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Daniel GolemanInteligencia EmocionalAPÉNDICE CLOS CIRCUITOS NEURALES DEL MIEDOLas amígdalas son estructuras cerebrales estrechamente ligadas al miedo. Cuando una extrañaenfermedad destruyó las amígdalas (pero no otras estructuras cerebrales) de una paciente a quien losneurólogos llaman «S.M.», el miedo desapareció de su repertorio mental. A partir de entonces, S.M. seconvirtió en una persona incapaz de expresar el miedo y de identificar la mirada de miedo en el rostro de losdemás. Como dijo un neurólogo: «si alguien le apuntara a su cabeza con una pistola, S.M. podría saberintelectualmente que tendría miedo, pero lo que no podría es llegar a sentirlo del mismo modo que usted oque yo».Aunque los neurocientíficos hayan cartografiado detalladamente los circuitos neuronales del miedo, laverdad es que, en el estado actual, la investigación al respecto de cualquiera de las emociones está en susinicios. En cualquier caso, la especial prominencia del miedo —tal vez la emoción más sobresaliente para laevolución— lo convierte en un ejemplo idóneo para comprender la dinámica neural de la emoción.Obviamente, también es cierto que, en los tiempos modernos, el miedo generalizado se ha convertido en laruina de la vida cotidiana, arrojándonos al nerviosismo, a la angustia y a una amplia variedad depreocupaciones o-en los casos patológicos— a los ataques de pánico, a las fobias o a los trastornosobsesivo-compulsivos.Supongamos que una noche está leyendo tranquilamente un libro en su hogar cuando de repenteoye un ruido en otra habitación.Lo que ocurre a partir de ese momento en su cerebro nos permite vislumbrar los circuitos neuralesdel miedo y el papel que desempeñan las amígdalas como sistema de alarma. El primer circuito cerebralimplicado se limita a traducir las ondas físicas de ese sonido al lenguaje del cerebro para ponerle en estadode alerta. Este circuito va desde el oído hasta el tallo encefálico y el tálamo. A partir de ahí se ramifica endos partes: una de ellas se dirige a las amígdalas y al cercano hipocampo, y la otra, más larga, conducehasta el córtex auditivo —situado en el lóbulo temporal—, donde se clasifican y comprenden los sonidos.El hipocampo —una región clave para el almacenaje de la memoria— compara rápidamente este«ruido» con otros sonidos similares que usted pueda haber escuchado, tratando de descubrir si se trata deun sonido familiar (¿es un «ruido» reconocible?).Mientras tanto, el córtex auditivo está realizando un análisis mas preciso del sonido intentandocomprender su origen ¿acaso es el gato?, ¿la ventana sacudida por el viento’?, ¿un ladrón’? Luego, elcórtex auditivo propone una hipótesis —tal vez el gato ha tirado la lámpara de la mesita, aunque tambiénpudiera tratarse de un ladrón— y envía este mensaje a las amígdalas y al hipocampo quienes rápidamentelo comparan con recuerdos semejantes—. Si la conclusión es tranquilizadora (no es más que el ruido de laventana movida por el viento), el estado de alerta general se paraliza. Pero si, por el contrario, la conclusiónes dudosa, se pone en marcha otro bucle resonante entre las amígdalas, el hipocampo y los lóbulosprefrontales, elevando más la incertidumbre y fijando su atención para tratar de identificar la fuente delruido. Y en el caso de que este análisis más preciso tampoco llegue a proporcionarle ninguna respuestasatisfactoria, las amígdalas lanzan una señal de alarma que activa el hipocampo, el tallo cerebral y elsistema nervioso autónomo.En estos momentos de miedo y ansiedad resulta evidente la extraordinaria arquitectura de lasamígdalas como sistema central de alarma. Al igual que ocurre con aquellos sistemas de seguridad que seencargan de avisar a la policía, a los bomberos y a los vecinos en caso de alarma, los diversos grupos deneuronas que componen las amígdalas están diseñados para liberar determinados neurotransmisores.Cada una de las distintas partes de la amígdala recibe diferente tipo de información. A su núcleolateral, por ejemplo, llegan proyecciones procedentes del tálamo y del córtex visual y auditivo. Los olores,por su parte, llegan, después de pasar por el bulbo olfativo, al área corticomedial de la amígdala, mientrasque los sabores y los mensajes viscerales llegan a su región central.De este modo, la recepción de todo tipo de señales convierte a la amígdala en un centinela queescudriña continuamente toda experiencia sensorial.187

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