Daniel GolemanInteligencia Emocionaldistraen, perciben menos sus propias reacciones, y así no sólo minimizan sino que también disminuyen laintensidad de su respuesta emocional.Y esto significa que, en los casos extremos, la conciencia emocional de algunas personas esabrumadora mientras que la de otras es casi inexistente. Considere, si no, el caso de aquel estudianteinterno que, cierta noche, al descubrir un fuego en su dormitorio, cogió un extintor y lo apagó. No hay nadaespecialmente extraño en su conducta, a excepción del hecho de que, en lugar de correr a apagar el fuego,nuestro estudiante lo hizo caminando tranquilamente porque, para él, no existía ninguna situación depeligro.Esta anécdota me fue contada por Edward Diener, un psicólogo de la Universidad de Illinois, enUrbana, que se ha dedicado a estudiar la intensidad con la que la gente experimenta sus emociones. Elestudiante del que hablábamos destacaba entre todos los casos estudiados por Diener como uno de losmenos intensos con los que se había encontrado, una persona completamente desapasionada, alguien queatravesaba la vida sintiendo poco o nada, aun en medio de una situación de peligro de incendio como ladescrita.Consideremos ahora, en el otro extremo del espectro de Diener, el caso de una mujer que quedómuy consternada durante varios días por haber perdido su pluma estilográfica favorita. En otra ocasión,esta misma mujer se emocionó tanto al ver un anuncio de rebajas de zapatos que dejó todo lo que estabahaciendo, montó a toda prisa en su coche y condujo sin parar durante tres horas hasta llegar a Chicago,donde se hallaba la zapatería en cuestión.Según Diener, las mujeres suelen experimentar las emociones en general, tanto positivas comonegativas, con más intensidad que los hombres. En cualquier caso, y dejando de lado las diferencias desexo, la vida emocional es más rica para quienes perciben más. Por otra parte, el exceso de sensibilidademocional supone una verdadera tormenta emocional —ya sea celestial o infernal— para las personassituadas en uno de los extremos del continuo de Diener, mientras que quienes se hallan en el otro poloapenas si experimentan sentimiento alguno aun en las circunstancias más extremas.EL HOMBRE SIN SENTIMIENTOSGary era un cirujano de éxito, inteligente y solícito, pero su novia, Ellen, estaba exasperada porque,en el terreno emocional, Gary era una persona chata y sumamente reservada. Podía hablar brillantementede cuestiones científicas y artísticas pero, en lo tocante a sus sentimientos, era —aun con Ellen—absolutamente inexpresivo. Y, por más que ella tratara de mover sus emociones, Gary permanecíaindiferente e impasible y no cesaba de repetir: «yo no expreso mis sentimientos» al terapeuta a quien visitóa instancias de Ellen y, cuando llegó el momento de hablar de su vida emocional, Gary concluyó: «no sé dequé hablar. No tengo sentimientos intensos, ni positivos ni negativos».Pero Ellen no era la única en estar frustrada con el mutismo emocional de Gary porque, como leconfió a su terapeuta, era completamente incapaz de hablar abiertamente con nadie de sus sentimientos. Yel motivo fundamental de aquella incapacidad era, en primer lugar, que ni siquiera sabía lo que sentía, loúnico que sabía era que él no se enfadaba; era alguien sin tristezas pero también sin alegrías. Comoobservó su terapeuta, la impasibilidad emocional convierte a la gente como Gary en personas sosas yblandas, personas que «aburren a cualquiera. Es por ello por lo que sus esposas suelen aconsejarles queemprendan un tratamiento psicológico».La monotonía emocional de Gary es un ejemplo de lo que los psiquiatras denominan alexitimia, —del griego a, un prefijo que indica negación, lexis , que significa «palabra» y thymos, que significa«emoción»—, la incapacidad para expresar con palabras sus propios sentimientos. En realidad, losalexitímicos parecen carecer de todo tipo de sentimientos aunque el hecho es que, más que hablar de unaausencia de sentimientos, habría que hablar de una incapacidad de expresar las emociones. Lospsicoanalistas fueron quienes primero advirtieron la existencia de este tipo de personas refractarias altratamiento porque no proporcionaban sentimientos, fantasías ni sueños de ningún tipo, porque noaportaban, en suma, ninguna vida emocional interna acerca de la cual hablar. Los rasgos clínicos mássobresalientes de los alexitímicos son la dificultad para describir los sentimientos —tanto los propios comolos ajenos— y un vocabulario emocional sumamente restringido. Es más, se trata de personas que hastatienen dificultades para discriminar las emociones de las sensaciones corporales, así que tal vez puedandecir que tienen mariposas en el estómago, palpitaciones, sudores y vértigos, pero son ciertamenteincapaces de reconocer que lo que sienten es ansiedad.El término alexitimia , fue acuñado en 1972 por el doctor Peter Sifneos, un psiquiatra de Harvard,para referirse a un tipo de pacientes que «dan la impresión de ser diferentes, seres extraños que provienende un mundo completamente distinto al nuestro, seres que viven en medio de una sociedad gobernada por36
