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—Ha vuelto ha desmayarse, se ha golpeado la cabeza contra ese macetero —explicó Jill entre lágrimas.<br />

William se arrodilló junto a ella. Inspiró deliberadamente y el olor de la sangre ascendió por su olfato. Jadeó a través<br />

del fuego que sentía en la garganta, dispuesto a combatir el irresistible deseo por la sangre que urgía bajo sus venas. La<br />

tomó en brazos con todo el cuidado del que fue capaz y se dirigió veloz a la calle con la cabeza de Kate reposando en su<br />

pecho, sintiendo cómo aquel liquido caliente y espeso mojaba su camisa.<br />

—¿A dónde la llevas? —gritó Jill. Sabía lo que William era y de qué se alimentaba, y temió por Kate—. ¡Evan, no<br />

puedes dejar que se la lleve! —le recriminó a su novio.<br />

—¿Y qué quieres que haga? —repuso Evan nervioso.<br />

—¿Quieres tranquilizarte? —susurró Shane, que acababa de aparecer, con tono severo—. Estás llamando la atención<br />

sobre nosotros.<br />

—Pero… —se volvió hacia Shane con ojos suplicantes.<br />

—Él jamás le haría daño, se quitaría la vida antes de tocarla.<br />

William pisó a fondo el acelerador a pesar del intenso tráfico, esquivando un coche tras otro sin apenas mirar la<br />

carretera. Sus ojos observaban con ansiedad el rostro de Kate, tan pálido que parecía carente de vida. La mantenía<br />

abrazada, impidiendo que resbalara del asiento, a la vez que luchaba por no perder el control sobre la situación. Ella abrió<br />

los ojos y a su cara asomó lo que parecía una sonrisa.<br />

—William —musitó.<br />

—Shhh —la hizo callar con ternura.<br />

—Tus ojos… ¿qué les ocurre a tus ojos?<br />

William apartó la mirada de ella y se miró en el retrovisor. Sus ojos eran dos rubíes de un color tan intenso, que<br />

brillaban como si tuvieran luz propia. Apretó los labios entreabiertos, tratando de ocultar otro detalle que evidenciaba su<br />

naturaleza, sus colmillos estaban completamente desplegados y arañaban su lengua.<br />

Entró por la puerta de urgencias con ella colgando entre los brazos, había perdido el conocimiento solo unos segundos<br />

antes de llegar al hospital. La herida había dejado de sangrar, pero un hematoma bastante feo estaba apareciendo alrededor<br />

del golpe.<br />

—¡Keyla! —gritó al ver a la hija de Jerome por el pasillo. Apenas llevaba unos días trabajando allí.<br />

—¡William! —exclamó ella. Sus ojos se abrieron como platos, imaginando lo peor al contemplar a la chica en sus<br />

brazos. Tardó un segundo en reconocerla y los celos despertaron en su interior.<br />

—Tiene mucha fiebre y se ha dado un golpe bastante fuerte en la cabeza.<br />

—Ven, sígueme. —Lo condujo a través del pasillo hasta una doble puerta abatible—. Colócala aquí —señaló una<br />

camilla.<br />

—¡Dios mío, si es Kate! —exclamó el doctor Anderson al entrar en la habitación.<br />

—Tienes que salir, William —dijo Keyla cogiéndolo por el brazo.<br />

—¡No!<br />

—No puedes quedarte aquí —insistió con tono autoritario.<br />

William entró en la sala de espera completamente abatido. No podía soportar la idea de que a Kate pudiera sucederle<br />

algo, que desapareciera de un mundo que solo tenia sentido si ella se encontraba en él. Se sentó en una de las sillas y cerró<br />

los ojos mientras un violento temblor estremecía su cuerpo. Cuando volvió a abrirlos, Carter y Shane, junto con Jared,<br />

entraban por la puerta. Diez minutos después, Evan y Jill aparecían con Alice.<br />

—¿Dónde está? ¿Cómo está? —preguntó la mujer con voz temblorosa.<br />

—No lo sé — dijo William con pesar y la cogió de la mano para que se sentara.<br />

De repente, Justin entró como un oso furioso y arremetió contra William.<br />

—¿Quién te crees que eres para llevártela así? —gritó, apuntándolo con el dedo.<br />

—¿Dónde estabas tú? Había ido contigo y la dejaste sola —bramó William, lívido y airado. El olor a alcohol penetraba<br />

en su olfato, podía olerlo en las venas del chico. Lo apartó de un empujón, poniendo cuidado en no lastimarlo a pesar de<br />

que se moría de ganas de aplastarlo como a un insecto.<br />

—Eso no es asunto tuyo —respondió Justin, esquivando su mirada. De pronto se sintió inseguro, William era más alto,<br />

evidentemente más fuerte y había algo siniestro en él que le helaba la sangre. Todo su valor se vino abajo y una sensación<br />

de miedo se apoderó de él.<br />

—Yo creo que sí —replicó William. Parecía que su cuerpo crecía por segundos, inclinándose oscuro y amenazante<br />

sobre Justin—. Si tiene que ver con ella, es asunto mío.<br />

—A ti lo que te pasa es que no soportas que me haya elegido a mí. —Las últimas palabras casi se le atragantaron en la<br />

garganta. La expresión feroz de William lo asustó hasta la médula.<br />

—¡Basta! —gritó Alice—. El que quiera quedarse aquí tendrá que comportarse, o tendré que pediros a los dos que os<br />

marchéis.<br />

William no se movió, deseaba aplastar a aquel parásito. La mano temblorosa de Alice sujetó su muñeca.<br />

—William —susurró suplicante. Su enfermo corazón aumentó las palpitaciones.<br />

William percibió la debilidad de la mujer y su rostro se suavizó al mirarla a los ojos.

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