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Daniel GolemanInteligencia Emocional14. EL TEMPERAMENTO NO ES EL DESTINOHasta ahora hemos estado hablando de la modificación de las pautas de respuesta emocionalaprendidas a lo largo de la vida pero ¿qué ocurre con aquellas otras respuestas que dependen de nuestradotación genética? ¿Cómo transformar las reacciones habituales de aquellas personas que, pongamos porcaso, son sumamente inestables o desesperantemente tímidas? Nos estamos refiriendo, claro está, aaquellos estratos de la emoción que podríamos calificar bajo el epígrafe del temperamento, el trasfondo desentimientos que configura nuestra predisposición básica, el estado de ánimo que caracteriza nuestra vidaemocional.Hasta cierto punto, cada uno de nosotros posee un temperamento innato, se mueve dentro de unespectro concreto de emociones, una característica que forma parte del bagaje con que nos ha dotado lalotería genética y cuyo peso se hace sentir a lo largo de toda la vida. Todo padre sabe que, desde elmomento de su nacimiento, un niño es tranquilo y plácido o, en cambio, irritable y difícil. La pregunta queahora debemos hacernos es sí la experiencia vital puede llegar a transformar este equipaje emocionaldeterminado biológicamente. ¿El sustrato biológico constituye un determinante irrevocable de nuestrodestino emocional o, por el contrario, los niños tímidos pueden terminar convirtiéndose en adultosconfiados?La respuesta más clara a esta cuestión nos la proporciona la investigación llevada a cabo por JeromeKagan, un eminente psicólogo evolutivo de la Universidad de Harvard. Según Kagan existen al menoscuatro temperamentos básicos —tímido, abierto, optimista y melancólico—, correspondientes a cuatropautas diferentes de actividad cerebral. De hecho, cada ser humano responde con una prontitud, duración eintensidad emocional distinta, y en este sentido es muy probable que existan innumerables diferencias en ladotación temperamental innata, basadas en diferentes tipos constitucionales de actividad neuronal.La obra de Kagan centra en una de estas pautas el continuo temperamental que va de la apertura ala timidez. Son varias las madres que, a lo largo de los años, han estado llevando a sus niños al Laboratoriopara el Desarrollo Infantil, situado en el cuarto piso del William James Hall, de Harvard, para que tomaranparte en la investigación realizada por Kagan sobre el desarrollo infantil. Ahí fue donde Kagan y suscolaboradores observaron experimentalmente por vez primera los signos de timidez que presentaba ungrupo de niños de veintiún meses de edad. En aquella investigación Kagan descubrió que algunos niñoseran espontáneos, movedizos y jugaban con los demás sin la menor vacilación, mientras que otros, por elcontrario, eran inseguros, retraídos, remoloneaban, se aferraban a las faldas de sus madres y se limitabana observar en silencio el juego de los demás. Unos cuatro años más tarde, cuando los niños estaban ya enla guardería, el equipo de Kagan repitió la observación y descubrió que, en todo aquel tiempo, ninguno delos niños expansivos se había convertido en tímido, pero que dos tercios de éstos, en cambio, seguíansiéndolo.Kagan descubrió que los niños más sensibles y asustadizos —del 15 al 20% de los que, según suspropias palabras, son «conductualmente inhibidos» innatos— se transformaron en adultos tímidos ytemerosos. Estos niños son reacios a todo lo que les resulte poco familiar —tanto probar una nueva comidacomo aproximarse a animales o lugares desconocidos— y tienden a la autocrítica y al sentimiento de culpa.Son niños que se quedan ansiosamente paralizados en las situaciones sociales (ya sea en la clase, en elpatio de recreo, en presencia de personas desconocidas o dondequiera, en suma, que se sientanobservados), y, cuando alcanzan la madurez, tienden a permanecer aislados y tienen un miedo enfermizo adar una charla o a acometer cualquier actividad en la que se sientan expuestos a la mirada ajena.Tom, uno de los niños que participaron en el estudio de Kagan, constituye un verdadero paradigmadel tímido. En cada una de las mediciones que se realizaron a lo largo de la infancia —a los dos, a los cincoy a los siete años de edad—, Tom destacó como uno de los niños más tímidos. En la entrevista que tuvolugar a los trece años de edad, Tom permanecía tenso y rígido, se mordía los labios, retorcía las manos yse mantenía impasible —sólo llegó a esbozar una sonrisa cuando la entrevista versó sobre su amiguita—,sus respuestas eran lacónicas y sus maneras, sumisas. Según dijo, durante todo aquel tiempo había sidomuy tímido y sudaba cada vez que tenía que aproximarse a alguno de sus compañeros. También se habíasentido perturbado por multitud de miedos (miedo a que su casa se quemase, miedo a lanzarse a la piscina,miedo a estar solo en la oscuridad, etcétera) y se vio asaltado por muchas pesadillas en las que eraatacado por monstruos. Es cierto que en los últimos dos años tenía menos vergüenza que antes, perotodavía sufría alguna ansiedad cuando estaba con otros niños, y sus preocupaciones se centraban ahora137

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