Daniel GolemanInteligencia Emocionallos sentimientos». Los alexitímicos, por ejemplo, rara vez lloran pero, cuando lo hacen, sus lágrimas soncopiosas y se quedan desconcertados si se les pregunta por el motivo de su llanto. Una pacientealexitímica, por ejemplo, quedó tan apesadumbrada después de haber visto una película de una mujer conocho hijos que estaba muriendo de cáncer, que aquella misma noche se despertó llorando. Cuando elterapeuta le sugirió que tal vez estuviera preocupada porque la película le recordara a su propia madre —que, por cierto, también se hallaba a punto de morir de cáncer—, la mujer se sentó inmóvil, desconcertada yen silencio. Luego, cuando el terapeuta le preguntó qué era lo que sentía, lo único que pudo articular fueque se sentía «muy mal» y agregó que, a pesar de las ganas de llorar que experimentaba, ignoraba cuálera el verdadero motivo de su llanto. Ése es precisamente el nudo del problema. No es que los alexitimicosno sientan, sino que son incapaces de saber y especialmente incapaces de poner en palabras lo quesienten. Se trata de personas que carecen de la habilidad fundamental de la inteligencia emocional, laconciencia de uno mismo, el conocimiento de lo que están sintiendo en el mismo momento en que lasemociones bullen en su interior. Los alexitímicos ni siquiera tienen una idea de lo que están sintiendo y, eneste sentido, son un ejemplo que refuta claramente la creencia de que todos sabemos cuáles son nuestrossentimientos. Cuando algo —o, más exactamente, alguien— les hace sentir, se quedan tan conmovidos yperplejos, que tratan de evitar esta situación a toda costa. Los sentimientos llegan a ellos, cuando lo hacen,como un desconcertante manojo de tensiones y, como ocurría en el caso de la paciente que acabamos demencionar, se sienten «muy mal» pero no pueden decir exactamente qué tipo de mal es el que sienten.Esta confusión básica de sentimientos suele llevarles a quejarse de problemas clínicos difusos, aconfundir el sufrimiento emocional con el dolor físico, una condición conocida en psiquiatría con el nombrede somatización (algo, por cierto, muy distinto a la enfermedad psicosomática. en la que los problemasemocionales terminan originando auténticas complicaciones médicas). De hecho, gran parte del interéspsiquiátrico en los alexitímicos consiste en el reconocimiento de los pacientes que acuden al médico enbusca de ayuda porque son sumamente proclives a la búsqueda infructuosa de un diagnóstico y de untratamiento médico para lo que, en realidad, es un problema emocional.Aunque la causa de la alexitimia todavía no esté claramente establecida, el doctor Sifneos apunta laposibilidad de que radique en una desconexión entre el sistema límbico y el neocórtex (especialmente loscentros verbales), lo cual parece coincidir perfectamente con lo que hemos visto con respecto al cerebroemocional. Según Sifneos, aquellos pacientes a quienes, para aliviarles de algún tipo de ataques graves, seha seccionado esa conexión, terminan liberándose de sus síntomas pero se convierten en personasparecidas a los alexitímicos, personas emocionalmente chatas, incapaces de poner sus sentimientos enpalabras y súbitamente despojados de toda imaginación. En resumen, pues, aunque los circuitosemocionales del cerebro puedan reaccionar a los sentimientos, el neocórtex de los alexitimicos no parececapaz de clasificar esos sentimientos y hablar sobre ellos. Y, como dice Henry Roth en su novela Call ItSleep sobre el poder del lenguaje:«Cuando puedas poner palabras a lo que sientes te apropiarás de ello».Ese, precisamente, es el dilema en el que se encuentra atrapado el alexitímico, porque carecer depalabras para referirse a los sentimientos significa no poder apropiarse de ellos.ELOGIO DE LAS SENSACIONES VISCERALESUna operación quirúrgica extirpó por completo el tumor que Elliot tenía inmediatamente detrás de lafrente, un tumor del tamaño de una naranja pequeña. Pero, aunque la operación había sido todo un éxito,los conocidos advirtieron un cambio tal de personalidad que les resultaba difícil reconocer que se trataba dela misma persona. Antes había sido un abogado de éxito pero ahora ya no podía mantener su trabajo, suesposa terminó por abandonarle, dilapidó todos sus ahorros en inversiones improductivas y se vio obligadoa vivir recluido en la habitación de huéspedes de casa de su hermano.Algo en Elliot resultaba desconcertante porque, si bien intelectualmente seguía siendo tan brillantecomo siempre, malgastaba inútilmente el tiempo perdiéndose en los detalles más insignificantes, como síhubiera perdido toda sensación de prioridad. Y los consejos no tenían el menor efecto sobre él y ledespedían sistemáticamente de todos los trabajos. Los tests intelectuales no parecían encontrar nadaextraño en sus facultades mentales, pero Elliot decidió visitar a un neurobiólogo con la esperanza dedescubrir la existencia de algún problema neurológico que justificara su incapacidad porque, de no ser así,debía concluir lógicamente que su enfermedad era meramente inexistente.Antonio Damasio, el neurólogo al que consultó, se quedó completamente atónito ante el hecho deque, aunque la capacidad lógica, la memoria, la atención y otras habilidades cognitivas se hallaran intactas,Elliot no parecía darse cuenta de sus sentimientos con respecto a lo que le estaba ocurriendo. Podía hablarde los acontecimientos más trágicos de su vida con una ausencia completa de emociones, como sí fuera un37