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Daniel GolemanInteligencia EmocionalEL CARACTER, LA MORAL Y LAS ARTES DE LA DEMOCRACIAExiste una palabra muy antigua para referirse a todo el conjunto de habilidades representadas por lainteligencia emocional: carácter. Según Amitai Etzioni, un teórico social de la Universidad GeorgeWashington, el carácter es «el músculo psicológico que requiere la conducta moral» y, en opinión delfilósofo John DewCy, la educación moral es más poderosa cuando las lecciones se enseñanentremezcladas con el curso real de los acontecimientos —la modalidad educativa propia de laalfabetización emocional—, no cuando se imparten en forma de lecciones abstractas. Si el desarrollo delcarácter constituye uno de los fundamentos de las sociedades democráticas, la inteligencia emocional esuno de los armazones básicos del carácter. La piedra de toque del carácter es la autodisciplina —la vidavirtuosa— que, como han señalado tantos filósofos desde Aristóteles, se basa en el autocontrol.Otro elemento fundamental del carácter es la capacidad de motivarse y guiarse uno mismo, ya seapara hacer los deberes, terminar un trabajo o levantarse cada mañana. Y, como ya hemos visto antes, lacapacidad de demorar la gratificación y de controlar y canalizar los impulsos constituye otra habilidademocional fundamental a la que antiguamente se llamó voluntad. «Para actuar correctamente con losdemás debemos comenzar dominándonos a nosotros mismos (a nuestros apetitos y a nuestras pasiones)—señala Thomas Lickona, a propósito de la educación del carácter,« quien luego prosigue diciendo—. Así,la emoción permanecerá bajo el control de la razón.» La capacidad para dejar de tener en cuentaexclusivamente nuestros propios intereses e impulsos tiene considerables beneficios sociales, puesto queabre el camino a la empatía, a la auténtica escucha y a asumir el punto de vista de los demás. Y la empatía,como ya hemos visto, conduce al respeto, al altruismo y a la compasión. Ver las cosas desde el punto devista de los demás nos permite trascender los estereotipos sesgados y alienta la aceptación de lasdiferencias y de la tolerancia, aptitudes más necesarias hoy que nunca en una sociedad cada vez másplural, permitiéndonos vivir así en una comunidad basada en el respeto mutuo que propicia la existencia deun discurso público constructivo.Éstas, precisamente, son las artes fundamentales de la democracía.Las escuelas, señala Etzioni, desempeñan un papel esencial en el cultivo del carácter, enseñando laautodisciplina y la empatía, lo cual, a su vez, hace posible el auténtico compromiso con los valores cívicos ymorales. Pero para ello no basta con adoctrinar a los niños sobre los valores sino que es absolutamentenecesario practicarlos, algo que sólo se da en la medida en que el niño va consolidando las habilidadesemocionales y sociales fundamentales. En este sentido, la alfabetización emocional discurre pareja a laeducación del carácter, el desarrollo moral y el civismo.UNA ÚLTIMA PALABRACuando finalicé este libro leí algunos artículos impresionantes del periódico que llamaronpoderosamente mi atención. Uno de ellos señalaba que las armas se habían convertido en la principalcausa de muerte en los Estados Unidos, desplazando al número de víctimas mortales por accidente deautomóvil. La segunda afirmaba que, en el último año, la tasa de asesinatos creció un 39%. Especialmenteinquietante me resultó la predicción realizada -en el segundo artículo— por un criminólogo, de que noshallamos en una especie de calma previa a la «tormenta de crímenes» que nos aguarda en la próximadécada. La razón que aduce para justificar tan espantoso pronóstico descansa en el hecho de que estácreciendo el índice de asesinatos cometidos por jóvenes de catorce y quince años, lo cual constituye unaespecie de un bomba de relojería. En la próxima década, este grupo tendrá entre dieciocho y veinticuatroaños de edad, la edad clave de los crímenes más violentos de una carrera delictiva. Estos augurioscomienzan ya a vislumbrarse en nuestro horizonte porque, según dice un tercer artículo, entre los años1988 y 1992, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos registró un aumento del 68% en el númerode jóvenes acusados de asesinato, robo, asalto con premeditación (un apartado que, por sí sólo, aumentóun 80%) y violación. Estos adolescentes constituyen la primera generación que no sólo tiene acceso apistolas sino también a todo tipo de armas automáticas, del mismo modo que la generación de sus padresfue la primera en poder acceder a las drogas. Esta difusión de las armas entre los adolescentes supone quelos desacuerdos que antiguamente se hubieran resuelto a puñetazos, ahora pueden terminar fácilmente enun tiroteo. Y, como concluye otro experto, estos adolescentes «no son precisamente especialistas en evitardisputas».Es evidente que una de las razones que explica la carencia de esta habilidad vital fundamental esque hasta el momento la sociedad no se ha preocupado de que cada niño sepa canalizar su cólera ni deque conozca los fundamentos de la resolución positiva de los conflictos, como tampoco nos hemos179

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