Daniel GolemanInteligencia Emocionalconflictos. Con ese objetivo, algunos estudiantes son formados como mediadores —un papel que puedencomenzar a desempeñar en los últimos años de la escuela elemental—, aprendiendo a manejar peleas,provocaciones, amenazas, problemas interracíales y otros incidentes potencialmente violentos de la vidaescolar. Así, cuando estalla la tensión los estudiantes pueden buscar a un mediador que les ayude aresolver el problema.Los mediadores aprenden a expresar sus comentarios de modo que hagan sentir su imparcialidad alas partes en litigio.Una de las tácticas utilizadas consiste en sentarse con los implicados e invitarles a escuchar a la otraparte sin interrupciones esBram store, una técnica de trabajo en grupo que, recurriendo a las sugerenciasindividuales, permite suscitar un máximo de ideas originales, en un mínimo de tiempo.Omitiendo los insultos, de modo que todos tengan la oportunidad de calmarse y exponer su punto devista. Luego, cada uno de ellos repite lo que le ha dicho el otro (como una forma de verificar si realmente leha escuchado) y finalmente, todos juntos tratan de buscar soluciones que satisfagan a ambas partes,concluyendo muchas veces, con la firma de un acuerdo.Pero, además de la mediación en una determinada disputa, el programa instruye a los estudiantes apensar de manera distinta sobre los desacuerdos. En palabras de Ángel Pérez, que fue formado comomediador mientras se hallaba en la escuela primaria: «el programa cambió mi manera de pensar. Antescreía que lo único que podía hacer cuando alguien se metía conmigo, cuando alguien me hacía algo, erapelearme y devolvérselo, pero desde que he asistido a este programa tengo una forma de pensar máspositiva. Si alguien me hace algo negativo no trato de desquitarme sino que intento solucionar el problema».Y esto ha terminado difundiendo este punto de vista en su comunidad.Aunque el objetivo fundamental de Resolving Confiict Creatively Program consiste en impedir laescalada de la violencia, Lantieri considera que su objetivo es mucho más amplio. En su opinión, lashabilidades necesarias para acabar con la violencia no son ajenas a todo el espectro de las competenciasemocionales (puesto que, por ejemplo, para prevenir la violencia es tan importante saber dominar la cóleracomo saber lo que uno está sintiendo, saber controlar los impulsos o saber expresar las quejas).Gran parte del entrenamiento en este programa tiene que ver con habilidades emocionales tanfundamentales como el reconocimiento de un amplio abanico de sentimientos, la capacidad de darlesnombre y la empatía. Cuando Lantieri describe los resultados de la evaluación de los efectos de suprograma, no deja de señalar con satisfacción el aumento del «respeto entre los niños» y la disminución delnúmero de peleas y de insultos.A similares conclusiones sobre la alfabetización emocional llegó un consorcio de psicólogos quebuscaba formas de ayudar a aquellos niños cuya trayectoria vital parecía abocarles a la delincuencia y a laviolencia. Como ya hemos visto en el capítulo 15, muchos de los estudios que se han llevado a cabo conestos chicos señalan con claridad el camino que suelen seguir, un camino cuyo inicio está marcado por laimpulsividad y la tendencia a la irritabilidad en los primeros años de la escuela, que íes convierte enmarginados sociales al final de la escuela primaria, que íes lleva a relacionarse con un círculo demuchachos con problemas similares, que les impulsa a emprender su carrera delictiva durante laenseñanza media y que, al comenzar la edad adulta, les hace poseedores de un abultado historial delictivo.Todos los programas diseñados para llevar a cabo intervenciones que puedan ayudar a que estoschicos abandonen el camino de la violencia y el delito son, de un modo u otro, programas de alfabetizaciónemocional. Uno de ellos, desarrollado por un consorcio en el que se encontraba Mark Greenberg, de laUniversidad de Washington, es el PATHS (el acrónimo de Parents and Teachers Helping Students), unprograma que no sólo se aplica en aquellos niños que tienden al delito y a la violencia —y, en ese sentido,necesitan más de él—, sino que se imparte a todos los alumnos de la clase, evitando así la estigmatizaciónde cualquier subgrupo.Porque lo cierto es que esta clase de enseñanza es provechosa para todos los niños. Por ejemplo,uno de los temas fundamentales del curso tiene que ver con el estudio del dominio de los impulsos durantelos primeros años de escolarización, un aprendizaje cuya carencia conlleva la dificultad de prestar atención(con el consiguiente retraso en el aprendizaje y la posible pérdida del curso), y otro de los temas estárelacionado con el reconocimiento de los sentimientos. De hecho, el programa de PATHS está dividido encincuenta lecciones diferentes y se ocupa de impartir a los niños más pequeños lecciones sobre lasemociones más fundamentales (como, por ejemplo, la felicidad y el enojo), dedicándose luego asentimientos más complejos (como los celos, el orgullo y la culpa).Las lecciones sobre conciencia emocional enseñan a controlar lo que siente el niño, a darse cuentade lo que sienten quienes le rodean y, lo que resulta todavía más importante para los demasiado dispuestosa la violencia, les enseña a distinguir entre las situaciones en las que alguien es realmente hostil deaquéllas otras en las que la hostilidad procede, en realidad, de uno mismo.174
