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Daniel GolemanInteligencia Emocional3. Intencionalidad. El deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia. Estahabilidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse competente, de ser eficaz.4. Autocontrol. La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada asu edad; la sensación de control interno.5. Relación. La capacidad de relacionarse con los demás, una capacidad que se basa en el hechode comprenderles y de ser comprendido por ellos.6. Capacidad de comunicar. El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas,sentimientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás (incluyendo a losadultos) y el placer de relacionarse con ellos.7. Cooperación. La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en lasactividades grupales.El hecho de que un niño comience el primer día de guardería con estas capacidades ya aprendidasdepende mucho de los cuidados que haya recibido de sus padres —y de todos aquellos que, de un modo uotro, hayan actuado a modo de preceptores— proporcionándole así una importante ventaja de partida en eldesarrollo de la vida emocional.LA ASIMILACIÓN DE LOS FUNDAMENTOS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONALSupongamos que un bebé de dos meses de edad se despierta a las tres de la madrugada y empiezaa llorar, Imaginemos también que viene su madre y que, durante la media hora siguiente, el bebé sealimenta felizmente en sus brazos mientras ésta le mira con afecto, mostrándole lo contenta que está deverle aun en medio de la noche. Luego el bebé, satisfecho con el amor de su madre, vuelve a dormirse.Supongamos ahora que otro bebé, también de dos meses de edad, se despierta llorando a medianoche pero que, en este caso recibe la visita de una madre tensa e irritada, una madre que acababa deconciliar difícilmente el sueño tras una pelea con su marido. En el mismo momento en que la madre le cogebruscamente y le dice «¡Cállate! ¡No puedo perder el tiempo contigo! ¡Acabemos cuanto antes!», el bebécomienza a tensarse. Luego, mientras está mamando, su madre le mira con indiferencia sin prestarle lamenor atención y, a medida que recuerda la pelea que acaba de tener con su esposo, va inquietándosecada vez más. El bebé, sintiendo su tensión, se contrae y deja de mamar. « ¿Eso era todo lo que querías?—pregunta entonces su madre, arisca— Pues se acabó!» Y, con la misma brusquedad con la que le cogió,le deposita nuevamente en su cuna y se aleja de él, dejándole llorar hasta que finalmente, exhausto,termina durmiéndose.El informe del National Center for Clinical Infant Programs nos presenta estas dos escenas comoejemplos de dos tipos de interacción que, cuando se repiten una y otra vez, terminan inculcando en el bebésentimientos muy diferentes sobre si mismo y sobre las personas que le rodean. En el primer caso, el bebéaprende que las personas perciben sus necesidades, las tienen en cuenta e incluso pueden ayudarle asatisfacerlas, mientras que en el segundo, por el contrario, el bebé aprende que nadie cuida realmente deél, que no puede contar con los demás y que todos sus esfuerzos terminarán fracasando. Obviamente, a lolargo de su vida todos los bebés pasan por ambos tipos de situaciones, pero lo cierto es que el predominiode uno u otro varía según los casos. Es así como los padres imparten, de manera consciente oinconsciente, unas lecciones emocionales importantísimas que activan su sensación de seguridad, susensación de eficacia y su grado de dependencia (un punto al que Erik Erikson denomina «confianzabásica» o «desconfianza básica»).Este aprendizaje emocional se inicia en los primeros momentos de la vida y prosigue a lo largo detoda la infancia. Todos los intercambios que tienen lugar entre padres e hijos acontecen en un contextoemocional y la reiteración de este tipo de mensajes a lo largo de los años acaba determinando el meollo dela actitud y de las capacidades emocionales del niño. Es muy distinto el mensaje que recibe una niña si sumadre se muestra claramente interesada cuando le pide que le ayude a resolver un rompecabezas difícilque si recibe un escueto «¡No me molestes! ¡Tengo cosas más importantes que hacer!». Para mejor o parapeor, este tipo de intercambios entre padres e hijos son los que terminan modelando las esperanzasemocionales del niño sobre el mundo de las relaciones en particular, y su funcionamiento en todos losdominios de la vida, en general.Los peligros son todavía mayores para los hijos de padres manifiestamente incompetentes(inmaduros, drogadictos, deprimidos, crónicamente enojados o simplemente sin objetivos vitales y viviendocaóticamente). Es mucho menos probable que este tipo de padres cuide adecuadamente de sus hijos yestablezca contacto con las necesidades emocionales de sus bebés. Según muestran los estudiosrealizados en este sentido, el descuido puede ser más perjudicial que el abuso. Y una investigación124

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