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Daniel GolemanInteligencia Emocionalrealizada con niños maltratados descubrió que éstos lo hacen todo peor (son los más ansiosos, despistadosy apáticos —mostrándose alternativamente agresivos y desinteresados— y el porcentaje de repetición delprimer curso entre ellos fue del 65%).Durante los tres o cuatro primeros años de vida, el cerebro de los bebés crece hasta los dos terciosde su tamaño maduro y su complejidad se desarrolla a un ritmo que jamás volverá a repetirse. En esteperíodo clave, el aprendizaje, especialmente el aprendizaje emocional, tiene lugar más rápidamente quenunca. Es por ello por lo que las lesiones graves que se produzcan durante este período pueden terminardañando los centros de aprendizaje del cerebro (y, de ese modo, afectar al intelecto). Y aunque, comoluego veremos, esto puede remediarse en parte por las experiencias vitales posteriores, el impacto de esteaprendizaje temprano es muy profundo. Como resume una investigación realizada a este respecto, lasconsecuencias de las lecciones emocionales aprendidas durante los primeros cuatro años de vida sonextraordinariamente importantes:A igualdad de otras circunstancias, un niño que no puede centrar su atención, un niño suspicaz enlugar de confiado, un niño triste o enojado en lugar de optimista, destructivo en lugar de respetuoso, un niñoque se siente desbordado por la ansiedad, preocupado por fantasías aterradoras e infeliz consigo mismo,tiene muy pocas posibilidades de aprovechar las oportunidades que le ofrezca el mundo.COMO CRIAR A UN NIÑO AGRESIVOLos estudios a término lejano tienen mucho que enseñarnos sobre los efectos a largo plazo de unosprogenitores emocionalmente inadecuados (especialmente en lo que respecta al papel que desempeñan enla crianza de niños agresivos). Uno de estos estudios, llevado a cabo en el área rural de Nueva York,realizó un seguimiento de 870 niños desde los ocho hasta los treinta años de edad.’ El estudio demostróque cuanto más agresivos son los niños —cuanto más dispuestos a entablar peleas y a recurrir a la fuerzapara conseguir lo que desean—, más probable es que terminen expulsados de la escuela y que, a lostreinta años de edad, tengan un largo historial de delincuencia. Y estos padres también parecen transmitir asus hijos la misma predisposición a la violencia, ya que éstos se mostraron tan pendencieros en la escuelacomo lo habían sido aquéllos.Veamos ahora la forma en que la agresividad se transmite de generación en generación. Dejando delado las posibles tendencias heredadas, el hecho es que, cuando estos niños agresivos alcanzan la edadadulta, terminan convirtiendo la vida familiar en una escuela de violencia. Cuando eran niños sufrieron loscastigos arbitrarios e implacables de sus padres, y al ser padres repitieron el mismo esquema que habíanaprendido en su infancia. Y esto es igualmente aplicable tanto en el caso de que el agresivo sea el padrecomo en el de que lo sea la madre. Las niñas agresivas llegaron a transformarse en madres tan autoritariasy crueles como ocurría en el caso de los varones. Las madres, en este sentido, castigaban a sus hijos conespecial saña, mientras que ellos se despreocupaban de sus hijos y pasaban la mayor parte del tiempoignorándolos. Al mismo tiempo, estos padres ofrecían a sus hijos un ejemplo vívido de agresividad, unmodelo que el niño llevaba consigo a la escuela y al patio de recreo y que ya no abandonaba durante elresto de su vida. Con ello no estamos diciendo que estos padres sean necesariamente malvados, nitampoco que no deseen lo mejor para sus hijos, sino simplemente que no hacen más que repetir el mismotrato que han recibido de sus propios padres.Según este modelo, se castiga a los niños de manera arbitraria porque, si sus padres están de malhumor, les castigan severamente pero si, por el contrario, están de buen humor, pueden escapar al castigoen medio del caos. El castigo, pues, en este caso, no parece depender tanto de lo que hace el niño comodel estado de ánimo de sus padres, una pauta perfecta para desarrollar el sentimiento de inutilidad eimpotencia, puesto que la amenaza puede presentarse en cualquier momento y en cualquier lugar.Considerar la actitud de estos niños agresivos como el producto de la vida familiar tiene un ciertosentido, aunque lamentablemente no resulta nada fácil de modificar. Lo que resulta más descorazonador eslo temprano que pueden aprenderse estas lecciones y el elevado coste que comportan para la vidaemocional del niño.LA VIOLENCIA: LA EXTINCIÓN DE LA EMPATÍAEn medio del desordenado juego de la guardería, Martin, de dos años y medio de edad, empujó auna niña que entonces rompió a llorar. Martin trató de coger su mano, pero cuando la sollozante niña senegó a dársela, la golpeó en el brazo.125

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