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Daniel GolemanInteligencia EmocionalObviamente, una de las lecciones más importantes tiene que ver con el dominio de la cólera. Lapremisa básica que los niños aprenden con respecto a la cólera (y, en realidad, con respecto a todas lasdemás emociones) es la de que «todos los sentimientos son adecuados» pero que algunas reacciones sonadecuadas mientras que otras, por el contrario, no lo son. Una de las herramientas utilizadas para laenseñanza del autocontrol recurre al «semáforo» al que ya nos hemos referido cuando hablábamos de NewHaven. Otras unidades ayudan al niño con sus relaciones, constituyendo así un verdadero antídoto contrael rechazo social que puede terminar conduciéndole a la delincuencia.REPENSAR LA ESCUELA: ENSEÑAR A SER Y ENSEÑAR A RESPETAREn la medida en que la vida familiar está dejando ya de ofrecer a un número cada vez mayor de niñosun fundamento seguro para la vida, la escuela está convirtiéndose en la única institución de la comunidaden la que pueden corregirse las carencias emocionales y sociales del niño. Con ello no quiero decir que laescuela, por sí sola, pueda sustituir a todas las demás instituciones sociales (que, por cierto, se hallan alborde del colapso con demasiada frecuencia).Pero dado que casi todos los niños están escolarizados (por lo menos en teoría), la escuelaconstituye el único lugar en el que se pueden impartir a los niños las lecciones fundamentales para vivir quedifícilmente podrán recibir en otra parte. De este modo, el proceso de alfabetización emocional impone unacarga adicional a la escuela, que se ve así obligada a hacerse cargo del fracaso de la familia en su misiónsocializadora de los niños, una difícil tarea que exige dos cambios esenciales: que los maestros vayan másallá de la misión que tradicionalmente se les ha encomendado y que los miembros de la comunidad secomprometan más con el mundo escolar.En cualquier caso, lo importante no es tanto el hecho de que haya una clase específicamentededicada a la alfabetización emocional como la forma en que se imparta esta enseñanza. Tal vez no hayatema en el que la calidad del maestro resulte tan decisiva, porque la forma en que el maestro lleve adelantela clase constituye, en sí misma, un modelo, una lección de Jacto en competencia emocional (o, todo hayque decirlo, en la falta de ella).Dondequiera que un maestro responda a un estudiante, hay veinte o treinta más que reciben unalección.El hecho es que existe un proceso natural de autoselección con respecto al tipo de maestro quegravita en torno a estos cursos, porque no todo el mundo es temperamentalmente apto para impartirlos.Digamos, para comenzar, que los maestros deben sentirse comodos hablando de los sentimientos y que notodo el mundo se encuentra a gusto ni quiere estar en esta situación. Lo cierto es que la educación normalque han recibido los maestros les ha preparado muy poco —si es que les ha preparado algo— para estaclase de enseñanza. Por todas estas razones los programas de alfabetización emocional suelen tener encuenta la necesidad de que los maestros se dediquen durante varias semanas a formarse especialmente eneste nuevo enfoque.Aunque muchos maestros puedan ser reacios de entrada a abordar un tema que parece tan ajeno asu formación y a sus rutinas habituales, existen pruebas de que la mayor parte de quienes lo intentansiguen adelante complacidos. Cuando se enteraron de ello, el 31 % de los maestros de las escuelas deNew Haven que debían reciclarse para impartir los nuevos cursos de alfabetización emocional mostraronclaras resistencias pero, al cabo de un año de desempeñar esta tarea, más del 90% respondió que estabaencantado con ello y que quería seguir dando aquella clase el curso siguiente.UNA MISION EXTRA PARA LAS ESCUELASPero, más allá del necesario entrenamiento de los maestros, la alfabetización emocional extiendetambién las obligaciones de la escuela al convertirla en un agente más manifiesto de la sociedad quetambién debe cumplir con la función de enseñar a los niños las lecciones esenciales para vivir (recuperandoasí uno de los papeles tradicionalmente asignados a la educación). Esta función ampliada de la escuelarequiere, además del contenido concreto del programa, aprovechar las oportunidades que se presentendentro y fuera del aula para que los alumnos transformen los momentos de crisis personal en lecciones decompetencia emocional, algo que funciona mucho mejor cuando estas lecciones se complementan en elhogar. La mayor parte de los programas de alfabetización emocional incluyen clases especiales para quelos padres no sólo refuercen lo que sus hijos están aprendiendo en la escuela, sino también para ayudarleseficazmente si quieren contribuir al desarrollo emocional de sus hijos.175

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