mirada que esperaba que transmitiera todo su horror.<br />
—No ha sido mi imaginación, ¿verdad? Lo he hecho, cuando le he pedido que entrara en casa.<br />
—La verdad es que… un poquito desesperada sí que parecías —comentó Jill, esbozando una sonrisa que disimuló<br />
inmediatamente cuando vio la expresión martirizada de Kate.