Daniel GolemanInteligencia Emocionalque ver con la emisión de respuestas emocionales como con el hecho de registrar y dar sentido a laspautas perceptivas. La principal actividad del hipocampo consiste en proporcionar una aguda memoria delcontexto, algo que es vital para el significado emocional. Es el hipocampo el que reconoce el diferentesignificado de, pongamos por caso, un oso en el zoológico y un oso en el jardín de su casa.Y si el hipocampo es el que registra los hechos puros, la amígdala, por su parte, es la encargada deregistrar el clima emocional que acompaña a estos hechos. Si, por ejemplo, al tratar de adelantar a uncoche en una vía de dos carriles estimamos mal las distancias y tenemos una colisión frontal, el hipocamporegistra los detalles concretos del accidente, qué anchura tenía la calzada, quién se hallaba con nosotros yqué aspecto tenía el otro vehículo. Pero es la amígdala la que, a partir de ese momento, desencadenará ennosotros un impulso de ansiedad cada vez que nos dispongamos a adelantar en circunstancias similares.Como me dijo LeDoux: «el hipocampo es una estructura fundamental para reconocer un rostro como el desu prima, pero es la amígdala la que le agrega el clima emocional de que no parece tenerla en muchaestima».El cerebro utiliza un método simple pero muy ingenioso para registrar con especial intensidad losrecuerdos emocionales, ya que los mismos sistemas de alerta neuroquimicos que preparan al cuerpo parareaccionar ante cualquier amenaza —luchando o escapando— también se encargan de grabar vívidamenteeste momento en la memoria. En caso de estrés o de ansiedad, o incluso en el caso de una intensa alegría,un nervio que conecta el cerebro con las glándulas suprarrenales (situadas encima de los riñones),estimulando la secreción de las hormonas adrenalina y noradrenalina, disponiendo así al cuerpo pararesponder ante una urgencia. Estas hormonas activan determinados receptores del nervio vago, encargado,entre otras muchas cosas, de transmitir los mensajes procedentes del cerebro que regulan la actividadcardiaca y, a su vez, devuelve señales al cerebro, activado también por estas mismas hormonas. Y elprincipal receptor de este tipo de señales son las neuronas de la amígdala que, una vez activadas, seocupan de que otras regiones cerebrales fortalezcan el recuerdo de lo que está ocurriendo.Esta activación de la amígdala parece provocar una intensificación emocional que también profundizala grabación de esas situaciones. Este es el motivo por el cual, por ejemplo, recordamos a dónde fuimos ennuestra primera cita o qué estábamos haciendo cuando oímos la noticia de la explosión de la lanzaderaespacial Challenger. Cuanto más intensa es la activación de la amígdala, más profunda es la impronta ymás indeleble la huella que dejan en nosotros las experiencias que nos han asustado o nos hanemocionado. Esto significa, en efecto, que el cerebro dispone de dos sistemas de registro, uno para loshechos ordinarios y otro para los recuerdos con una intensa carga emocional, algo que tiene un gran interésdesde el punto de vista evolutivo porque garantiza que los animales tengan recuerdos particularmentevívidos de lo que les amenaza y de lo que les agrada.Pero, además de todo lo que acabamos de ver, los recuerdos emocionales pueden llegar aconvenirse en falsas guías de acción para el momento presente.UN SISTEMADE ALARMA NEURONAL ANTICUADOUno de los inconvenientes de este sistema de alarma neuronal es que, con más frecuencia de ladeseable, el mensaje de urgencia mandado por la amígdala suele ser obsoleto, especialmente en elcambiante mundo social en el que nos movemos los seres humanos. Como almacén de la memoriaemocional, la amígdala escruta la experiencia presente y la compara con lo que sucedió en el pasado. Sumétodo de comparación es asociativo, es decir que equipara cualquier situación presente a otra pasada porel mero hecho de compartir unos pocos rasgos característicos similares. En este sentido se trata de unsistema rudimentario que no se detiene a verificar la adecuación o no de sus conclusiones y actúa antes deconfirmar la gravedad de la situación. Por esto que nos hace reaccionar al presente con respuestas quefueron grabadas hace ya mucho tiempo, con pensamientos, emociones y reacciones aprendidas enrespuesta a acontecimientos vagamente similares, lo suficientemente similares como para llegar a activar laamígdala.No es de extrañar que una antigua enfermera de la marina, traumatizada por las espantosas heridasque una vez tuvo que atender en tiempo de guerra, se viera súbitamente desbordada por una mezcla demiedo, repugnancia y pánico cuando, años más tarde, abrió la puerta de un armario en el que su hijopequeño había escondido un hediondo pañal. Bastó con que la amígdala reconociera unos pocoselementos similares a un peligro pasado para que terminara decretando el estado de alarma. El problemaes que, junto a esos recuerdos cargados emocionalmente, que tienen el poder de desencadenar unarespuesta en un momento crítico, coexisten también formas de respuesta obsoletas.En tales momentos la imprecisión del cerebro emocional, se ve acentuada por el hecho de quemuchos de los recuerdos emocionales más intensos proceden de los primeros años de la vida y de las18
