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Daniel GolemanInteligencia EmocionalNO MAS CRUZADAS UN CAMINO PREVENTIVO COMUNEn las dos últimas décadas se han declarado diversas «cruzadas»: contra los embarazos juveniles,contra el fracaso escolar, contra las drogas y, más recientemente, contra la violencia. No obstante, elproblema con este tipo de campañas es que llegan demasiado tarde, cuando la situación ya ha alcanzadoproporciones endémicas y ha arraigado firmemente en las vidas de los jóvenes.En este sentido equivalen a una intervención en momentos de crisis, a tratar de resolver losproblemas clínicos enviando ambulancias para recoger a los enfermos en lugar de proporcionarles unavacuna que pueda impedir que contraigan la enfermedad.Pero no necesitamos tanto este tipo de campañas, sino que debemos centrar todos nuestrosesfuerzos en la prevención, ofreciendo a los niños la oportunidad de desarrollar las capacidades que lespermitan afrontar la vida y aumentar así la posibilidad de escapar de todos esos destinos infaustos. Miinsistencia en la importancia de las deficiencias emocionales y sociales no pretende subestimar el papelque desempeñan otros factores de riesgo como, por ejemplo, el hecho de haber nacido en una familiacaótica, fragmentada o violenta, o crecido en un barrio infestado por la delincuencia, la pobreza y lasdrogas.La pobreza, por sí sola, ya constituye suficiente azote emocional para los niños y, en este sentido, ala edad de cinco años los niños más pobres se sienten ya más temerosos, ansiosos y tristes, presentanmás problemas de conducta y rabietas más frecuentes, y se muestran más destructivos que suscompañeros mejor situados económicamente, una tendencia que se mantendrá durante los diez añossiguientes. La presión de la pobreza también corroe los cimientos mismos de la vida familiar disminuyendola expresión del afecto, aumentando la depresión de las madres (que frecuentemente se hallan solas y sintrabajo) y aumentando también la incidencia de castigos duros como los gritos, los golpes y las amenazasfísicas. Pero también hay que decir que las habilidades emocionales desempeñan un papel más decisivoque los factores económicos y familiares a la hora de determinar sí un niño o un adolescente concretollegará a arruinar su vida por estas dificultades o si, por el contrario, podría sobreponerse a ellas. Losestudios a largo plazo realizados sobre centenares de niños que han crecido en condiciones de extremapobreza, en el seno de familias agresivas o con padres que padecían serios trastornos psicológicos,demuestran que quienes son capaces de afrontar las dificultades más adversas comparten las mismashabilidades emocionales fundamentales, entre las que podemos destacar la simpatía, la sociabilidad, laconfianza en uno mismo, el optimismo frente a las dificultades y frustraciones, la capacidad pararecuperarse rápidamente de los fracasos y la flexibilidad.Pero la inmensa mayoría de estos niños deben afrontar las dificultades sin contar con estas ventajas.Claro está que muchas de estas capacidades son innatas —la lotería genética de la que hemos hablado enotro momento— pero, tal como vimos en el capítulo 14, hasta cualidades como el temperamento puedenser transformadas. Evidentemente, uno de los niveles de intervención debe ser político y económico,tratando de aliviar tanto la pobreza como el resto de las condiciones sociales que engendran estosproblemas. Pero, además de estas intervenciones (que, por cierto, parecen ocupar un lugar secundario enlos programas sociales), existen otras posibles alternativas para ayudar a los niños a superar estosproblemas acuciantes.Tomemos el caso de los trastornos emocionales que afectan a uno de cada dos norteamericanos. Unestudio demostró que el 48% de los de 8.098 individuos encuestados había sufrido algún tipo de problemapsiquiátrico a lo largo de su vida. El 14% de ellos estaba afectado más seriamente y había tenido tres o másproblemas psiquiátricos al mismo tiempo. Este último grupo era el más problemático, dando cuenta del 60%del total de problemas psiquiátricos que ocurrían en un determinado momento y del 90% de los problemasde incapacitación más graves. Es evidente que estas personas necesitan una atención inmediata pero,como ya hemos señalado, el tratamiento óptimo sería el preventivo.Habría que añadir, sin embargo, que no todos los problemas psiquiátricos pueden preverse, opiniónde Ronald Kessler, el sociólogo de la Universidad de Michigan que realizó el estudio del que estamoshablando: «debemos intervenir en una fase muy temprana de la vida. Consideremos, por ejemplo, a unaniña de sexto curso que padezca de fobia social y comience a beber en el instituto como una forma desuperar sus problemas de relación. A la edad de veinte años, cuando la descubre nuestro estudio, todavíasigue teniendo los mismos miedos, se ha convertido en una politoxicómana y está deprimida porque su vidaes un caos completo. ¿Qué podríamos haber hecho nosotros durante su infancia para invertir el curso delos acontecimientos?» Esto mismo es aplicable, obviamente, a la disminución de la violencia o a los muchospeligros que acechan a la juventud contemporánea Los programas educativos concebidos para lapreveneción de un problema concreto —como, por ejemplo, el abuso de drogas, los embarazos juveniles ola violencia— han proliferado en la última década, creando una míniindustría dentro del mercado educativo.Pero la mayor parte de estos programas~ incluyendo los más hábilmente promocionados y difundidos, han161

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