Daniel GolemanInteligencia EmocionalObviamente, una de las lecciones más importantes tiene que ver con el dominio de la cólera. Lapremisa básica que los niños aprenden con respecto a la cólera (y, en realidad, con respecto a todas lasdemás emociones) es la de que «todos los sentimientos son adecuados» pero que algunas reacciones sonadecuadas mientras que otras, por el contrario, no lo son. Una de las herramientas utilizadas para laenseñanza del autocontrol recurre al «semáforo» al que ya nos hemos referido cuando hablábamos de NewHaven. Otras unidades ayudan al niño con sus relaciones, constituyendo así un verdadero antídoto contrael rechazo social que puede terminar conduciéndole a la delincuencia.REPENSAR LA ESCUELA: ENSEÑAR A SER Y ENSEÑAR A RESPETAREn la medida en que la vida familiar está dejando ya de ofrecer a un número cada vez mayor de niñosun fundamento seguro para la vida, la escuela está convirtiéndose en la única institución de la comunidaden la que pueden corregirse las carencias emocionales y sociales del niño. Con ello no quiero decir que laescuela, por sí sola, pueda sustituir a todas las demás instituciones sociales (que, por cierto, se hallan alborde del colapso con demasiada frecuencia).Pero dado que casi todos los niños están escolarizados (por lo menos en teoría), la escuelaconstituye el único lugar en el que se pueden impartir a los niños las lecciones fundamentales para vivir quedifícilmente podrán recibir en otra parte. De este modo, el proceso de alfabetización emocional impone unacarga adicional a la escuela, que se ve así obligada a hacerse cargo del fracaso de la familia en su misiónsocializadora de los niños, una difícil tarea que exige dos cambios esenciales: que los maestros vayan másallá de la misión que tradicionalmente se les ha encomendado y que los miembros de la comunidad secomprometan más con el mundo escolar.En cualquier caso, lo importante no es tanto el hecho de que haya una clase específicamentededicada a la alfabetización emocional como la forma en que se imparta esta enseñanza. Tal vez no hayatema en el que la calidad del maestro resulte tan decisiva, porque la forma en que el maestro lleve adelantela clase constituye, en sí misma, un modelo, una lección de Jacto en competencia emocional (o, todo hayque decirlo, en la falta de ella).Dondequiera que un maestro responda a un estudiante, hay veinte o treinta más que reciben unalección.El hecho es que existe un proceso natural de autoselección con respecto al tipo de maestro quegravita en torno a estos cursos, porque no todo el mundo es temperamentalmente apto para impartirlos.Digamos, para comenzar, que los maestros deben sentirse comodos hablando de los sentimientos y que notodo el mundo se encuentra a gusto ni quiere estar en esta situación. Lo cierto es que la educación normalque han recibido los maestros les ha preparado muy poco —si es que les ha preparado algo— para estaclase de enseñanza. Por todas estas razones los programas de alfabetización emocional suelen tener encuenta la necesidad de que los maestros se dediquen durante varias semanas a formarse especialmente eneste nuevo enfoque.Aunque muchos maestros puedan ser reacios de entrada a abordar un tema que parece tan ajeno asu formación y a sus rutinas habituales, existen pruebas de que la mayor parte de quienes lo intentansiguen adelante complacidos. Cuando se enteraron de ello, el 31 % de los maestros de las escuelas deNew Haven que debían reciclarse para impartir los nuevos cursos de alfabetización emocional mostraronclaras resistencias pero, al cabo de un año de desempeñar esta tarea, más del 90% respondió que estabaencantado con ello y que quería seguir dando aquella clase el curso siguiente.UNA MISION EXTRA PARA LAS ESCUELASPero, más allá del necesario entrenamiento de los maestros, la alfabetización emocional extiendetambién las obligaciones de la escuela al convertirla en un agente más manifiesto de la sociedad quetambién debe cumplir con la función de enseñar a los niños las lecciones esenciales para vivir (recuperandoasí uno de los papeles tradicionalmente asignados a la educación). Esta función ampliada de la escuelarequiere, además del contenido concreto del programa, aprovechar las oportunidades que se presentendentro y fuera del aula para que los alumnos transformen los momentos de crisis personal en lecciones decompetencia emocional, algo que funciona mucho mejor cuando estas lecciones se complementan en elhogar. La mayor parte de los programas de alfabetización emocional incluyen clases especiales para quelos padres no sólo refuercen lo que sus hijos están aprendiendo en la escuela, sino también para ayudarleseficazmente si quieren contribuir al desarrollo emocional de sus hijos.175