Daniel GolemanInteligencia Emocionalrelaciones que el niño mantuvo con las personas que le criaron (especialmente de las situacionestraumáticas, como palizas o abandonos). Durante ese temprano período de la vida, otras estructurascerebrales, especialmente el hipocampo (esencial para el recuerdo emocional) y el neocórtex (sede delpensamiento racional) todavía no se encuentran plenamente maduros. En el caso del recuerdo, la amígdalay el hipocampo trabajan conjuntamente y cada una de estas estructuras se ocupa de almacenar y recuperarindependientemente un determinado tipo de información. Así, mientras que el hipocampo recupera datospuros, la amígdala determina si esa información posee una carga emocional. Pero la amígdala del niñosuele madurar mucho más rápidamente.LeDoux ha estudiado el papel desempeñado por la amígdala en la infancia y ha llegado a unaconclusión que parece respaldar uno de los principios fundamentales del pensamiento psicoanalítico, esdecir, que la interacción —los encuentros y desencuentros— entre el niño y sus cuidadores durante losprimeros años de vida constituye un auténtico aprendizaje emocional. En opinión de LeDoux, esteaprendizaje emocional es tan poderoso y resulta tan difícil de comprender para el adulto porque estágrabado en la amígdala con la impronta tosca y no verbal propia de la vida emocional. Estas primeraslecciones emocionales se impartieron en un tiempo en el que el niño todavía carecía de palabras y, enconsecuencia, cuando se reactiva el correspondiente recuerdo emocional en la vida adulta, no existenpensamientos articulados sobre la respuesta que debemos tomar. El motivo que explica el desconciertoante nuestros propios estallidos emocionales es que suelen datar de un período tan temprano que las cosasnos desconcertaban y ni siquiera disponíamos de palabras para comprender lo que sucedía. Nuestrossentimientos tal vez sean caóticos, pero las palabras con las que nos referimos a esos recuerdos no lo son.CUANDO LAS EMOCIONES SON RÁPIDAS Y TOSCASSerían las tres de la mañana cuando un ruido estrepitoso procedente de un rincón de mi dormitoriome despertó bruscamente, como si el techo se estuviera desmoronando y todo el contenido de la buhardillacayera al suelo. Inmediatamente salté de la cama y salí de la habitación, pero después de mirarcuidadosamente descubrí que lo único que se había caído era la pila de cajas que mi esposa habíaamontonado en la esquina el día anterior para ordenar el armario. Nada había caído de la buhardilla; dehecho, ni siquiera había buhardilla. El techo estaba intacto.., y yo también lo estaba.Ese salto de la cama medio dormido —que realmente podría haberme salvado la vida en el caso deque el techo ciertamente se hubiera desplomado— ilustra a la perfección el poder de la amígdala paraimpulsamos a la acción en caso de peligro antes de que el neocórtex tenga tiempo para registrar siquiera loque ha ocurrido. En circunstancias así, el atajo que va desde el ojo —o el oído— hasta el tálamo y laamígdala resulta crucial porque nos proporciona un tiempo precioso cuando la proximidad del peligro exigede nosotros una respuesta inmediata. Pero el circuito que conecta el tálamo con la amígdala sólo seencarga de transmitir una pequeña fracción de los mensajes sensoriales y la mayor parte de la informacióncircula por la vía principal hasta el neocórtex. Por esto, lo que la amígdala registra a través de esta víarápida es, en el mejor de los casos, una señal muy tosca, la estrictamente necesaria para activar la señal dealarma. Como dice LeDoux: «Basta con saber que algo puede resultar peligroso». Esa vía directa suponeun ahorro valiosísimo en términos de tiempo cerebral (que, recordémoslo, se mide en milésimas desegundo). La amígdala de una rata, por ejemplo, puede responder a una determinada percepción enapenas doce milisegundos mientras que el camino que conduce desde el tálamo hasta el neocórtex y laamígdala requiere el doble de tiempo. (En los seres humanos todavía no se ha llevado a cabo estamedición pero, en cualquiera de los casos, la proporción existente entre ambas vías sería aproximadamentela misma.)La importancia evolutiva de esta ruta directa debe haber sido extraordinaria, al ofrecer una respuestarápida que permitió ganar unos milisegundos críticos ante las situaciones peligrosas. Y es muy probableque esos milisegundos salvaran literalmente la vida de muchos de nuestros antepasados porque esaconfiguración ha terminado quedando impresa en el cerebro de todo protomamifero, incluyendo el de ustedy el mío propio. De hecho, aunque ese circuito desempeñe un papel limitado en la vida mental del serhumano —restringido casi exclusivamente a las crisis emocionales— la mayor parte de la vida mental delos pájaros, de los peces y de los reptiles gira en tomo a él, dado que su misma supervivencia depende deescrutar constantemente el entorno en busca de predadores y de presas. Según LeDoux: «El rudimentariocerebro menor de los mamíferos es el principal cerebro de los no mamíferos, un cerebro que permite unarespuesta emocional muy veloz. Pero, aunque veloz, se trata también, al mismo tiempo, de una respuestamuy tosca, porque las células implicadas sólo permiten un procesamiento rápido, pero también impreciso».Tal vez esta imprecisión resulte adecuada, por ejemplo, en el caso de una ardilla, porque en talsituación se halla al servicio de la supervivencia y le permite escapar ante el menor asomo de peligro o19
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