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Daniel GolemanInteligencia Emocional(Su verdadero pensamiento, no obstante, es: «me lleva la contraria en todo lo que digo. Tendré quehacerlo yo mismo».)Melanie. asustada por la súbita muestra de cólera de Martin responde, en un tono más sosegado:—No. Ya iré yo y los acostaré.(Pero lo que realmente piensa es: «esta perdiendo el control y podría llegar a pegarles. Será mejorque le siga la corriente».)Este tipo de conversaciones paralelas —la verbal y la mental— ha sido puesto de manifiesto porAaron Beck. el creador de la terapia cognitiva, como ejemplo de los pensamientos que pueden emponzoñaruna relación matrimonial. «El auténtico intercambio emocional que tuvo lugar entre Melanie y Martin estabaprefigurado por sus pensamientos y éstos. a su vez, estaban predeterminados por un estrato mental másprofundo al que Beck denomina “pensamientos automáticos”», es decir, creencias fugaces sobre laspersonas con quienes nos relacionamos y sobre nosotros mismos que reflejan nuestras actitudesemocionales más profundas. El pensamiento profundo de Melanie era algo así como «Martin me intimidacontinuamente con sus enfados», mientras que el de Martin. por su parte, era «no tiene ningún derecho atratarme así». De este modo Melanie se siente como una víctima inocente en su matrimonio mientras queMartin cree que tiene todo el derecho a indignarse por lo que considera un trato injusto por parte de suesposa.El pensamiento de que uno es una víctima inocente o de que tiene derecho a indignarse es típico deaquellos matrimonios en crisis que, de un modo u otro, se agreden de continuo. Una vez que este tipo depensamientos —como, por ejemplo, la justa indignación— se automatizan, desempeñan un papelautoconfirmante y. de este modo, el miembro de la pareja que se siente víctima acecha constantementetodo lo que hace el otro para poder confirmar su propia opinión de que está siendo atacado omenospreciado, ignorando, al mismo tiempo, todo acto mínimamente positivo que pueda cuestionar ocontradecir esta visión.Este tipo de pensamientos es muy poderoso y pone en marcha el sistema de alarma neurológico. Elpensamiento de que uno es una víctima desencadena un secuestro emocional que activa la larga serie deofensas que uno ha recibido del otro, olvidando simultáneamente todo lo positivo que haya aportado que nocuadre con la visión de que uno es una víctima inocente. De este modo, el otro miembro de la pareja se veencerrado en una especie de callejón sin salida ya que todo lo que haga —aunque trate de serdeliberadamente amable— será reinterpretado a través de este prisma de negatividad y rechazado comouna tímida tentativa de negar su culpa.En situaciones similares, las parejas que se hallan libres de este tipo de procesos mentales suelenadoptar una interpretación más positiva, en consecuencia son menos proclives a experimentar un secuestroemocional y, en caso de hacerlo, se recuperan con mayor prontitud. El patrón general de pensamientos quealimentan o, por el contrario, aligeran la crisis se atiene al modelo de optimismo o pesimismo propuesto enel capitulo 6 por el psicólogo Martin Seligman. La visión pesimista sería aquélla que considera que nuestrapareja tiene un defecto inherente e inmutable que sólo genera sufrimiento: «es un egoísta que sólo piensaen sí mismo. Así lo parieron y jamás cambiará. Lo único que quiere de mí es que esté completamente a suservicio sin tener en cuenta cuáles son mis sentimientos». La visión optimista contrapuesta podríaexpresarse más o menos del siguiente modo: «ahora parece muy exigente pero, en el pasado, hademostrado ser muy comprensivo. Tal vez esté atravesando una mala racha. Es muy posible que tengaalgún problema en el trabajo». Esta última perspectiva no descalifica al otro miembro de la pareja niconsidera desesperanzadamente que la relación matrimonial esté dañada de manera irreversible, sino quepiensa, en cambio, que sólo se trata de un problema circunstancial y pasajero. La primera actitud aboca a ladesazón mientras que la segunda proporciona, en cambio, una sensación de mayor sosiego.Las parejas que adoptan una postura pesimista son sumamente proclives a los raptos emocionales yse enfadan, ofenden y molestan por todo lo que hace su compañero, creciendo su irritación a medida queavanza la discusión. Este estado de inquietud interna, unido a su actitud pesimista, les hace más proclives arecurrir a la crítica y las quejas desconsideradas en las desavenencias con su pareja, lo cual incrementa, asu vez, la probabilidad de terminar adoptando una actitud defensiva o de clara cerrazón.Es muy posible que los pensamientos tóxicos más virulentos sean aquéllos que albergan los hombresque llegan a maltratar físicamente a sus esposas. Un estudio sobre la violencia marital llevado a cabo porpsicólogos de la Universidad de Indiana demostró que las pautas de pensamiento de estos hombres son lasmismas que las de los niños bravucones del patio de recreo. Suele tratarse de hombres que interpretan lasacciones neutras de sus esposas como ataques y utilizan este prejuicio para justificar su agresividad haciaellas (quienes se muestran sexualmente agresivos en sus citas con las mujeres sufren un proceso muyparecido, prejuzgándolas con suspicacia y desdeñando sus posibles objeciones)i Como hemos visto en elcapítulo 7, este tipo de hombres se siente especialmente amenazado por el desdén, el rechazo o lavergüenza pública a que les pueden someterles sus esposas. Una escena típica que suele activar la«justificación» de la violencia del marido es la siguiente: «estás en una fiesta y de repente te das cuenta de90

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