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Daniel GolemanInteligencia EmocionalEL REAPRENDIZAJE EMOCIONAL Y LA SUPERACIÓN DEL TRAUMAIrene había acudido a una cita que acabó en un intento de violación. Aunque había podido librarse desu atacante, éste continuó amenazándola, molestándola en mitad de la noche con llamadas telefónicasobscenas y siguiendo cada uno de sus pasos.En cierta ocasión, cuando denunció el hecho a la policía, ésta le quitó importancia aduciendo que «enrealidad no había pasado nada». Pero cuando Irene acudió a la terapia mostraba claros síntomas de TEPT,se negaba a mantener ninguna clase de relaciones sociales y se hallaba prisionera en su propia casa.El caso de Irene lo cita la doctora Judith Lewis Herman, psiquiatra de Harvard que ha desarrollado unmétodo innovador para el tratamiento de los sujetos afectados por un trauma. Este proceso, en opinión deHerman, pasa por tres fases diferentes: en primer lugar, el paciente debe recuperar cierta sensación deseguridad; seguidamente debe recordar los detalles del trauma y, finalmente, debe atravesar el duelo por loque pueda haber perdido. Sólo entonces podrá restablecer su vida normal. No es difícil advertir la lógicaque subyace a estos tres pasos, porque esta secuencia parece reflejar la forma en que el cerebroemocional reaprende que no hay por qué considerar la vida como una situación de alarma constante.El primer paso —recuperar la sensación de seguridad— consiste en disminuir el grado desobreexcitación emocional —el principal obstáculo para el reaprendizaje— y permitir que el sujeto puedatranquilizarse— Normalmente, este paso se da ayudando a que el paciente comprenda que sus pesadillas,su permanente sobresalto, su hipervigilancia y su pánico, forman parte del cuadro de síntomas propio delTEPT, un tipo de comprensión que, por si solo, proporciona cierto alivio. Esta primera fase también apuntaa que el paciente recupere cierta sensación de control sobre lo que le está ocurriendo, una especie dedesaprendizaje de la lección de impotencia que supuso el trauma. En el caso de Irene, por ejemplo, estasensación de seguridad pasaba por movilizar a sus amigos y a su familia para formar un cordón protectorentre ella y su perseguidor que le permitió acudir a la policía.La «inseguridad» que presenta un paciente aquejado de TEPT va más allá del miedo que puedasuscitar una amenaza externa y tiene un origen más profundo basado en la sensación de que carece detodo control sobre lo que le ocurre, tanto corporal como emocionalmente. Esto es algo muy comprensible,dado que el TEPT hipersensibiliza la amígdala y rebaja el umbral de activación del secuestro emocional.La medicación también contribuye a que el sujeto recupere la sensación de que no se halla a mercedde la alarma emocional que le embarga en forma de ansiedad, insomnio o pesadillas. Los especialistasaguardan el día en que se descubra una medicación específica que normalice los efectos del TEPT sobre laamígdala y los neurotransmisores implicados. Por el momento, sin embargo, sólo contamos con algunosfármacos que compensan parcialmente estos desequilibrios, y que suelen ser sustancias que actúan sobrela serotonina y los fi—inhibidores (como, por ejemplo el propranolol), que bloquean la activación del sistemanervioso simpático. Los pacientes también pueden recibir un adiestramiento especial en algún tipo derelajación que les permita aliviar su irritabilidad y su nerviosismo. La calma fisiológica constituye la clavepara que los circuitos emocionales implicados descubran de nuevo que la vida no supone una amenazaconstante y restituyan así al paciente la sensación de seguridad de que gozaba antes de experimentar eltrauma.El segundo paso del camino que conduce a la curación tiene que ver con la narración yreconstrucción de la historia traumática al abrigo de la seguridad recientemente recobrada, una sensaciónque permite que el circuito emocional reencuadre los recuerdos traumáticos y sus posibles detonantes yreaccione de un modo más realista ante ellos. Cuando el paciente ya es capaz de relatar los terriblespormenores del incidente se produce una auténtica transformación, tanto en lo que atañe al contenidoemocional de los recuerdos como a sus efectos sobre el cerebro emocional. El ritmo de esta rememoraciónverbal es un factor sumamente delicado y parece reflejar el ritmo natural de recuperación del trauma dequienes no llegan a experimentar el TEPT.En estos casos parece existir una especie de reloj interno que «alterna» —a lo largo de días o inclusode meses— períodos de recuerdo del incidente con otros en los que el sujeto no parece recordar nada,permitiendo así una dosificación que favorece la asimilación gradual del incidente perturbador. Estaalternancia entre el recuerdo y el olvido parece fomentar tanto la integración espontánea del trauma como elreaprendizaje de una nueva respuesta emocional. No obstante, según Herman, en aquellas personas cuyoTEPT se muestra más refractario al tratamiento, el mismo hecho de narrar su historia puede suscitar laaparición de temores incontrolables, en cuyo caso el terapeuta debería disminuir el ritmo, tratando demantener las reacciones del paciente dentro de unos límites soportables que no interrumpieran el procesode reaprendizaje.El terapeuta debe alentar al paciente a relatar los sucesos traumáticos tan minuciosamente como lesea posible, como si estuviera contando una película de terror, deteniéndose en cada detalle sórdido, lo134

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