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Daniel GolemanInteligencia Emocionallos modelos de que dispongamos y que, en este sentido, existe una extraordinaria variabilidad entre losdiversos individuos.LA EXPRESIVIDAD Y EL CONTAGIO EMOCIONALAl comienzo de la guerra del Vietnam, un pelotón norteamericano se hallaba agazapado en unarrozal luchando con el Vietcong cuando, de repente, una fila de seis monjes comenzó a caminar por elsendero elevado que separaba un arrozal de otro.Completamente serenos y ecuánimes, los monjes se dirigían directamente hacia la línea de fuego.«Caminaban perfectamente en línea recta —recuerda David Bush, uno de los soldados integrantesde aquel pelotón— sin desviarse a la derecha ni a la izquierda. Fue muy extraño pero nadie les disparó unsolo tiro y, después de que hubieran atravesado el sendero, la lucha concluyó. Nadie pareció querer seguircombatiendo, al menos no aquel día. Y lo mismo debió de haber ocurrido en el bando contrario porquetodos dejamos de disparar, simplemente dejamos de disparar».El poder del valiente y silencioso desfile de los monjes que apaciguó a los soldados en pleno campode batalla ilustra uno de los principios fundamentales de la vida social: el hecho de que las emociones soncontagiosas. A decir verdad, este ejemplo constituye un caso extremo, puesto que la mayor parte delcontagio emocional tiene lugar de forma mucho más sutil y es parte del intercambio tácito que se da en todoencuentro interpersonal.En cada relación subyace un intercambio subterráneo de estados de ánimo que nos lleva a percibiralgunos encuentros como tóxicos y otros, en cambio, como nutritivos. Este intercambio emocional suelediscurrir a un nivel tan sutil e imperceptible que la forma en que un vendedor le dé las gracias puede hacerlesentir ignorado, resentido o auténticamente bienvenido y valorado. Nosotros percibimos los sentimientos delos demás como si se tratase de una especie de virus social.En cada encuentro que sostenemos emitimos señales emocionales y esas señales afectan a laspersonas que nos rodean. Cuanto más diestros somos socialmente, más control tenemos sobre las señalesque emitimos; a fin de cuentas, las reglas de urbanidad son una forma de asegurarnos de que ningunaemoción desbocada dificultará nuestra relación (una regla social que, cuando afecta a las relacionesintimas, resulta sofocante). La inteligencia emocional incluye el dominio de este intercambio; «popular» y«encantador» son términos con los que solemos referirnos a las personas con quienes nos agrada estarporque sus habilidades emocionales nos hacen sentir bien. Las personas que son capaces de ayudar a losdemás constituyen una mercancía social especialmente valiosa, son las personas a quienes nos dirigimoscuando tenemos una gran necesidad emocional puesto que, lo queramos o no, cada uno de nosotros formaparte del equipo de herramientas de transformación emocional con que cuentan los demás.Veamos ahora otro claro ejemplo de la sutileza con que las emociones se transmiten de una personaa otra. En un determinado experimento, dos voluntarios, tras rellenar un formulario en el que se describía suestado de ánimo, se sentaban simplemente en parejas (compuestas por una persona muy comunicativa yotra completamente inexpresiva) a esperar que el experimentador regresara a la habitación. Un par deminutos más tarde, el experimentador volvía y les pedía que rellenaran otro formulario. El resultado delexperimento en cuestión demostró que el estado de ánimo del individuo más expresivo se transmitíainvariablemente al más pasivo. ¿Cómo tiene lugar esta mágica transformación? La respuesta más probablees que el inconsciente reproduzca las emociones que ve desplegadas por otra persona a través de unproceso no consciente de imitación de los movimientos que reproduce su expresión facial, sus gestos, sutono de voz y otros indicadores no verbales de la emoción. Mediante este proceso, el sujeto recrea en símismo el estado de ánimo de la otra persona en una especie de versión libre del método Stanislavsky (unmétodo en el que el actor recurre al recuerdo de las posturas, los movimientos y otras expresiones dealguna emoción intensa que haya experimentado en el pasado para evocar la actualización de esos mismossentimientos).La imitación cotidiana de los sentimientos suele ser algo muy sutil. Ulf Dimberg, un investigadorsueco de la Universidad de Uppsala, descubrió que, cuando las personas ven un rostro sonriente o unrostro enojado, la musculatura de su propio rostro tiende a experimentar una transformación sutil en elmismo sentido, una transformación que, si bien no resulta evidente, si que puede manifestarse mediante eluso de sensores electrónicos.El sentido de la transferencia de estados de ánimo entre dos personas va desde la más expresivahasta la más pasiva. No obstante, existen personas especialmente proclives al contagio emocional, ya quesu sensibilidad innata hace que su sistema nervioso autónomo (un indicador de la actividad emocional) seactive con más facilidad. Esta habilidad parece hacerlos tan impresionables que un mero anuncio puede76

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