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Daniel GolemanInteligencia Emocionalhacerles llorar mientras que un comentario banal con alguien alegre puede llegar a animarles (lo cual, porcierto, les convierte en personas muy empáticas porque se ven fácilmente conmovidas por los sentimientosde los demás).John Cacioppo, el psicólogo social de la Universidad de Ohio que ha estudiado este tipo deintercambio emocional sutil, señala que «comprendamos o no la mímica de la expresión facial, basta conver a alguien expresar una emoción para evocar ese mismo estado de ánimo. Esto es algo que nos sucedede continuo, una especie de danza, una sincronía, una transmisión de emociones.«Y es esta sincronización de estados de ánimo la que determina el que usted se sienta bien o mal enuna determinada relación».El grado de armonía emocional que experimenta una persona en un determinado encuentro serefleja en la forma en que adapta sus movimientos físicos a los de su interlocutor (un indicador deproximidad que suele tener lugar fuera del alcance de la conciencia). Una persona se mueve en el mismomomento en que la otra deja de hablar, ambas cambian de postura simultáneamente o una se acerca almismo tiempo que la otra retrocede. Esta especie de coreografía puede llegar a ser tan sutil que ambaspersonas se muevan en sus sillas al mismo ritmo. Así, la reciprocidad que articula los movimientos de lagente que se encuentra emocionalmente vinculada presenta la misma sincronía que Daniel Stern descubrióen aquellas madres que se encuentran sintonizadas con sus hijos.La sincronía parece facilitar la emisión y recepción de estados de ánimo, aunque se trate de estadosde ánimo negativos. Por ejemplo, en una determinada investigación sobre la sincronía física se estudió ensituación de laboratorio la forma en que las mujeres deprimidas discutían con su pareja descubriendo que,cuanto mayor era el grado de sincronía no verbal en las parejas, peor se sentían los compañeros de lasmujeres deprimidas al finalizar la discusión, como si hubieran quedado atrapados en el estado de ánimonegativo de su pareja. En resumen, pues, parece que cuanto mayor es el grado de sintonía física existenteentre dos personas, mayor es la semejanza entre sus estados de ánimo, sin importar tanto el que éste seaoptimista o pesimista.La sincronía entre maestros y discípulos constituye también un indicador del grado de relaciónexistente entre ellos, y los estudios realizados en el aula señalan que cuanto mayor es el grado decoordinación de movimientos entre maestro y discípulo, mayor es también la amabilidad, satisfacción,entusiasmo, interés y tranquilidad con que interactúan. Hablando en términos generales, podríamos decirque el alto nivel de sincronía de una determinada interacción es un indicador del grado de relaciónexistente entre las personas implicadas. Frank Bernieri, el psicólogo de la Universidad del Estado deOregón que llevó a cabo este estudio me contaba que «la comodidad o incomodidad que experimentamoscon los demás es, en cierto modo, física. Para que dos personas se sientan a gusto y coordinen susmovimientos, deben tener ritmos compatibles. La sincronía refleja la profundidad de la relación existenteentre los implicados y, cuanto mayor es el grado de compromiso, más interrelacionados se hallan susestados de ánimo, sean éstos positivos o negativos».En resumen, la coordinación de los estados de ánimo constituye la esencia del rapport, la versiónadulta de la sintonía que la madre experimenta con su hijo. Cacioppo propone que uno de los factoresdeterminantes de la eficacia interpersonal consiste en la destreza con que la gente mantiene la sincroníaemocional.Quienes son más diestros en sintonizar con los estados de ánimo de los demás o en imponer a losdemás sus propios estados de ánimo son también emocionalmente más amables. El rasgo distintivo de unauténtico líder consiste precisamente en su capacidad para conectar con una audiencia de miles depersonas. Y, por esta misma razón, Cacioppo afirma también que las personas que tienen dificultades paracaptar y transmitir las emociones suelen tener problemas de relación, puesto que despiertan la incomodidadde los demás sin que éstos puedan explicar claramente el motivo.Ajustar el tono emocional de una determinada interacción constituye, en cierto modo, un signo decontrol profundo e intimo que condiciona el estado de ánimo de los demás. Es muy probable que este poderpara inducir emociones se asemeje a lo que en biología se denomina zeitgeber, un «temporizador», unproceso que, al igual que ocurre con el ciclo día-noche o con las fases mensuales de la luna, impone undeterminado ritmo biológico (en el caso del baile, por ejemplo, la música constituye un zeitgeber corporal).En lo que se refiere a las relaciones interpersonales, la persona más expresiva —la persona máspoderosa— suele ser aquélla cuas emociones arrastran a la otra. En este sentido, también hay que decirque el elemento dominante de la pareja es el que habla más, mientras que el elemento subordinado esquien más observa el rostro del otro, una forma también de manifestar el afecto. Y, por ese mismo motivo,el poder de un buen orador —un político o un evangelista, pongamos por caso— se mide por su capacidadpara movilizar las emociones de su audiencia.6 Esto es precisamente lo que queremos decir cuandoafirmamos que «los tiene en la palma de la mano». La movilización emocional constituye la esenciamisma de la capacidad de influir en los demás.77

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